Panacea Universal

Ochenta y seis

—Buenos días, Tom... —saludó una alegre Diana.

—Hola, Di... —habló él—. ¿Cómo estás?

—No me puedo quejar, tenemos teatro lleno para hoy también... —respondió contenta—. ¿Qué hay de ti?

—Bien, traigo a Bobby... —levantó la correa para enseñarle.

—Así veo... te ha cambiado la cara desde que lo tienes... —dijo sonriendo.

—Es un gran amigo... siempre tiene energía, a diferencia de mí... —farfulló él.

—Vamos Tom... debes poner de tu parte... —habló poniendo su mano sobre el hombro de él.

—Lo hago... pero es difícil... —musitó con un tono de hastío.

—Deberías buscar un terapeuta por mientras estás aquí en New York...

—Harold es mi terapeuta... —la interrumpió.

—Lo sé... entiendo cuan bien te cae Harold... pero... —se debatió entre si hablar o no—. He vuelto a oler el alcohol en ti desde que vinimos a Estados Unidos, Thomas...

—Son solo unas copas de vez en cuando... —susurró él.

—Son más que solo unas copas... estoy segura de ello...

—Cumplo con mi trabajo todos los días, Diana... discúlpame que te lo diga de este modo, pero eso es todo lo que debe importarte a ti...

—Lo siento, Tom... no volveré a molestarte... —manifestó ella—. Ah, una cosa más...

Dio un paso en su dirección.

—Te recomiendo ir al médico uno de estos días... —lo observó con parsimonia—. Luces bastante delgado y.... bueno, uno nunca sabe... un chequeo completo de vez en cuando no le hace mal a nadie... es lo que tu chica habría querido si te hubiera visto así...

Él simplemente asintió, y se dio media vuelta para entrar a su camerino, en compañía del amigable Bobby.

—Un doctor... —bufó mientras tiraba su mochila sobre un escritorio—. Un doctor no me devolverá a Amelia...

Mientras Tom revisaba su correo, y hacía algunas llamadas importantes, Bobby jugaba con un juguete de plástico que el inglés le había comprado, estando exento de todos los pensamientos y problemas de su amo, que en más de una oportunidad alzó la voz con fuerza en dirección al teléfono.

Por esa misma hora, Amelia dormía apegada al matemático, quien la miraba con tranquilidad y cariño, aprovechando que ella seguía profunda en el sueño.

La había tenido entre los labios, y nada había sido tan placentero para él en toda su vida como aquello.

La misma lluvia que los tomó por sorpresa la noche anterior, seguía azotando durante esa mañana, pero con menor intensidad, incluso pareciendo que pronto iba a ceder.

Amelia, quien seguía vistiendo sus gruesos ropajes en contra del frío, se removió entre sus brazos, señalando que estaba escapando del universo alterno de los sueños.

—Ben... —murmuró abriendo los ojos.

—Hola... —respondió mirándola—. ¿Cómo dormiste?

Ella sonrió cerrando los ojos nuevamente.

—Bien... no tuve frío... así que muchas gracias...

—Fue recíproco... —musitó él.

La mujer se sentó y comenzó a quitarse un poco de ropa, quedando simplemente con su pijama.

—¿Aún no para de llover? —inquirió sorprendida.

—No... pero no tarda, es solo una llovizna lo que hay ahora...

—Eso espero...

Amelia sacó la cabeza por la entrada de la tienda, y la volvió a meter devuelta en un segundo.

—Creo que tendremos que adelantar la vuelta a casa... —habló mirándolo—. Ni en sueños podremos hacer un fuego decente para cocinar nada hoy...

—Tenemos comida enlatada...

—Ben...

—Métete a la cama... —la jaló de un brazo—. Es temprano todavía...

—Ya son las diez... —lo miró divertida.

—Temprano... —habló mientras ella se recostaba junto a él—. En un rato ordenamos todo, y tomamos el primer tren que encontremos...

—Está bien... —musitó sonriendo, mientras se volvía a meter dentro del saco, y cerraba los ojos.

—Amelia... —la llamó.

—Uhmn... —murmuró ella sin abrir los ojos.

—Put your head on my shoulder... —cantó cortamente.

Ella solo sonrió, y se recostó en el pecho de Ben, mientras él la envolvía entre sus cálidos brazos. 

Don't forget to ★

✒Mazzarena