Setenta y ocho

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—No, no, espera... vamos mal... —murmuró Ben mirando la pizarra—. Hay algo que no me cuadra...

—Siempre haces esto, eres un inseguro... vamos bien.

—Vamos mal... voy a buscar un libro... —dijo frente a su librero—. Creo que...

El sonido del timbre de la casa interrumpió el hablar de Benedict.

Ambos se miraron extrañados. Era tarde, y no esperaban a nadie, como era costumbre.

—Abre tú... —masculló Amelia.

Ben caminó a la puerta, mientras la mujer se metía a la cocina con rapidez.

—Tú otra vez... —musitó el matemático al abrir—. Veo que Spencer te dio mi dirección...

—No es de tu importancia, Beatriz... —dijo el actor cuando lo vio.

—Mi casa, mi dirección... por su puesto que es de mi importancia... —respondió Ben con seriedad.

—Media casa, diría yo... —puntualizó Tom con sorna.

Ben se cruzó de brazos y lo miró divertido.

—Será la mitad de una casa, pero adivina qué... —murmuró con una sonrisa—. Amelia prefiere eso antes que estar contigo...

Tom dio un paso hacia él con intenciones nefastas.

—Oye, será mejor que te calmes... —habló Ben sin dar pie atrás—. Porque si tú eres el que empieza, yo no sabré cuando detenerme... y ya veremos quién sale perdiendo...

—Supongo Amelia está por ahí escondiéndose de mí... —murmuró ignorándolo.

—La justifico...

—Necesito hablar con ella...

—Debo consultarle, aunque ya imagino su respuesta...

—Déjalo pasar, Ben... —se escuchó desde atrás.

Benedict alzó las cejas, y unos segundos después reaccionó, permitiéndole el paso a Tom.

—Hola... —susurró al verla.

—¿Qué quieres? —interrogó Amelia de brazos cruzados.

—¿Podemos hablar en privado? Tu mascota nueva me molesta... —dijo Tom.

—Benedict se queda...

—Como quieras...

El científico se quedó de brazos cruzados, bastante cerca de Amelia, sin dejar de observar al sujeto en cuestión.

—Vi las noticias... lo siento mucho. —habló mirándola.

—No te preocupes de eso... es asunto mío, y la verdad ya no importa... —respondió la mujer.

—No puedo evitar que me importe... —susurró Tom.

—Deberías tratar más duro...

El actor la observó con aflicción.

—Estoy yendo a terapia... lo hago por mí, por si te lo preguntabas... —comenzó a decir—. Me ha ido bien con eso, Harry es un gran psicólogo... también estoy tratando de dejar la bebida...

—Me alegra escucharlo... —murmuró ella.

—Sí... —musitó él—. ¿Qué hay de ti?

—Estoy bien, avanzando... —respondió la mujer.

—Eso es bueno...

—Lo es...

—Amelia, yo... —trató de decir—. Yo quiero que vuelvas a casa...

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