One Shot

336 15 3
                                    

El pelinegro no supo qué opinar cuando su amigo le expuso su idea, era cierto que necesitaba el dinero, pero tampoco estaba tan desesperado por conseguir aquella suma. Miraba a Anton como quien mira la cosa más rara del mundo, alzaba su ceja derecha reflexionando sobre las posibilidades que existían de salir huyendo.

—esto está muy mal– suspiró sentándose en la silla que le había puesto su amigo en medio del salón– no debiste hacer esto y menos sin mi consentimiento, ¡Prácticamente me vendiste! – exclamó aún mirando el folleto que repartió su amigo por toda la escuela anunciando que el día del amor y la amistad, el popular Viktor Krum vendería sus besos por la “modica” cantidad de 15 dólares. Ese día ellas sólo tendrían que darle el dinero a Anton y entrar a besar al apuesto chico.
—venga, es por una buena causa– respondió el otro viendo inquieto por la ventana como las chicas empezaban a llegar– tú sólo relájate, sólo será una sesión de besos que durará unas cuantas horas– comentó como si nada.
—eso sólo me hace sentir más mal conmigo mismo– se quejó viendo al suelo– no voy a poder besar a tantas viéndolas a los ojos–dijo realmente afligido.
—ya sé, te vendaré los ojos así no verás a nadie que te bese hoy– solucionó sacando de su mochila una bufanda.

Aquella tarde transcurrió como se esperaba, con gente pagando por un beso de Viktor , lo que le había sorprendido a Anton fue que casi la cuarta parte de las chicas de la preparatoria estaba ahí.

—¡juntamos más de ochocientos dólares!– gritó con efusividad viendo la cara de consternación en Viktor– ¿Qué pasó?
—alguien... Alguien me dio hoy el mejor beso de mi existencia– susurró calmado y con la mirada ida– Anton ... Tengo que encontrar a esa persona– aseguró repentinamente emocionado.
–pues la tienes difícil– suspiró mientras anotaba velozmente en una hoja de papel todos los nombres que se sabía entre las chicas que pagaron esa tarde– no conocía a todas pero supongo que aquí está la mayoría– contó dándole el papel a su amigo.
—¡¿TREINTA?!, ¿¡Porqué tantas!?– casi gritó leyendo velozmente aquella lista.
—bueno, en realidad fueron como cincuenta pero sólo conocía a esas– se justificó rascándose la nuca.
—Anton, me será imposible encontrarla– se quejó botando el papel al suelo echo bola.

Suspiró cansado de pensar tanto, había reconocido el aroma de aquella esencia, sabía quién y lo confirmó cuando apareció el apellido Granger en la lista que hizo su amigo.

En un movimiento rápido salió del salón caminando con velocidad hacia la biblioteca donde Hermonie se gastaba su tiempo, abrió la puerta en un azotón encontrado a una feliz castaña saltar alrededor de un escritorio.

—¿En serio Hermonie?– preguntó con mofa, atrapando con una agilidad sorprendente las caderas de la chica

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿En serio Hermonie?– preguntó con mofa, atrapando con una agilidad sorprendente las caderas de la chica.
—eres el primero por el que literalmente pago a cambio de una oportunidad– se quejó Hermonie pasando sus brazos alrededor del cuello.
—¿Y no vas a quejarte de todo lo que tuviste que esperar por tu turno? – se burló empezando a bajar sus manos hasta las piernas.
—no fastidies, quise ser la última a propósito... – se justificó saltando para así poder rodear la cadera del deportista con sus piernas– lo he decidido, desde ahora sólo yo tengo el derecho de besarte...y si a alguien le venderás tus besos, será solamente a mí– afirmó disfrutando de ser cargada por el músculoso chico.
— desde hoy soy solamente tuyo– concordó Krum placentero, besando ala que desde ese día sería su novia.

Krumione Donde viven las historias. Descúbrelo ahora