Capítulo 17: "Siempre vale la pena esforzarse".

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Juro que hay veces en las que no quiero continuar. En las que me pregunto por qué estoy haciendo lo que hago. Nadie me obliga a permanecer aquí. En realidad, nadie quiere que permanezca aquí. Todos aparentan estar muy orgullosos cuando no es así. Sé que la mayoría de las personas que conozco, se averguenzan y no veo el motivo de tal sentimiento. Porque todos sabemos que ya nada volverá a ser lo mismo, ni si quiera yo volveré a ser la misma una vez todo esto haya terminado. Porque lo veo en sus ojos. Todos evitan el tema, nadie me pregunta por él. Y cuando creía haber tenido una pizca de apoyo, todo se derrumba.

Las columnas de piedra que sujetan el pesado techo cada vez son menos. Hace tiempo se derrumbó una columna y hoy se destruye otra. Mañana habrá otra menos, hasta que el techo acabe cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. Cuando el techo de cristal esté hecho añicos en el suelo de marmol, tendré que pasar descalza, puede que mis pies mueran en el intento; es seguro, lo harán.

Michael me ha dejado. Es mejor decirlo de un tirón. Pero ese no es el problema. El problema es la razón: él, al igual que yo, ya estaba harto de los comentarios sobre nosotros. Todas las semanas había algo relacionado conmigo que lo involucraba a él, y Michael odiaba eso. Ahora estoy sentada en el suelo frío de mi habitación, con un libro en las manos, el de geografía concretamente. No tengo ánimos para estudiar. Lucy está siendo operada ahora mismo y miles de palabras ofensivas contra mí estarán saliendo de bocas idiotas que no comprenden por no estar allí con ella.

Le he dado el móvil a mi madre y le he dicho que lo guarde en uno de sus joyeros, pero le he pedido por favor que no me diga dónde está y, que por mucho que suplique después, que no me lo dé hasta que hayan pasado dos días. Ella me ha hecho caso y lo ha escondido. En realidad, ha sido una buena idea pero a la vez una mala: me mantendrá alejada de todas las redes sociales, pero, ¿cómo me comunico ahora con las Red Shoes o con Allan? Los he llamado desde el teléfono fijo de mi casa y les he dicho que si quieren algo que me llamen a este número, pues no estoy dispuesta a rescatar mi móvil del joyero —el cuál sé perfectamente dónde está: el altillo del armario de la antigua habitación de Lauren— de piel de mi madre, durante los dos próximos días.

Las capitales de los innumerables estados de Estados Unidos de América siguen sin quedarse grabados en mi cabeza y estoy empezando a desesperarme. En un arrebato de rebeldía y contradicción: me levanto, cierro el libro y lo tiro al suelo, bajo por las escaleras corriendo y salgo de mi casa. Oír los gritos de mi madre detrás de mí mientras cruzo mi jardín es una descarga de adrenalina que necesitaba, es increíble. El viento frío de la calle me golpea en la cara. Me cuesta un tiempo reaccionar, todo el mundo me mira y no sé porqué. Entonces me doy cuenta de que no me he peinado, imaginaos mis pelos; llevo puestas unas chanclas de verano, pues fue el primer par de calzados que vi antes de salir corriendo de mi habitación; y, gracias a Dios, llevo puesto un chándal, ya lo que me faltaba era salir en pijama a la calle para estar al segundo en todas las páginas de Internet y en todas las redes sociales.

Cuando termino de escanear la situación, logro desengachar mis pies del suelo y empiezo a correr a toda prisa hacia el hospital. Una vez en los patios y jardines de éste, me dirijo a la entrada principal y entro a toda prisa. Subo a la segunda planta por las escaleras, tropiezo con mis propios pies dos veces, y me choco con cuatro personas. Busco con la mirada a mis amigas, y allí las veo con Allan. Gemma es la primera en verme y me sonríe pero no se acerca a mí, lo cual me parece muy extraño. Ando rápido hasta ellos y abrazo a Allan primero ya que hace bastante tiempo que no lo veo.

—Hola, ¿qué tal estás? —Me dice sonriendo.

—Muy bien, ¿y tú?

—Bien, bien.

—¿Y Anais y Ashley? —Le pregunto por sus hijas gemelas.

—Perfectamente, dentro de cuatro días es su cumpleaños.

El Susurro de AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora