Capítulo 9

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La Ethopskos se hallaba a la deriva en medio del nexo que une las distintas épocas. Una y otra vez, empujada por la fuerza temporal, se desplazaba en un movimiento continuo desde el punto donde se origina el tiempo hasta el lugar donde deja de existir.

El sistema de posición de la nave hacía varios ciclos que se había apagado. Por eso, durante mucho tiempo, la flota destinada a recuperarla no fue capaz de localizarla. Sin embargo, después de un largo tiempo surcando la línea temporal, después de una búsqueda angustiosa, por fin daban con ella.

En el puente de la Shosphis, la nave más poderosa de la flota, la única que podía rivalizar con la Ethopskos, se encontraba el oficial al mando de la misión. Este, con las manos entrelazadas y la barbilla apoyada ligeramente en ellas, mantenía la mirada fija en el monitor que le mostraba aquello por lo que había tenido que estar largo tiempo alejado de la ciudadela del final del tiempo; aquello que lo había apartado de su familia.

—Woklan... —susurró.

Las compuertas del puente se abrieron y Vhaert, uno de los mejores técnicos en la recuperación de datos en inteligencias artificiales dañadas, entró a paso ligero, se cuadró al lado del oficial y dijo:

—Señor, hemos iniciado el protocolo de abordaje. —Al ver asentir a su superior, destensó la postura y continuó—: Los sistemas de la Ethopskos están inutilizados. Creemos que o han sido destruidos en una confrontación o que han sido dañados intencionadamente. —Pulsó una secuencia numérica en el teclado táctil que portaba adherido al antebrazo—. Hemos medido los impactos en el casco y los datos son extremadamente ambiguos. —Hizo una breve pausa—. Hasta que inspeccionemos el interior, lo único que podemos afirmar con seguridad es que la inteligencia artificial de la nave ha muerto.

—¿Muerto...? —Se acarició la barba.

El único hombre en la Shosphis que tenía la suficiente confianza para tutear al oficial de la misión, Ghardat, el responsable del control del armamento de la flota, se levantó de su puesto de mando, se acercó y dijo:

—Dheag, debemos actuar con cautela.

El oficial cerró los ojos un par de segundos, inspiró por la nariz y respondió a su amigo:

—Tienes razón, estamos demasiado involucrados emocionalmente... —Los músculos de la cara se le tensaron—. Lo que sucedió... —Ladeó la cabeza y se quedó mirando las luces del panel de comunicaciones—. Hemos perdido mucho... —Por unos instantes, los brillos lo mantuvieron en un estado casi hipnótico—. Repararemos la Ethopskos, inutilizaremos la maquinaria de destrucción de líneas temporales y la llevaremos a la ciudadela del final de tiempo. —Miró a Ghardat—. Nadie más va a jugar a ser Dios.

Antes de volver a su puesto, su amigo asintió y le dijo:

—Tened cuidado ahí dentro. Quizá ahora las lecturas sean normales, pero no sabemos si dentro de la nave el tejido temporal continúa resquebrajado. A lo mejor la paradoja no se ha cerrado del todo.

Dheag miró a Ghardat mientras se sentaba delante de los controles de armamento y pensó:

«Woklan... Maldito bastardo».

Tras un par de segundos, se puso de pie, movió la mano para que lo siguiera Vhaert y caminó hacia el ascensor que comunicaba el puente con la plataforma de despegue. Durante el minuto que duró el descenso, el oficial y el encargado de recuperar la memoria de la inteligencia artificial se mantuvieron callados, sumidos en sus pensamientos.

***

En otra parte de la línea temporal, un hombre que llevaba largo tiempo buscando el origen del caos que se había desatado en las distintas realidades, tecleó unas coordenadas y dirigió su nave hacia la ubicación en la que se encontraba la flota y la Ethopskos.

Entropía: El Reino de DhagmarkalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora