VI. Hold on to me

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"No one has ever loved you
more than this..."

Hold on to me fragment by Mondo Cozmo

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La salita de estar era muy pequeña, pero daba una impresión de enormidad por el gran ventanal al frente de la puerta de madera con mirilla por la que entramos. Del lado izquierdo, una columna que dividía una pequeña cocina de la sala y en el pasillo dos puertas, una la del baño y la de una habitación. Al fondo podía apreciarse un estudio, del que la puerta estaba abierta y podía apreciarse infinidad de cajas selladas. Las paredes eran de un tono entre perla y hueso. Sonreí al pensar que era un detalle absurdo e insignificante.

- Es muy bonito – exclamé con sinceridad. Me emocionó saber dónde vivía el profesor Solo antes de casarse y trabajar en la universidad.

- Me alegro que te guste. Por cierto, disculpa el desorden – y dejó algunas cosas sobre el comedor vacío. No había ni una voluta de madera ni una pelusa en la alfombra de la sala.

- ¿Desorden? Por favor, esto parece un museo – y sonreí. El profesor me devolvió la sonrisa y no pude evitar quedarme embobada un segundo. Y sucedió algo entonces con nuestras mentes. Sentí que algo en mí se movió, como cuando repentinamente sentimos que tiembla. El profesor dejó caer su portafolio, que se precipitó estruendosamente contra la duela que no estaba cubierta de alfombra. El sonido me obligó a concentrarme en el suelo y escuché con claridad su voz y la de otra persona. Él escuchó exactamente lo mismo y se quedó frente a mí, petrificado, con las manos temblorosas.

"... ¡Has matado a mi hijo! ¡No sólo me obligaste a matar a mi padre, has matado ahora a mi hijo!

- ¡He matado al producto de tu unión con esta chatarrera! ¡Deberías estarme agradecido, sobrino! Hay otras damas jedi que pueden darte lo que necesites ..."

Lo miré con los ojos muy abiertos, casi catatónica. Por algún motivo, aquellas palabras removieron algo en mí, que me obligó a romper en una especie de llanto histérico.

Acababa de romper mi matrimonio.

No tenía a nadie. Nadie en quien confiar. Nadie a quien considerar mi mejor amigo. No había nadie más.

El profesor me miró un momento, profundamente conmovido y en silencio se sentó a mi lado en el mullido sofá. Su mano de nuevo se deslizó sobre la mía, y sin acariciarme, sin tensión, sólo con su mano sin ardor sobre la mía, permaneció así.

- No sé qué es lo que pasa con nosotros. Reyleen, todo esto es muy confuso para mí. Pero ¿Lo escuchaste, no es cierto? Pudiste escucharlo – Afirmó mientras yo asentía.

- ¿Por qué? ¿Cree en la... Reencarnación y esas cosas? – Había pasado las últimas noches de la semana anterior investigando sobre el tema, como si siquiera pudiera considerarse un tema serio.

- Rey- murmuró entonces con la cabeza baja – Perdona que te llame así, pero ¿sabes? He escuchado tantas veces tu nombre en mi cabeza y nunca es Reyleen. No digo que no sea un lindo nombre, pero... Tu nombre es Rey. Siempre es Rey esto, Rey lo otro. Puedo verte de muchas formas en mi mente. Tú... - dijo indeciso – tienes una marca en el brazo. Una marca de una herida que... Yo te hice – y me tomó el brazo izquierdo levantándome la manga. Justo en donde el antebrazo divide el codo y el brazo, una cicatriz de unos siete centímetros se lograba apreciar. Lo miré asombrada. No usaba casi nunca blusas, pero quizá me había visto esa cicatriz alguna vez en la universidad.

- Usted pudo verla alguna vez en la universidad... - argüí en voz alta.

- ¿Cómo te la hiciste? – Dijo, sagaz.

The moment for chaos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora