Why do my tears taste like salt?

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Parte Única


No lo entiende, no sabe por qué, pero lo detesta. Está cansado y adolorido no evita bajar la mirada para encontrarse con una venda mal puesta manchada de rojo. Deja escapar un pesado suspiro, siente la punzante necesidad de levantar la mirada, pero, no lo hace. Recorre la habitación de reojo sin mover realmente la cabeza, evitando estratégicamente una mancha blanca y rojiza frente a él.

Sabe lo que es y por eso no lo quiere ver, pesa sobre su alma y por eso no lo puede ver, duele en todo su ser y por eso, lo debe ver.

Lentamente mueve su cabeza dejando que sus pupilas miren sin ver. Él no lo reconoce, aunque, en la punta de su lengua está grabado su nombre; en la punta de su lengua, en el fondo de su mente, en la carne de su corazón, oh... palpita, escucha una burla lejana, se ríe de si mismo.

Esta demasiado cansado para hacer algo y mira el arma a su lado, en ese filo también hay un nombre grabado. Aunque no es el suyo. No es aquel nombre que hacia suspirar, de admiración, de amor, de hastío, de burla, de calidez, de odio, de dolor...

Dolor. Es un amigo cercano, lo había dejado de frecuentar hace un tiempo, pero ahí estaba otra vez, recordándole lo maldito que es. Aunque no es el único ingrato que se burla de él, dos puntos grises inmóviles en la habitación penetran su ser.

Ah, es una escoria y eso no lo iba a negar, aunque tampoco es como si tuviera alguien con quien discutir sobre sus capacidades morales o psicológicas. Pero lo sabe, siente el odio fuertemente impregnado en ese par de ojos. Deja escapar un suspiro silencioso y cierra los ojos, esta tan cansado.

Sal

Es salado

Y húmedo

Cuando fue la última vez que lo probó. Se siente egoísta, por alguna razón quiere compartir ese sabor.

Acércate, fue la orden no emitida que su compañero obedeció. No quería ver esos ojos, tan, expresivos, sabía que si lo hacía ahí mismo iba a morir. No porque el otro lo atacara, sabía que jamás se atrevería a dañarlo, pero los sentimientos encapsulados en esos orbes podían ahogarlo.

Levanto una de sus manos, era pesada, era muy pesada. Deslizó esa misma por su cara, miro su propia mano y la sustancia salada que manaba de sus ojos. Llevo el líquido a la boca ajena e introdujo el dedo sin vacilar y tal como si quemara lo retiro rápidamente acarreando algo de saliva, sangre y una sustancia de aspecto y olor desagradable.

— No soy fan de las cosas saladas – su voz resonó

— No tienes lengua, es imposible que puedas saborear eso – miro al otro esperando una respuesta, aunque sabía que no la recibiría

— ¿Tú sabes porque mis lágrimas saben a sal? He comido suficientes dulces todo este tiempo, desde que era un niño – hizo una pausa y continuo

— Pensé que si comía tantos dulces entonces, su sabor también cambiaría – mientras hablaba una mueca se instalaba en su cara.

Había una presión invisible en su garganta y sus labios no dejaban de temblar. Él pensó cosas, cosas tontas, como si hacer favores a la gente fuera a conseguirle dulces pasteles, pensó y pensó que si una carreta hubiera aplastado su pulgar entonces no podría blandir una espada, pensó que si no hubiera estado desesperado por venganza tal vez... tal vez... él pensó, que si se hubieran conocido mucho antes no estaría llorando tal y como aquella vez, y aquella otra, y la otra.

Si tan solo toda aquella calidez que había sentido los últimos meses no hubiera sido una mentira, si hubiera sentido esa calidez mucho antes, tal vez habría podido identificar ese sentimiento. Como podría a sus 17 años no saber que así se sentía el amor. Que aquellas descargas eléctricas corriendo por su cuerpo no eran odio sino... amor. ¿Cómo podría haber previsto esta situación?

Era un juego para él, era un jodido juego y aun así, aun así daría lo que fuera por continuar donde lo perdió.

Cargar una canasta con verduras, aprovecharse de su ceguera y ganar cada juego improvisado, cocinar sopas calientes y sentarse en compañía, escuchar las pláticas de una niña ciega sobre la gente del pueblo, reparar un techo por la lluvia amenazante, encontrar dulces junto a su almohada cada mañana, entrar a la cocina atraído por el olor y abrazarlo por la espalda, pegar su barbilla en los hombros ajenos, recibir besos húmedos sobre su cuerpo, cepillar aquel sedoso cabello, escuchar su risa, recibir sus labios, tomar y dejarse tomar, enredarse en las sabanas, apegarse tanto a la calidez ajena, tomar los gemidos con su boca y ahogarse en orgasmos.

Pero no podía.

— Tengo cosas que hacer, debo irme – se levantó de donde estaba y acomodó sus túnicas negras

— Límpialo, vístelo adecuadamente, lava cada herida y cambia la venda de sus ojos.

Después de ordenar aquello tomo una bolsa del suelo, la amarró a su cinturón con mucho cuidado, también recibió las dos armas que le pertenecían, la infame Jiangzai y la ahora no tan pura Shuanghua.

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— Eres un desastre ChengMei

— Di lo que quieres

— Tengo un nuevo trabajo para ti...

Los manuscritos de Yiling Laozu

El sello del tigre estigio

La muerte de Chifeng Zun

Song Lan siguiéndolo como un perro

A-Qing

La ciudad fantasma

Mo Xuan... Wei Wuxian

Su alma

Destrozada

No se puede reparar

El general fantasma recupero a Song Lan

Xiao XingChen

Hanguang Jun blandiendo su espada

Su She idiota

Su sonrisa... la sonrisa de XingChen

— Es suficiente, Xue Yang, estas muy cansado

— Xiao Xing...Cheng

— Está bien, ven aquí – extiende sus brazos hacia el buscando consuelo, y Xue Yang se descubre a si mismo queriendo ir, entonces cae.

Su mano se cierra con fuerza y lo siente romperse, es un dulce, uno viejo y sucio.

Ah, son saladas, otra vez.

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EXTRA

Qué triste, no, Xue ChengMei... es, una lástima, mira a tan buen cultivador reducido a esto, de que sirves si ya has perdido un brazo, eres inútil para mí, pero, tal vez aun puedo darte un buen uso...

— Su She... ¿Por qué no te llevas a nuestro querido amigo? Ya no eres de la secta Gusu Lan, olvida eso de la auto regulación, sé que lo quieres

— Oh, LianFang Zun, eres tan considerado

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