•CAPITULO 7•

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>Evan<

Desperté con un fuerte dolor en el pecho y cabeza, mi movilidad era tan nula que apuesto era imposible de ver si no se analizaba detenidamente.

—Ramiro —Lo miré a mi lado, pero no se veía nada bien—. Levántate.

Intenté mover su brazo, pero lo único que logré fue caer al suelo provocando que todo mi cuerpo doliera, al parecer mi caída se había escuchado porque llegaron dos enfermeras a auxiliarme.

— ¿Te lastimaste algo? —Negué e intenté ponerme de pie por mi cuenta, pero fue inútil.

Apuesto que estaba tan mal porque la linda enfermera de cabello castaño me veía preocupada y ella siempre traía una sonrisa de felicidad.

—¿Cómo te sientes? —Checó mis pupilas con una pequeña lámpara.

—Tengo mucho frío —Agarre un extremó de la sábana para cubrir mi pecho desnudo.

—Tienes fiebre, pero estás combatiendo todo con normalidad.

—La cirugía, puede que...—Intenté sentarme para mostrar mis costillas, pero me lo impidió con una mano.

—Lo sabemos —Revisé mi costado y el vendaje era nuevo—. No era una infección muy grave como tal, solo que tu cuerpo no sabía qué atacar.

—¿Qué sucede con él?

—Ambos perdieron el conocimiento, aún no sabemos por qué, pero fueron los únicos con este padecimiento.

Sentí una sensación horrible y las ganas de vomitar eran parte de mí, logré hacer algo de señas y una de las enfermeras me acercó un balde donde pude hacerlo.

—Me siento de la chingada —Toqué mi estómago dando un pequeño apretón, es como si un poco de presión ayudará al dolor—. Me duele el pecho, el estómago y la cabeza, juro que si sigo esta lista no voy a terminar.

Mientras subían la dosis de analgésicos lo observé con detenimiento, no se veía como el Ramiro sonriente que hasta ahora he visto.

—Hagan que despierte.

—Lo intentamos, pero no funciona así —Estaba preocupado por él y por si despertaría—. Cada cuerpo reacciona diferente y tenemos que esperar a que despierte por su cuenta.

Volví a tomar el balde en dónde de nuevo vomité, me sentía fatal y aunque esa sensación ya la había sentido antes, se sumaba fuertemente la angustia de verlo a mi lado sin saber nada.

—Voy a venir a verte cada veinte minutos si es que hay complicaciones.

—Sí, gracias.

Las enfermeras se fueron un poco desanimadas; intenté moverme, pero era en serio cuando decía que me dolía todo el cuerpo.

—Puedo hacerlo —Sostuve con fuerza las sabanas de mi cama y con una mano me apoyé de la pequeña cajonera a mi lado

Reuní todas mis fuerzas y me levanté, la distancia entre las camas era diminuta, pero a mis capacidades le parecieron metros,

—Ramiro —apreté su pierna con algo de fuerza—. Despierta, que aún no recorremos el hospital.

—Y sé que soy pretencioso con la vida, y puede que me consideres un tanto egoísta, pero quiero conocerte, quiero descubrir más sobre esa sonrisa tan estúpida y loca que tienes.

Observé un poco de las fotos en sus cuadros y me di cuenta de su verdadero talento, ese talento que parecía ser de un profesional.

—Y no entiendo nada, absolutamente nada de la vida, porque solo me he concentrado en sobrevivir, así que tal vez no tenga mucho que compartir contigo —no sabía qué estaba diciendo o si era coherente—. ¿Te parece ayudarnos a conocer las emociones?, No importa que sea mala o buena.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora