Park Jimin

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En Seúl por las noches, las calles suelen ser muy oscuras y tenebrosas, no estoy diciendo que en otras partes del mundo no sea así, pero ésta vez, el aura se siente diferente.

Una brisa logra desacomodar mi cabello tintado de castaño; hoy habían pronosticado lluvia con fuertes ráfagas de viento, Park Jimin, te has olvidado tu paraguas en casa, de nuevo.

— Debería darme prisas antes de que empiece a llover. — me dije mientras miraba hacia el cielo.

Como todos los días, desde hace ya cinco años, he estado trabajando en una escuela de baile, desde la mañana, hasta ya muy tarde.

Aunque me encanta el baile, últimamente no me he sentido bien, mi peso bajó bastante y es posiblemente por todo el trabajo que hago, a parte de no llevar un buen registro de comidas al día.

Los clientes no tienen rango de edad, tampoco un nivel de profesionalismo, aún así los que dirigen el lugar son realmente estrictos, pero la paga es aceptable, y me da para lo que necesito.

Miré mi reloj, ya era tarde, el autobús que me llevaría a casa ya no iba a pasar, el tiempo que consume éste trabajo es realmente alucinante.

— Supongo que debería llamar a un taxi... — dije con nerviosismo.

Caminé un poco de donde me encontraba dirigiéndome a la calle principal, ahí, esperaría el avistamiento de algún taxi que pudiera llevarme a casa, unos treinta minutos de recorrido, sólo esperaba a que la tarifa no fuera tan alta.

Los pies me dolían al igual que la espalda y cuello, supongo que lo malo del trabajo es que no contaba con un seguro médico, me las tenía que arreglar sólo en casos como estos y, para ser sinceros, necesitaba el dinero, no estoy en situación de quejarme.

A lo lejos, logro observar las luces de un auto, entre más se acercaba, más estaba seguro de que sería un taxi; sin más, levanté uno de mis brazos para indicar que se detuviese, éste accedió.

El auto se detuvo y subí al asiento trasero, al cerrar la puerta, el conductor dió marcha al vehículo.

— ¿A qué lugar desea que lo lleve? — preguntó aquel señor.

Éste acomodaría el espejo retrovisor, sus ojos chocarían con los míos a través del mismo, haciéndome exaltarme un poco y girar rápidamente la mirada, mientras que, nervioso, explicaba la dirección.

— Ya veo, eso queda bastante retirado de aquí, ¿No lo cree? — respondió en un tono burlón. — descuide, yo me encargaré de llevarlo sano y salvo a su destino.

Reí con nerviosismo al escuchar sus palabras, ¿A qué se refería con "sano y salvo"?

Tal vez me estoy preocupando de más.

Para disimular el nerviosismo, saqué mi celular buscando algo para distraerme, tal vez el responder mensajes me aliviaría.

A no ser que no haya ninguno.

No soy muy sociable, la verdad es que nunca lo he sido, desde que tengo uso de razón, siempre he sido un chico tímido, blando, el blanco perfecto para los abusadores.

El radio del auto estaba en una estación de música, no muy de mi agrado realmente, pero ésta se vio interrumpida por el reporte del clima, pronosticaban fuertes lluvias con ráfagas de viento, lo de antes.

Justamente, luego de anunciarlo, gotas de lluvia empezaron a caer, poco a poco esto se convertiría en un aguacero.

Vaya suerte la mía.

La mirada del sujeto por el retrovisor entre ratos me carcomía vivo, me estaba poniendo demasiado nervioso al punto de casi no poder disimularlo, posiblemente aquél ya lo había notado, pues empezaría a reír fuertemente como si de un gran chiste se tratase.

— ¿Tienes miedo de que algo malo te pase? — mencionó en tono seco mientras miraba su camino.

— No es eso... Está empezando a hacer frío... — respondí intentando tartamudear lo menos posible.

— Oh, Con que es eso, ¿Debería prender la calefacción, cliente?

Sin dejarme responder, el sujeto ya había puesto la calefacción en el auto, pero yo aún así seguía temblando como un gato asustado.

Pasaron quince minutos de transcurso, otros quince más y estaría en caso, este pensamiento logró tranquilizarme un poco, seguramente el chófer no era más que un simple trabajador más en Seúl queriéndose ganar la vida al igual que todos.

O eso pensé.

El auto de pronto empezó a marchar lento, pensé que sería por las señales de velocidad o el mismo chófer queriéndose tomar su tiempo, mi sorpresa sería grande al darme cuenta que el mismo se había parado.

— Oh, qué desgracia... — se giraría un poco hacia atrás, esto llamaría mi atención al instante. — ¿Qué debería hacer? El combustible se me ha agotado.

Mis ojos se abrieron como platos al escuchar esas palabras, la poca tranquilidad que había conseguido la había perdido en unas simples palabras.

— Mhm, no estamos muy lejos de una gasolinera, pero necesitaré ayuda para remolcar el auto hasta allá. — volvió a mirarme, esta vez sólo de reojo. — Cliente, me apena mucho ésta situación, por ello no debe pagarme en absoluto, pero...

"¿Pero?" ¿¡Había dicho un "pero"!? Esto no podía ir a peor, ¿Cierto?
Quedar varado en un lugar donde muy apenas pasan autobuses, con un sujeto el cual es atemorizante, está bien, ¿No es así? No pasará nada.

Lo hizo.

El sujeto con su vista al frente hizo pasar un silencio bastante largo e inquietante, sólo para luego escuchar el cómo ponía seguro a todas las puertas; asustado, intenté abrir una de éstas, pero era más que evidente que ninguna se abriría.

— ¿¡S-señor, disculpe!? ¿Q-qué es lo que está intentand-

Mis palabras fueron interrumpidas al ver cómo la mano del sujeto apretaba mi cuello. Del asiento delantero se había puesto en medio sin que yo me diera cuesta.

— A-ayuda... Por favor...

Nadie me escuchó.

— ¿Vas a intentar gritar, pequeña zorra? ¡Adelante! ¡Hazlo! Nadie te oirá, no hay nadie aquí que pueda ayudarte.

Dejó de apretar con tanta fuerza mi cuello, ahora, éste empezaría a besarlo desesperadamente, ¿Qué era esto? ¿No quiere matarme? ¿Sólo quiere sexo?

Empezaría a resistirme, tratando de alejarlo con manos y pies, pero esto fue en su totalidad inútil, me encontraba demaciado débil.

El hombre empezaría a desabrocharse el pantalón, por consiguiente sacaría su miembro ya erecto y empezaría a masturbarse en frente mío. Al no querer mirar tal escena, voltee mi mirada hacia otra parte, pero el sujeto tomaría con su otra mano mis mejillas para no perderme de nada.

— Ahora quiero que lo hagas tú. — me dijo con una sonrisa maliciosa.

Nuevamente me resistiría. Con lágrimas en lo ojos me quitaría su mano de mi rostro y gritaría por segunda vez por ayuda, mientras él se reía como maniático aún sujetando su miembro.

Yo no creía en los milagros, pero por hoy, y sólo por hoy, estoy rogando por uno, por favor, sólo quiero que ésta pesadilla termine.

Sólo un milagro.

Por favor.

LOVE MYSELF [YoonMin] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora