Desde tiempos en los que no se llevaba registro de la historia, fuiste reverenciada figura astral, dama celestial.Los antiguos consagraron a ti sus cosechas y sus más hermosas doncellas. Oh Luna, dueña de belleza sin igual, manjar digno de dioses, incomprensible para los mortales; deseo prohíbido de nosotros tus súbditos, que nos arrobamos por tu encanto y aquí abajo anhelamos poseerte.
Por eso diste gran poder a las hechiceras druidas, para que pudieran acercarnos un poco tu conocimiento oculto. Así elegiste a bellas doncellas para ser recipientes de tu sustancia divina. Y ahí Selene, elegiste a una mortal, consagrada y nombrada en tu honor, una sibila llena de sensualidad y misticismo, Luna igual que tú.
Hija de Astarté, dotada de una naturaleza seductora incomparable; mujer de fulgor lunar, que encandilaría al más casto. Como tú haces subir las mareas, a tu hija diste la gracia de elevar al deseo a su plano más sublime, pues la has dotado de habilidades y sortilegios que no deberían unirse.
Poseedora de un cuerpo digno de Afrodita, hábil y astuta como la protegida de Artemisa, Atalanta y tan misteriosamente seductora como Lilith. Este Lobo, que siempre te ha adorado madre celestial, hoy desea a tu hija, a esa hija a quien en su propio cuerpo le has dejado vestigio de vuestro vínculo espiritual.
¡Oh Luna, eres capaz de inducir tanto deseo, tanta pasión, tanta locura, que desbordas mi razón! Permíteme Mujer Mística, profundizar en tu ser y dejar así fluir tu dulce manantial, déjame percibir las fragancias y perfumes ancestrales, que se te han heredado de tus matriarcas mortales. Oh Mujer de Luna, henchido está este Lobo de su lujuria reprimida, y ansía por lo menos rozar la piel de aquel astro al que siempre contempló desde lejos.
Una vez nuestros cuerpos se hayan fundido, permíteme Luna, internarme más allá de la frontera corpórea, pues haremos de este acto primitivo un profano ritual, el Hieros-Gamos. Sólo así alcanzaremos el plano cósmico de Selene, un aposento justo entre Helios y Gea, y ahí en presencia de los dioses del cielo habremos concretado nuestra unión sagrada. Entonces hija lunar, en la que fue depositada la esencia de la Diosa, no habrás bajado la Luna, sino habrás llegado hasta ella. Allá llegará a su cénit nuestro ritual, copularemos nuestros espíritus e invocaremos un jubilo jamás conocido por ningún mortal, pues habremos trascendido más allá de lo carnal.
La antigua diosa lunar se mostrará ofendida, arderá en celos, mientras tú alcanzas tu apogeo, pues a pesar de haber brillado por eones y seducido a cuantas damas y varones han existido, jamás pudo ella tener un cuerpo en el cual disfrutar su pasión. ¡Oh voluptuosa sacerdotisa de Hécate, hechicera cautivadora, déjame ofrendarte mi apasionado aullido, en señal de mi devoción! ¡Oh mujer bendecida por las diosas, dotada por ellas de tanta magnificencia, permite a este mortal, no morir con su capricho insatisfecho!