CAPÍTULO 11

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El sonido a cascos provenientes de los caballos al trotar y el movimiento oscilante del carruaje que se asemejaba a una caja ya tenían el humor de Jimin convulsionado. La comitiva real llevaba tres días de trayecto desde Giri con dirección a Armembrá, más precisamente al palacio.

Por más que el asiento interior del habitáculo era acolchado, el doncel no se sentía para nada a gusto. No era cosa suya el tener que recorrer grandes distancias en una posición poco grata para su abultado trasero, con paradas contadas, sólo permitidas en las ciudades.

Recordó que el príncipe le solicitó –o más bien casi demandó con insistencia– que viajara con él en su despampanante carruaje de madera, ornamentado con detalles en oro labrado. El vehículo no se parecía en nada a otros del mismo tipo que supo ocupar en diversas ocasiones para visitar a su madre enferma. Éste estaba preparado interiormente con todas las comodidades que alguien de cuna noble podría necesitar en un viaje cómodo y apacible, además de estar bañado en decoraciones por fuera en oro puro, como recordatorio de que cualquier capricho que tuviera la corona sería concedido. El armazón era tirado por cuatro caballos purasangre inmensos y negros, que aseguraban una mayor velocidad en el traslado.

De esa forma, el rubio se encontró encerrado en un espacio reducido con la presencia del hombre que tan confuso lo traía, quien descansaba sobre su hombro, con sus finos cabellos del color del cielo haciéndole cosquillas a su cuello. Sus manos se enredaban en torno a su cintura, aferrándolo como temiendo que fuera a escaparse de su lado.

-Aun no consigo entender qué vio en mí. ¿Por qué es tan amable conmigo? –murmuró Jimin a su contraparte, que se hallaba en sueños. Era incapaz de comprender los motivos por los cuales Taehyung quería arrastrarlo con él. –Si lo vieran a mi lado, su imagen se vería afectada. ¿Por qué no considera eso? ¿Por qué no le importa y hace oídos sordos? Ni siquiera soy tan especial o preciado. Soy un simple sirviente de su Majestad. Como yo hay cientos. Entonces, ¿qué me distingue de los demás?

Taehyung no dejó de colmarlo de atenciones desde que se separaron en el gran salón, absorbiendo todas las responsabilidades. Desde convencer a su institutor de que continuara su oficio en Armembrá hasta de renovar el stock de vestimentas disponibles en el humilde armario del doncel.

Jimin lanzó un hondo suspiro.

No negó que la sensación de cargar con ropa decente por primera vez en su vida era reconfortante.

Palpó la camisa de seda que resbalaba por su pecho, uno de los tantos regalos que se le fueron facilitados. Destilaba sedosidad y lujo a lo largo de cada centímetro. Su color rivalizaba en pigmentación tanto con el cabello del individuo a su lado como con sus propios ojos. Nada con qué compararse a las desvaídas camisas de algodón que solía llevar. Podría volverse su favorita desde que Taehyung le prometió que junto a él usaría telas de la más fina calidad con exclusividad.

De inmediato, respiró el aroma animal que destilaba su abrigada caperuza nueva. La piel de oso pardo era una de las más codiciadas entre los adinerados para lucirla y vanagloriarse por su exclusividad, y un niño de campo como él tenía la fortuna de poder resguardar su cuerpo juvenil del frío exterior con ella.

Como estas, otras prendas más descansaban en el interior de un baúl en el doble fondo del carruaje, esperando ser estrenadas por su nuevo propietario, que jamás se sintió tan... decente. Cualquiera que lo viera pensaría que, por su aspecto físico y sus ropajes, era el hijo de algún terrateniente.

No obstante, la opulencia era un beneficio que debía pagarse. Así lo hizo durante cada kilómetro de extensos caminos. La necesidad de cercanía que demandó el príncipe no pasó desapercibida para el muchacho Park, que no estaba acostumbrado a relacionarse con otros hombres.

Kivara (Kookmin / Vmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora