Celos

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Capítulo IV

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Hinata se dio cuenta de que Sasuke y Kagome estaban presentes en su boda pero se abstuvo de siquiera dirigirles la palabra. La cena y la fiesta habían dado comienzo desde hacía ya un buen rato y ahora bebía un poco de aquella bebida burbujeante.

—¡Bienvenida a la familia!— Una dama de bellos ojos dorados y cabello blanco como la nieve se hubo acercado para abrazarla fuertemente, haciendo que casi soltara la copa de Champagne en el acto.

—Gracias, Lady Taisho— Atinó a decir tímidamente.

—Pero mírate, estas tan linda— Hizo notar mientras la tomaba de las manos, haciendo que se ruborizase.

—Ya mujer, déjala en paz. ¡Muchas felicidades, Hinata!— Dijo el patriarca del Clan abrazándola. —¿A donde fue Sesshomaru?— Cuestionó por su hijo mayor para felicitarle.

—No lo sé, no me dijo a donde iba en realidad...—

—Típico de mi heredero— Murmuró para después cruzarse de brazos. —Oh, discúlpanos un momento— Sus suegros hubiesen querido charlar con ella un rato más pero fueron interrumpidos por otros invitados.

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Hinata al verse sola reparó en que la familia de Sasuke también estaba presente, sus padres y su hermano mayor acompañado de su esposa, y aunque era el protocolo felicitar a la feliz pareja de recién casados, ellos prescindieron de hacerlo.

Y por aburrimiento tal vez, se dedicó a contemplar los atuendos de los asistentes, todos elegantemente ataviados, los hombres de frac y las mujeres de largo. Pero tenía especial curiosidad en Kagome, ya que llevaba el tocado que había pertenecido a la abuela de Sasuke, aquella diminuta corona de rubíes y esmeraldas que iba a ser un regalo para ella de parte de los padres de Sasuke, para cuando se casaran.

Y pensaba entonces en que quizás nunca gustaron de ella, pues se les miraba tan contentos cuando se hubieron acercado a la pareja y más, viendo el trato tan especial que le otorgaban a la esposa de su hijo.

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Por otro lado y restándole importancia a esa escena, observó a su mamá.

Ella se desempeñaba como maestra de piano de algunos niños y en verdad que la apreciaban, algo tenía la señora Hikaru Hyūga que agradaba a todo aquel que la conociera y por esa razón no estaba a su lado en esos momentos, ya que muchas damas habían llamado su atención y ahora charlaban todas animadamente.

Suspiró con cansancio pues ya se sentía agotada, por lo que sin ser detectada se alejó con rumbo a los jardines, pues sentía que necesitaba un poco de aire fresco.

La luna brillaba en todo su esplendor y la guiaban fuera de aquella residencia, y aunque no se sentía feliz del todo, aquella hermosa estampa le daba un poco de consuelo.

La seda del vestido crujió mientras bajaba por la amplia escalinata, la cual llevaba a una enorme fuente.

—¡Hinata!— Giró sorprendida y observó al hombre que le llamaba al final de la escalera. Él se mantuvo estático varios segundos y de pronto bajó en su dirección.

Nada PersonalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora