Capítulo Tres.

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   Desde el día del accidente sufro de insomnio, esto a causa de mis pesadillas o terrores nocturnos que no me dejan dormir en la noche. Esta noche no fue la excepción...

   Me desperté a las tres de la madrugada, estaba sudando frío y tenía los ojos cristalizados, mi respiración era irregular, mi pecho bajaba y subía muy rápido, sin parar.

   Me levanté con cuidado de no despertar a las chicas. Salí de mi cuarto y caminé hasta el baño. Entre y cerré la puerta. Mi aspecto era horrible. Estaba pálida. tenía unas tremendas ojeras. Mi cabello estaba todo enmarañado y se me pegaba al rostro por el sudor. Me apoyé del lavamanos y cerré los ojos con fuerza mientras una lágrima se resbalaba por mi mejilla. Lavé mi rostro y salí del baño. Caminé por el pasillo. Me paré en seco frente a una puerta. Era blanca. Tenía carteles que decían "No entrar". Pero lo que llamó mi atención fue el nombre que tenía grabado. Al leerlo un nudo se formó en mi garganta. Ese nudo que jamás desaparecería por completo. El nombre que tenía grabado era el nombre de mi hermano.

«Jake», pensé.

   Sentí que el nudo se hizo más grande y mi pecho comenzó a doler. Puse mi mano en la perilla de la puerta, pero no hice nada, no la abrí, mi mano temblaba y mi vista se empaño a causa de las inminentes lágrimas. Yo no había tocado, acercado, o siquiera mirado esa puerta desde que Jake... murió.

   No entré, no me atreví. Quite mi mano de la perilla. Estiré las mangas de la sudadera, que usaba como pijama, y limpié mis lágrimas.

   Empezé a vagar por la casa. No sabía que hacer. Dormir no era una opción ya que... No lo conseguiría. Fui a la cocina y me serví un vaso de agua. Busqué una pastilla para dormir. Cuando la encontré la coloqué en mi lengua y bebí un sorbo de agua hasta que paso por mi garganta.

   Me acosté en el sillón de la sala. Ví el reloj que estaba en la pared. Eran las cuatro de la mañana. Busqué una manta. Me la puse encima y cerré los ojos, esperando que la pastilla hiciera efecto para poder dormir aunque sea un poco. Yo no acostumbraba a usar pastillas, pero estaba desesperada.

   Mis amigas no sabían nada de mi insomnio, tampoco sabían del accidente, porque yo no estaba lista. Aún no asumía que mi hermano mayor y mi madre ya no están. No quería hacerlo. Yo les dije que mis padres se habían divorciado, pero nunca les conté sobre mi hermano. Ellas no sabían que yo tuve un hermano, y no pensaba decirles, no todavía. Siempre preguntaban por la habitación de Jake, y yo inventé una tonta excusa: "Esa fue la habitación de un primo."

   ¿Tonto, verdad? Pués... ellas me creyeron.

   La pastilla aún no hacía efecto, así que me levanté del sillón. Froté mis ojos y me senté en el sillón. Miré el reloj otra vez y ahora marcaba las cuatro con cuarenta y siete. Después de un rato empezé a sentirme cansada, así que me volví a recostar en el sillón.

   Intenté dormir, pero no lo conseguí. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía. Veía lo que más me aterraba en el mundo, lo que me hacía llorar por las noches, lo que me hacía sentir culpable. Mi terror nocturno. Después de un rato muy largo me quedé dormida.

   Me removí y me cubrí más con la manta, ya que una luz radiante se estampaba contra mi rostro. Luego caí en cuenta de que esa luz radiante, era el sol, porque ya había amanecido. Escuche un bostezo así que me incorporé rápidamente.

—Buenos días —canturreo Tessa.

—Buenos días. ¿Y Dylan?

—Está dormida, todavía. ¿Dormiste aquí?

—Sí. —me estiré. Tessa fue a la cocina, su cabello castaño, casi anaranjado, estaba muy ondulado, más de lo normal. Encendió la cafetera y preparó café.

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