10

324 38 12
                                    

Pequeña nota: siempre tengo un capítulo listo de respaldo antes de actualizar el siguiente, pero esta semana no tuve mucho tiempo ni inspiración para terminar el que le sigue a este :( lo bueno es que está por la mitad, supongo.

--- --- ---

Así que la familia de Asaf estaba en casa...

Eso no debería ponerme tan ansiosa como estaba, ¿No? Es decir, sólo tenía que ir ahí y convencer a la madre y al padre de Asaf que éramos pareja.

No podía ser complicado.

Ellos no podían ser tan difíciles.

Lo malo, es que Asaf dijo que ya lo intentó con alguien. Y se dieron cuenta.

Apreté los labios y sujeté su mano con más fuerza, realmente ansiosa. Había mucho en juego, así que tenía que ser convincente.

Me concentré en repasar mentalmente pequeños detalles que los novios harían mientras Asaf me guiaba por la casa. Sujetar manos, dedicarse sonrisitas atontadas e interactuar como pareja parecía ser suficiente.

No había tenido un novio en mi vida, pero sí había leído lo suficiente como para hacerme una idea de qué hacer.

En conclusión, empecé a agarrar confianza en mí misma. Respiré hondo cuando Asaf me dedicó una corta mirada —para verificar si no me había espantado de camino— y decidió que era mejor entrar en la sala sin previo aviso, encontrándonos con su familia.

El olor a colonia cara inundó mis sentidos casi tanto como las carcajadas tiernas de una pequeña niña de largos rizos dorados que estaba disfrutando de las muecas que le hacía Grayson, sentado en el suelo frente a ella. En un sofá, mientras Lissie dejaba la comida en una pequeña mesa, estaban los padres de Asaf.

Su madre era una mujer hermosa y elegante. Llevaba tacones y un bonito atuendo formal y su cabello era menos dorado que el de la niña. Sin embargo, por mucho que sonreía cada vez que su hija se reía, se me hizo imposible ver su parecido con Asaf.

No se parecían en nada. No físicamente.

Por otro lado, Asaf parecía una copia de su padre. Decir que se parecían les quedaba corto. Tenían el mismo cabello castaño, la misma nariz y los mismos ojos color miel, y aunque Asaf era un poco más alto y delgado —y jóven, claro—, era evidente que eran parientes.

La madre de Asaf fue quien nos notó ahí, observando.

—¡Hijo! —se levantó, sonriente y se acercó para abrazarlo. Seguía pensando que era radiante—. Te extrañé tanto, mi niño.

Asaf le devolvió el abrazo, soltando mi mano para sobar su espalda. Él sonrió un poco, algo incómodo.

—Nos vimos en navidad, mamá.

—Navidad fue hace meses, Asaf —lo apretujó más en sus brazos—, pero veo que te has vuelto más antipático, para variar.

Ella se soltó de él, con una sonrisa divertida, y me dedicó una rápida mirada cómplice antes de girarse hacia su esposo, haciéndole un gesto insistente para que se acercara.

Por un momento, tuve la sensación de que ella sabía quién era yo incluso antes de llegar aquí. ¿Asaf le habrá dicho que...?

—¡Cielo, ven a saludar a tu hijo! —lo llamó, emocionada.

El padre de Asaf no tardó mucho en levantarse del sofá, despegando los ojos de su hija, y acercarse con un gesto neutro. Asaf y él se vieron varios segundos que se antojaron tensos hasta que su padre decidió romper con el silencio, mirando a su alrededor.

Asaf y la alerta auxilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora