Único ‧ Carta de chocolate.

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〩 HENXIAO。 ❜
Romance, fluff, angst y algo de tristeza.
─ No copias ni adaptaciones.

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Wong Kunhang jamás había sido fanático de las cosas acarameladas. Es más, casi las detesta. Casi, porque él no es de ese pedazo de la población que puede vivir bien su vida sin algo de chocolate o paletas. Sí, él odiaría los dulces en su totalidad de no ser por esos caramelos de fresa o leves dosis de chocolate que le hacen la vida. Sí, él es un chico relativamente normal, no como nosotros, los obesos.

Pero, es que también el jodido Wong Kunhang, contaba con la fortuna más grande de éste mundo: Poseía un dulce único y perfecto; uno que jamás se acababa, que no lo engordaba, y que podía consumir casi siempre que deseaba. Y ese dulce, señores y señoras o jóvenes y jovencitas; era nada más y nada menos que Xiao Dejun.

Oh, maldito suertudo. Ese es el único dulce en el cual Kunhang puede embriagarse, el único que desea a todas horas y el único por el cuál es capaz hasta de desheredar su propia fortuna -la cual, no es poco- con tal de tenerlo por siempre con él. No, no es nada psicópata u obsesivo, pero no quiere que Xiao Dejun le deje jamás. Kunhang estaría perdido sin él y lo sabe. Así que, casi siempre terminan haciendo lo que Dejunnie quiere. Y eso está bien para ambos.

¿Romance tóxico? No, nada de eso. Pero es que Kunhang tenía muchas malas costumbres antes de conocer a Dejun. Al inicio, él aplicaba la metáfora del cigarrillo y Dejun sería el parche de nicotina, pero sinceramente, el bajito no era un parche de nicotina en lo absoluto. Porque esos sólo te abstienen, pero a veces no son suficientes. Xiaojun era mucho más que eso. Con Xiao, el mundo bastaba. No necesitaba nada más, él podría avanzar como gorda buscando los carritos de tamales y de atole; sí, orgullosamente él se podría comparar a eso.

Xiao era más un caramelito que cuando se enojaba, era de agrio limón; cuando estaba feliz sería la cereza más dulce y cuando estaba excitado, sería esa combinación de dulzura y acidez que algunos dulces dejaban para entumirte la boca y enamorarte de esa sensación. Sí, Dejun era más que nada un caramelo. Uno que venía en diversas presentaciones, pero que al final, resultaba a razón de lo mismo; dulce, exquisito, tentador y adictivo. Esas eran las palabras que definían a Xiao Dejun. Además de que claro, Kunhang tenía permiso de comérselo cuando quisiera. Y sí, hablamos del doble sentido.

Había muchas cosas que resaltar de Xiao, cosas que eran lindas y con sabor acaramelado y que Kunhang estaría orgulloso de poder mencionar. Pero, por respeto a la privacidad de su Xiaojunnie, él sólo mencionará unas cuantas.

En primer lugar, su sonrisa.

Xiao Dejun tenía la sonrisa más dulce que el mundo pudo haber concebido jamás. Kunhang juraba que, la vez en que lo vio sonreír él simplemente decidió fotografiarlo -gracias a Dios, Yangyang lo había dejado encargado de su cámara- y se dispuso a ir a la galería de obras artísticas de la pequeña ciudad para preguntar si podrían colgar esas fotos por ahí. Merecían estar, y la verdad se enojo demasiado cuando le dijeron que no. Esa sin duda, fue una de las ocasiones más vergonzosa pero importantes por las que Xiaojun pasó. Porque fue ahí, cuando conoció a su querido novio.

La segunda cosa: Sus ojitos.

Los ojos de Xiaojun eran color chocolate como los de la mayor parte de la población. Nada nuevo e interesante según Qian Kun. Pero es que él no lo entendía. Porque en el día, los ojitos de XiaoJun brillaban como chocolate con leche en los anuncios de la marca Carlos V. Y eso era fascinante, hermoso y distractor. En la noche, los ojos de Xiaojun eran chocolate oscuro, ese de la marca Hershey que, al morderlos -y en éste caso, al verlos; porque que turbio pensar en morder ojos, mal ahí gente-, entume tu boca de forma placentera y algo emocionante. Ese efecto causaba Dejun en Kunhang al verlo con esos ojos chocolatosos.

El chico de caramelo ☆ 甘いDonde viven las historias. Descúbrelo ahora