21. Joya de Familia

215 20 1
                                    


2 años después


No estaba lista.

El avión aterrizó y sentí a mi estómago en la garganta. No había sido coincidencia que todo ese día en mi lista de reproducción musical haya repetido las de Iggy Pop. Todavía conservaba esa camiseta, pero me limitaba a usarla solo para dormir.

Sostuve mi bolso muy fuerte, plantando las uñas en el costoso cuero de Chanel. Pensaba que quizás de esa forma, podía desfogar mi ansiedad sin armar un escándalo y alarmar a los pasajeros del avión.

Me alegraba que la primera clase no tuviera asientos contiguos al mío, pero todavía tenía a las aeromozas por doquier. Una de ellas, se acercó para ofrecerme una toalla húmeda. Yo le pedí eso, y además una copa de champaña para aliviarme los nervios. Ella me miró advirtiendo que ya habíamos llegado a Nueva Jersey, pero Julian había pagado muchísimo dinero para regresarme hasta aquí en esa aerolínea y me merecía tener el servicio completo, y eso involucraba algo de alcohol antes de bajar.

El sol se ponía en el aeropuerto de Tererboro, y como siempre, estaba infestado de gente. Esperé que pusieran todo mi equipaje en el carrito y lo dejé allí para ir a revisarme el aspecto en el baño antes de salir a encontrarme con Sve.

No quería lucir tan nerviosa por fuera como lo estaba por dentro.

Me había gustado tanto el cabello rubio, que lo había conservado hasta entonces. Además, no era tan partícipe de los cortes de cabello arriesgados, de modo que había mantenido el cabello, solo un poco más largo de lo habitual. Me acomodé la holgada blusa negra para evitar que la gente tuviera una buena vista de mi sujetador La Perla, y me guardé la parte delantera de mi prenda dentro de mis jeans.

Caminé afuera directo a la entrada empujando el carrito con mis maletas. Y sin aclarar la vista, ya sabía quién era la altísima rubia alocada que levantaba en lo alto un papel con mi nombre escrito con marcador morado. Sonreí al verla y arrastré mis maletas a toda velocidad para poder abrazar a mi mejor amiga.

— ¡Te extrañé muchísimo! — exclamó, llenando de besos mis mejillas.

Rodé los ojos y me separé de su melosidad.

— Nos vimos hace dos semanas, Svetlana. — le dije, haciéndome a un lado del carrito para ella me ayudaba a empujarlo.

Sve suspiró exageradamente.

— ¿Carlo preguntó por mí? — me miró de reojo alzando una ceja.

Carlo era un compañero italiano del instituto de moda al que asistí en Londres estos dos últimos años. Tuvimos una amistad excelente todo este tiempo, hasta que Svetlana me visitó y tuvo una pequeña aventura de fin de semana con él.

Siempre rompiendo corazones.

— Todavía te ama. — bromeé.

Nos esperaba el conocido auto en el estacionamiento, un Mercedez Benz W201 negro y brillante. Me emocionaba ver quién era el chofer, como si llegar a Nueva Jersey me trasladara a tiempos pasados.

Sin embargo, al acercarnos, me di cuenta que la persona sentada en el asiento del conductor, no era la que había imaginado.

Svetlana y yo nos poníamos al día de las últimas noticias, mientras íbamos camino a casa.

Mi padre había remodelado la entrada destruída y le había agregado unos toques de antaño al pórtico principal. Como si ahora estuviéramos en los años 30, pero a colores. De esa forma, hacía lucir a la gran casa como una reliquia que, a pesar de su belleza arquitectónica y artística, seguía siendo un hogar muy acogedor por dentro.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora