Ya había oscurecido cuando el avión descendió a la pista de aterrizaje. El firmamento estaba revestido de un denso tono añil, producto de las nubes grises que surcaban el manto.
El fuerte vendaval nocturno alborotaba su cabello ébano a medida que avanzaba hacia su destino. Por fin estaba en casa. Tras un año de ausencia, Sasuke Uchiha retornaba a su ciudad natal: Tokio.
Habían sido meses difíciles. Y es que luego de que su padre descubriera aquel idilio que sostenía con su "mejor amigo", todo, absolutamente todo, se había ido al demonio.
Fugaku Uchiha era un ser estricto en el amplio sentido de la palabra. Homofóbico, de costumbre elitista y carácter inflexible. Desde que Sasuke tenía memoria, había sido así. Especialmente con su hermano mayor Itachi, a quien elogiaba en toda ocasión. Porque Itachi era perfecto, inteligente, aplicado, un modelo a seguir. Y él, Sasuke, se había convertido en una triste sombra con el paso de los años. El no estaba, ni de lejos, al nivel de su hermano. Empero, Fugaku no lo aceptaba. Así pues que no dudara en castigarlo por cualquier nimiedad en su infancia.
Llegada la adolescencia, las cosas no hicieron más que empeorar. Uchiha Sasuke había dejado de obedecer ciegamente, se había resignado a ser una pieza desperdigada dentro del círculo familiar.
No más trajes de etiqueta, no más puntualidad en clases, no más cordialidad y, sobre todas las cosas, no más hipocresía. Poco a poco se fue alejando del estereotipo de hijo perfecto que su padre había dictaminado en un comienzo.
Eventualmente se ganó la indiferencia de su madre, y el odio de su padre. Se volvió invisible ante los ojos de sus progenitores.
Fue así como se enamoró de Naruto Uzumaki. El idiota (y bufón) de la clase. El caprichoso chico de sonrisa radiante e incipiente mirada celeste. Aquel ingenuo que forzadamente conseguía aprobar las materias, compensando la carencia intelectual con la física. Sobresaliente en todo momento en los deportes impuestos dentro del colegio. Nadie, ni siquiera el inexpugnable de Sasuke Uchiha era capaz de derrotar al torbellino naranja (apodo ganado por su increíble agilidad y astucia).
Huelga decir que la relación de ambos era meramente competitiva. Sasuke odiaba a Naruto, así como este detestaba al frívolo, guapo y egocéntrico que gustaba de humillarlo y pavonearse con sus altas notas en clases.
Tuvieron que transcurrir varios meses antes de que el actuar conflictivo e infantil de ambas partes se viera afectado por un sentimiento que escapaba a la comprensión de los dos.
Y Sasuke nunca olvidaría la sonrisa burlesca de su hermano aquella tarde de verano en que decidió exponerle el problema que lo aquejaba.
"No, Sasuke, no estás enfermo"
Pero.... ¿Cómo no iba a estarlo si sentía un horrible malestar en el estomago cuando veía a aquel imbécil?
"Solo estás..."
—…noche y gracias por su preferencia— la voz lo devolvió abruptamente a la realidad. De pie en medio del pasillo que conducía a la cinta transportadora, Sasuke Uchiha desvió la mirada de la uniformada fémina, se hizo con su equipaje y siguió su camino fuera del aeropuerto.
"Lo que sientes es pecado, Sasuke. Deberías avergonzarte. Aún estás a tiempo, todavía puedes reivindicarte
¿Es que no lo ves, maldita sea?
Hasta los animales saben con quienes deben estar"
Recuerdos. Malditos y hermosos recuerdos. Corrosivos y tormentosos recuerdos...
***La árida desazón se presentó minutos más tarde. No fue sino hasta que abordó el auto de sitio que las remembranzas acudieron de nueva cuenta.
Allí estaba él un año atrás, despidiéndose de un triste Naruto que con lágrimas en los ojos se rehusaba a dejarlo marchar. Aquel abrazo había sido tan cálido, como él. Así era Naruto, un sol.