Capítulo 1: Cuando las hojas caen

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"Un alemán reservado y ataviado con insignias de fidelidad, determinante pero tranquilo"

Esa era mi descripción; pero jamás había compartido con nadie la realidad de mis pensamientos. Deseaba ser libre, y viajar con la brisa cada mañana. O enamorarme y despertar entre los brazos de alguna hermosa figura que complaciera mi necesidad de amor.

Era un sueño... Un hermoso sueño; y pensar en ello como una realidad me mantenía alejado del presente que me negaba a vivir.

-¡Friederich! ¿Por qué tienes esa mirada estúpida en la cara? Si estas enfermo deberías irte... -

Me sobresaltó la voz de Ludwing, un compañero que encabezaba mi corta lista de amigos. Le había conocido años atrás, cuando aún era posible respirar un poco de tranquilidad en el ambiente.

Mi amigo era el notable modelo de nazi que todos deberíamos seguir; insaciable seductor de ordenes que complacían a la Gestapo. Por ello, mis letárgicos pensamientos no habían desembocado en mi él, quien me habría delatadodo por el honor de su esvástica mortífera.

Por ello y sin remedio, ante las hojas ásperas y marchitas; congelaba mis labios sacrificados en un silencio repulsivo, que vomitaba entre sueños y pesadillas cada noche la verdad que mis secretos ocultaban.

-¿Enfermo? Sólo estoy cansado... -

Sí; cansado de la vida y de tonterías que significaban llenar con sangre y cadáveres el corazón.

No tuve opción y fingí revisar mi arma para confirmar su letal contenido. ¿Por qué pretendía continuar respirando?

Era todo por aquella mirada...¡Represiva y esporádica! que radicaba ya en un recuerdo transitorio, almacenada dentro de mis deseos!. Dónde solo el más bajo de los instintos podía encontrar refugio; con mis sentimientos de culpa y tristeza, rozando así mi corazón para iniciar una lucha interna y confusa.

– ¿Fried? Vamos, nuestro turno ha terminado, solo debemos llevarles a la cantera, donde comenzarán a trabajar. ¡Estos judíos ya son demasiados! ¡Y se atreven a enviar españoles! Al menos el campo Gusen tendrá espacio. ¡Tal vez nos envíen si tenemos suerte! Este lugar comienza a fastidiarme... -Por alguna extraña razón, sonrió como un homicida alegre y cándido, pues no hacía falta ser demasiado inteligente para comprender que asesinar sería el remedio para obtener más espacio dentro de Mauthausen.

Sus palabras crueles; habían penetrado en mi deseo de asesinato propio. Pero asintiendo con la cabeza ignoré su arrogancia, para mantener fresco el recuerdo de esa mirada ansiosa en ánimo y brío juvenil; la misma que había robado mi aliento. Entonces... y sólo entonces, por las debidas opulencias, me atreví a quebrantar el juramento adecuado de una mujer arropada en mi lecho. Desesperado sustituí la imagen femenina. La reemplacé cultivando con mayor dignidad y honradez la silueta masculina y viril de un hombre. ¡No cualquiera! Heróico y sin temor, me atrevo a reconocerlo... Era mi hombre de ojos avellanados. Al que idealizaba dentro de la libertad y seguridad de mi mente. Lo imaginaba acompañando mis noches y mis días.

Pero antes de proseguir imaginando, me interrumpió nuevamente. –¿Fried?... Necesitas descansar. No quiero verme obligado a dirigirle órdenes a mi superior– Con sus palabras suaves, extendió su brazo derecho sobre mi hombro, por ello su rostro mostró una mueca compasiva.

Recordé entonces la noche fría en que la nieve tras la ventana de mi habitación, había empañado el cristal traslúcido y congelado.

Adentro, embriagados como jóvenes sin juicio, en medio de la demencia pasional del adiestramiento militar; habíamos concentrado nuestros cuerpos tibios en una sexual ambición, que avergonzado, me había dominado hasta el amanecer.

Nos prohibimos hablar sobre ese breve accidente. Sin embargo, nuestra relación se fortaleció al mismo tiempo que la expansión alemana florecía con sangre sobre tierras extranjeras.

–Deja de comportarte como una madre preocupada. – Murmuré y retiré su brazo de mi hombro apartándome de él. – No vuelvas a tocarme. Estamos en servicio. ¿Pretendes demostrar compasión por mi malestar, delante de ellos? No permitas que perciban la debilidad. –

De nuevo me encontraba mintiendo con la seguridad de un loco que intentaba desesperadamente engañarse de que eran congruentes todas las aspiraciones que había deseado cumplir un día al jurar lealtad absoluta a mi nación. Pero en ese momento no quería escuchar mis propios reproches, solo deseaba entonar el canto de mi corazón. Temí incluso que alguien más escuchara su sonido dulce: bum bum bum bum. Ahí estaba, infinito como el dolor que los presos delante de mí sentían.

–¡No es debilidad! ¡No soy débil! ¡Los únicos débiles son ellos! ¡Sucios acaparadores que han contaminado nuestra nación! –En un instante la mecha al fuego se había encendido en su cabeza. Comprendí que había hablado con demasaida torpeza y no me detuve a pensar sobre los estragos que mi comentario tendrían sobre él.

Decidí entónces solucionarlo por el bien de ambos, pero sobre todo para cotinuuar concentrado en mis pensamientos lujuriosos. -No me refería a eso, Lud. Tranquilizate, todos lo sabemos. Pero como has dicho otras veces: En este lugar recibirán su castigo, no creo que exista motivos para que me grites, tengo suficiente con el Standarten*-

*Se refiere al Standartenführer, un grado militar superior dentro de las SS. 

Estaba consciente de que el origen verdadero de su molestia había surgido cuando retiré el brazo que había reposado por encima de mi hombro. No me arrepentí de tan orgulloso acto, debido a que su cuerpo me había trasmitido tanta frialdad enemiga, que la repulsión se alojó en mi garganta.


Nota del autor:

¿Qué opinan de la historia hasta el momento?

Lamento haber tardado tanto en actualizar, sin embargo esta vez será constante. Espero que la disfruten.


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⏰ Última actualización: Apr 04, 2016 ⏰

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