Prólogo

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La anciana se recostó en la vieja mecedora ubicada en medio de la terraza de su casa, le gustaba ese lugar, era cómodo y reconfortante, además podía ver claramente lo que sucedía en el jardín donde jugaba su nieta. «Cuando tan sólo eras una bebé» suspiraba al recordar esos bellos momentos, «Es inexplicable lo que sentí al tenerte en mis brazos, nadie más si no yo, sabe lo que se siente, verte tan frágil y necesitada de protección, solo yo».

La niña jugaba entretenida, después de todo necesitaba rescatar a la princesa que se encontraba prisionera en el castillo, y el valiente caballero que tenía en sus manos sería el valeroso rescatista. La vez anterior la princesa se había rescatado sola y se había enamorado del dragón.

―¡Oh hermosa princesa! He aquí tu salvador, lucharé contra el gran dragón a cambio de tu amor ―tomó el pequeño muñeco de plástico y lo acercó al oso de peluche verde que ella llamaba "dragón"―, ¡Dragón! Ha llegado tu fin, prepárate para ser vencido ―esta vez soltó al caballero y tomó al oso e intentó hacer un rugido―, ¡Osas desafiarme débil muchacho! ¡Pagarás cara tu insolencia... ―su maravillosa historia fue interrumpida por las burlas de tres niños que le hablaron desde la acera.

―Tu, niña ¿a qué estás jugando? ―dijo el más bajo que era algo gordo, mientras hablaba comía una chocolatina y se embarraba las mejillas.

―Princesas y dragones ―respondió.

―Cosas de niñas ―dijo el alto, tenía el cabello rubio y los dientes separados―, pero que ojos más raros tienes ―Ella pensó que era muy feo e hizo una mueca de desagrado.

―Tommy mírale los ojos, son morados.

―No seas tonto, son lila ―respondió ella un poco fastidiada, le enfurecía que dijeran que sus ojos eran morados.

―Son unos ojos muy raros y lindos niña ―comentó el que parecía mayor―, ¿cuántos años tienes?

―Ocho, pero no debería decírtelo, ustedes son unos extraños.

― ¡Oh! si ese es el problema, mucho gusto, mi nombre es Roger, el dientón es Tommy y el gordito es Bob.

― ¿Y tú cuántos años tienes? ―desde la terraza, su abuela vigilaba con cautela lo que los niños hacían.

―Tengo once, Tommy y Bob tienen diez, ahora ya no somos extraños, sabes nuestros nombres y también nuestras edades y podemos ser amigos.

―Pues aún son extraños para mí.

―¡Deja de hablar con esa niña rara Roger! ―dijo una niña a espaldas de él― es una creída porque tiene los ojos lila, pues yo creo que son muy feos.

Al oír eso, Charlotte se enfureció tanto que lanzó al suelo sus muñecos de plástico, se levantó rápidamente y se acercó a la niña castaña que la insultó, su abuela por otra parte seguía observando esperando el momento perfecto para intervenir, pacientemente se fijó en como Charlotte agarraba del cabello a la otra niña que parecía mayor, a pesar de eso, su nieta era casi igual de alta y fuerte. «Ya es hora, la dejará sin pelos, esta niña tiene madera de guerrera» pensó e inconscientemente sonrió mientras se acercaba.

―Basta ya Charlotte, suéltala es suficiente —la aludida obedeció a regañadientes, con unos cuantos mechones de cabello en las manos.

—¡Eres una salvaje! —le gritó la niña.

—¡Y tu una tonta debilucha!

—¡Basta ya! —las regañó—, ese no es el comportamiento adecuando de unas señoritas, Lucía, ve a tu casa y piensa bien antes de hablar si no quieres perder más que sólo cabello en tu vida —Lucía la miró con resignación y tomó del brazo al tal Roger y los otros dos niños los siguieron entre risas. Charlotte salió corriendo hacia su habitación dejando sus juguetes en el suelo. «Estos niños son tan detestables, pobre mi niña», con cuidado recogió los juguetes y la siguió.

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⏰ Última actualización: Apr 09, 2016 ⏰

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