Capitulo 34 (Editado)

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Capítulo 34




Aarón lo observaba fijamente. Logrando diferenciar varios sentimientos que atravesaban a su hijo en ese momento, pero sobre todo había uno que se llevaba el primer puesto: el orgullo. Sí, resaltaba en él acompañado de una creciente furia. Estaba más que claro que ese era el momento que siempre esperó ver y ese por supuesto seria su ocasión para mostrarse como el verdadero padre que su hijo siempre había deseado.
A diferencia de Dimitri, el cual por su parte solamente quería pegarse un tiro en ese momento.

Sentía ganas de vomitar, correr, y de gritar hasta quedarse sin aliento. Siendo sincero, no sabía lo que quería en realidad. Pero sentía que estaba cayendo a una clase de agujero sin fondo que pretendía mantenerlo envuelto en una rabia absoluta. Muchas palabras dichas por su progenitor llegaron a su mente en ese momento, pero una en específica le carcomía su interior: no estamos hechos para los finales felices. Se lo había dicho en medio de alguna pelea y le había dolido en su momento de una manera inhumana, ahora las comprendía claramente. Ese era su destino, las personas como él no tenían feliz final. Todo era pasajero, sumamente engañoso, y aunque lo odiara, su padre siempre se lo había advertido, pero se negaba a creerlo.

Él la conocía. Su ángel, su vida, todo de ella. Era un ser puro, un ser humano admirable y bondadoso. Maya no podía ser capaz de dañarlo de esa manera, no cuando él se lo había entregado todo. Era ella, su rostro, su boca, su piel. Esa piel que había admirado con tanta minuciosidad, con tanto amor. Tenía grabado el sabor de sus labios, el sonido de su voz, su delicado tacto. Se volvería loco en cualquier momento, estaba seguro. No podía ser cierto, lo veía, sin embargo, le era imposible creerlo.

—Hijo. —su padre lo llamó levemente intentando sonar preocupado. —Debes hacer algo con esa niña. Esto, —señaló con firmeza una de las fotos que Dimitri había puesto sobre la mesa como si tenerlas en las manos lo quemara. —no se puede quedar así.

"Esa niña"

Resopló con fastidio, odiaba tanto que la llamara así. Sin embargo, algo dentro de él le dio la razón y detestaba tener que hacerlo, pero sí, era una niña, una niña que según esas fotos había jugado con él de tal manera que le estaba costando el sólo hecho de respirar con normalidad.

—Tú no te vas a meter en esto. —le dijo con dureza a su progenitor mientras apretaba los puños al darse cuenta como las fotos se grababan en su memoria dolorosamente. —Yo solucionar esto solo.

—¿Solucionaras? —preguntó con dureza. —¿Qué se supone que vas a solucionar? —negó con la cabeza repetidas veces. —Estas fotos no mienten, Dimitri. —su hijo comenzó a temblar de la rabia, cada cosa que decía confirmaba aún más que no se equivocaba en lo que le había advertido. —Y discúlpame que no te lo haya comentado antes, pero ya he hecho mis propias averiguaciones.

Su hijo lo miró a los ojos con rapidez sus puños apretados.

—¿Qué dijiste? —dijo fríamente.

—El niño. —dijo moviendo los hombros. —Lo interrogué cuando recibí las fotos. —su voz sonaba con demasiada seguridad. —No se molestó en negar nada.

Dimitri quedó pasmado al escucharlo, sentía como su mundo, sus sueños y sus planes se derrumbaban frente a sus ojos sin él poder hacer nada para evitarlo. Porque por mucho que intentara, no sabía cómo se actuaba ante esa situación que le parecía sumamente irreal.

¿Qué se supone que se debe hacer cuando el amor de tu vida te rompe el corazón de tal manera?

La persona por la cual eras capaz de meter las manos al fuego sin titubear, la persona que amabas incluso más que a tu propia vida. A la cual le habías entregado todo sin dudarlo y por la cual estabas dispuesto a todo.

Punto débil © (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora