Capitulo 1: El encuentro

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Paladio es un pequeño pueblo al sur de México, nada especial para ser honesto; las mismas construcciones, la misma gente, siempre lo mismo. Lo único "nuevo" son sus montañas; aunque para la mayoría es solo una ruta para correr, para mí hay algo más...

Hace ya algún tiempo quedé en ir con un amigo de la escuela a las cuevas en la montaña, ya que creo que es lo más interesante que pude encontrar en este lugar, es algo que me he reservado por bastante tiempo hasta hoy. Estoy en un punto en que todo lo explorable (sin entrar a propiedad privada) lo he explorado, y es tiempo de gastar mi última carta, ya que en un par de meses iré a la universidad y conoceré un mundo "nuevo" (o eso me gusta pensar)

Bien, tengo todo listo: agua, una cuerda, guantes, una navaja, mi celular, una bocina y una linterna; creo que será suficiente para llegar. Aunque Mark (mi amigo) sabe el camino, nunca ha ido hasta allá, así que no confío mucho en él. Ahora voy para su casa así que ya no hay nada que hacer.

Al fin he llegado, y aunque el pueblo es pequeño y se puede llegar prácticamente a donde sea caminando, es bastante cansado; pero es solo el inicio si es que quiero llegar a las cuevas.

—¡Mark! —grité afuera de su casa. Entonces sentí una mano tocando mi hombro. Al voltear me di cuenta de que era Mark, mirándome con cara de desaprobación.

—Oh, hola Mark, creí que estabas en tu casa.

—No, fui a la tienda, pero... sabes que me pudiste haber llamado ¿verdad? Además, ¿Por qué gritar?, literalmente el timbre está enfrente de ti —dijo molesto.

—Mmm, cierto... pero eso ya no importa; estás aquí, son las 3 pm, y hay unas cuevas a las que entrar —en cuanto lo dije pude ver que se alegró.

—Es cierto, además llegaste a tiempo —me dijo mientras veía su reloj.

—Como siempre —dije orgulloso de mi mayor virtud.

—Bien, pues ya tengo todo, solo fui a la tienda por un encendedor, así que vayámonos —dijo dándose la vuelta mostrándome su mochila.

—¿Un encendedor? Bueno, supongo que nunca sabes qué pueda pasar —dije confundido.

—Sí, claro, para una "emergencia" —dijo de forma sarcástica.

—Mmm, bien supongo... pues si no falta nada, vámonos —dije aún confundido, pero no le di importancia.

Mark y yo empezamos a subir la montaña, aunque por alguna razón Mark se detenía cada 15 minutos diciendo que me apiadara de sus pulmones, lo cual es raro ya que nos conocemos desde niños y nunca supe que tuviera asma o algo parecido. Seguimos así por media hora, hasta llegar al punto decisivo de todo esto, el lugar donde el camino lo creamos nosotros. Antes de avanzar, Mark me dijo que comiera lo que había traído y que él se adelantaría un poco para intentar descubrir una forma de subir más fácilmente.

Han pasado 20 minutos, terminé con mi comida y veo a Mark, aunque creo que tiene los ojos mas rojos de lo normal.

—¿Estás bien?

—Sí, me entraron mosquitos a los ojos cuando venía de regreso, es por eso que tardé un poco más, intentaba limpiarme con mi agua.

—Oh, está bien, de todos modos acabo de terminar, así que dime qué es lo que viste.

—Hay una ruta, no sé si la hizo una persona o un animal pero está hacia arriba, y por lo que se ve desde aquí no queda mucho para llegar.

—Bien, pues empecemos.

Comenzamos a subir, esta vez sin pausas, al parecer la emoción de Mark por llegar evitaba que se frenara, aunque sus ojos seguían rojos... supongo que limpiarse le ayudó pero seguirían irritados un rato o algo así.

Tormentas en MertensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora