Nada personal

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Capítulo III

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Poco a poco comenzó a llenarse de invitados el elegante salón de aquel Château, el cual estaba ubicado a las afueras de la Ciudad de Paris.

Kagome y Sasuke llegaron con antelación pero tuvieron que esperar un poco para poder entrar al lugar, estaban muy nerviosos y preocupados, pues de sobra sabían que esa boda no debía llevarse a cabo.

—¿Te arrepientes de lo que ha pasado?— Cuestionó a su esposo.

—Tal vez nos precipitamos, debimos prever que esto podría pasar, pero la verdad no imagine que fuese así, no con Sesshomaru...— Se sinceró.

—Después de esto, tal vez debería confiar mi secreto a los dos... ¿Me perdonaran?— Cuestionó y sus ojos azules le miraron con un dejé de tristeza.

—No lo sé, pero de esta noche dependerá nuestro destino, para bien o para mal...— Le dijo tomándola de la barbilla y enjugando una lágrima furtiva que había rodado por su mejilla.

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A las siete en punto hicieron acto de presencia y algunos rostros conocidos les miraron con desdén, aún así era más remarcado el disgusto en Inu No Taisho y su esposa Irasue, los padres de Sesshomaru.

—Vaya, Lady y Lord Uchiha, no creí que tuvieran el descaro de presentarse aquí— La joven esposa de Sasuke se estremeció al escuchar la voz de aquel sujeto.

—Inuyasha, ¿acaso buscas más problemas?— Cuestionó Sasuke con malestar.

—Ninguno, pero al parecer ustedes sí... ¿Porqué no se largan de una maldita vez y dejan a mi hermano en paz?— Les cuestionó con ironía.

—¿Acaso te burlas de nosotros, mocoso?— Respondió Sasuke con otra pregunta casi a punto de perder los estribos. —No te olvides que fuiste tú quién propicio esto— Acusó sin miramientos, el peliplateado le miró interrogante y después clavó sus ojos dorados en la mujer que estaba a su lado.

—¿Crees lo que está mujerzuela te ha dicho? Eso es rayar en la imbecilidad, parece ser que no conoces a esta zorra— Soltó divertido, pero antes de que esa discusión escalara aún más se retiró de su presencia, para Kagome fue un alivio pero no para él, ya se la cobraría, definitivamente.

—Discúlpame— Dijo Kagome pues le había cogido del brazo para que no fuera en pos del ambarino.

—Espero entiendas que no puedo permitir que nadie te falte al respeto, eres mi esposa— Le hizo saber.

—No debemos causar ningún alboroto, recuerda porque estamos aquí realmente— Lo que ella mencionara lo dejó sin argumentos, por lo que muy a su pesar tuvo que aceptar la situación por muy incomoda que esta fuera.

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Hinata acarició las blancas rosas de su ramo y procedió a olerlas, llenando sus pulmones con la suave fragancia.

—Que hermosa te ves, cariño— Remarcó su madre con alegría. El vestido blanco que llevaba puesto estaba exquisitamente bordado y la corona de diamantes que decoraba su cabeza la hacían parecer un ángel.

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