Luego de algunos sorbos, yo sigo en pijama y Kyle está cantando (si es que sus alaridos pueden considerarse cantar). Mi padre ya abrió la puerta de mi cuarto dos veces para asegurarse de que no estuviéramos drogándonos. La segunda vez Kyle le insistió en que probara la bebida que trajo y mi padre puso una cara de asco antes de decir:
―Niños, ustedes no saben lo que es una buena bebida, tienen que tomar un vino tinto, no esta porquería... parece alcohol etílico.
Escuché a mi madre acotar atrás suyo:
―Harry, en nuestra juventud también tomábamos esas porquerías de cerveza y deja de acecharlos. No van a drogarse. Confiamos en Amber.
Mi padre refunfuñó y olfateó el ambiente para asegurarse.
―Me iré, pero recuerden que yo los llevo hasta la fiesta y si no pueden hacer el número cuatro con las piernas, no van ―amenazó y se fue.
Agarro dos vestidos de mi armario, uno blanco y otro rojo.
―Bueno, ¿Cuál me pongo? ―le pido ayuda a Kyle.
Él los mira con atención, yo me llevo uno al cuerpo y luego el otro para que pueda compararlos.
―Me gustan ambos.
―No, tienes que elegir uno.
―¿Puedo vértelos puestos para decidir? Realmente me desconcentra verte con el vestido rojo y debajo un pantalón de felpa con conejos saltando.
Yo exhalo porque no tengo ganas de hacerlo, pero de todas formas me dirijo al baño a probarme el vestido blanco. Este vestido es fácil de poner porque es suelto, así que me quito el pijama y me lo pongo por la cabeza. Acomodo mi cabello castaño y me echo un vistazo al espejo. No estoy bronceada así que el blanco no me favorece porque mi piel esta pálida, pero de todas formas me gusta. Las tiras de los hombros tienen arandelas doradas, y el escote se me acentúa tanto que sé que Lily me diría que me pusiera este vestido a toda costa.
Antes de salir, noto mi perfume en el lavabo y no puedo evitar ponerme en el cuello.
Me apresuro a salir del baño porque siento un poco de frío.
―¿Qué dices? ―le pregunto a Kyle dando una vuelta.
Él me mira fijamente y asiente aprobándolo.
―Definitivamente ese.
―¿Estás seguro? Todavía no me probé el rojo.
―Estoy seguro.
―No puedes estar seguro si nos has visto las dos opciones.
Se lleva las manos detrás de la cabeza y se acomoda mejor en la cama.
―Bueno, ve y pruébate el otro vestido, pero si después no sé cuál elegir no me culpes. Lo mismo me sucede cuando me preguntan "dulce o salado".
Me río y agarro el vestido rojo. Rápidamente me cambio, pero no logro que calce del todo bien ya que este tiene un cierre en la espalda que no llego a cerrar completamente.
Veo mi reflejo y de repente me siento nerviosa porque siento que es demasiado, muchas veces lo descarto porque no me siento completamente segura al usarlo. Es ajustado, no de una manera particularmente osada, pero no suelo usar ropa tan ajustada así que no estoy acostumbrada a vérmelo puesto. Se ajusta en mi pecho, soltándose un poco en mi estómago para volver a ajustarse en mi trasero y en mis piernas. El vestido me llega hasta los muslos. Es un rojo intenso con el cual no hay manera de pasar desapercibida. Coloco mi cabello por delante de mis hombros para sentirme menos expuesta, aunque no sirve de nada, mi pelo no es lo suficientemente abundante como para sentirme más segura.
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La Consejera
RomanceDesde hace tres años tengo un blog llamado "La Consejera". Doy consejos sobre lo que sea, dando mi opinión y mi punto de vista, pero sobre todo escuchando a quien necesita desahogarse. Nunca había recibido una queja o un reclamo. Supongo que siempre...