Macuto, Evo Morales, El Chino, Yayirobe, Umpa Lumpa, Erazmo, Pumba, Chancho de Monte, Burro de Nieve, Come Jamon, Maqui Mac, Samy Caballero, Esquimal, Hieloco. Jamás, en lo que va de mi vida, había visto a tantas personas representadas en un solo individuo. Abarcando desde la famosa fabrica de chocolate de Willy Wonka hasta lograr haberle cortado la cola a Vegeta y haber salvado al mundo, una vez mas, de los peligrosos Sayayines. Habiendo representado a Honduras de la mejor forma en el tan reconocido y visto programa La Academia, galardonándose como el mejor cantante de la región de Centro Americana y México. Una persona que defendió y sudo la camiseta de nuestra selección nacional, un catador de comidas a nivel internacional, el personaje que logro cargar a Simba y a la vez se prestaba a cambio de 5 lempiras y tres chapas de Coca-Cola. Logrando sobrevivir a la era del hielo para convertirse posteriormente en el presidente de la republica de Bolivia. Ese señores, es Eleazar Enrique Montalvan Sánchez.
Comenzar a escribir la historia de tan famoso personaje es una tarea sumamente difícil, ya que Macuto (seudónimo con el cual me referiré a Eleazar) no tiene ni un inicio ni un final, su trayectoria nace aun antes de que el naciera. Pienso que habrá hecho el espermatozoide de Macuto para lograr llegar a su destino y comienzo a imaginar a miles de espermas víctimas, espermas heridos, muertos, comidos, insultados, aplastados y quien sabe que otras brutalidades se llevaron a cabo en ese batalla por la vida. Definir el punto de partida para narrar esta historia me parece algo imposible, necesitaría del consejo de García Márquez, Safon, Alejandro Dumas y del Rey Salomón. Es por eso que este trabajo literario no tendrá tiempo ni espacio, únicamente contara el repertorio de sus historias, pasadas y "macutiadas". Este es un proyecto que podrá carecer de retórica, de un lenguaje culto, de armonía entre sus párrafos, pero jamás faltara a la verdad.
Resalto una frase muy celebre que una vez dijo Ricardo Pineda, "El que no la pasa bien con Eleazar es porque es pendejo". No recuerdo yo el día en que me aburrí con Macuto y dudo que ese día llegue a mi vida. Lo que si recuerdo son las innumerables veces en las que nos reuníamos Eduardo Posse Lupiac, Álvaro Farach, Luís Fernando Baltodano y Bayardo García para comentar, en ausencia de macuto, las hazañas exorbitantes de este joven -aunque confieso no saber desde cuando esta vivo-. Estas eran pláticas de horas y horas, llegamos a cronometrar tres una vez y en ningún momento repetimos una macutiada. Frases como, y te acordas....., espérate te cuento esta..... o ¿¿¿no te sabes esa???? Relucían y sonaban como campanas de paletero los domingos por la mañana. Risas y carcajadas y necesito una nueva palabra para expresar la gracia que nos causaba escuchar las historias de Macuto. Es necesario un combo de Two and a Half Men, Friends, The Bing Bang Theory y las tonteras que hacen los políticos de este país para comparar el sentimiento de risa que dichas historias causaban.
Mi nombre es Arturo Vides y me declaro amigo y hermano de Macuto. Actuando en nombre de todos mis amigos y de las personas que conocen a Umpa Lumpa me he dedicado a la tarea de tratar de revivir cada momento posible, en que este magnifico personaje de la historia, nos cambio la vida el momento en que lo conocimos. Estas no son las perras de Teofilito Trejo, esta es la historia de Eleazar Montalvan.
CAPITULO PRIMERO
LOS TIGRES DEL NORTE
Era una noche perfecta para un concierto perfecto. El clima calido y sin amenaza de lluvia. La euforia de los capitalinos se llegaba a sentir hasta las costillas de Plaza Miraflores. El tráfico circulaba como siempre, a un paso lento y frustrante. Los cláxones se escuchaban como quien escucha a la ultra fiel abalanzándose sobre el Tiburcio Carias. No era para menos, Los Tigres del Norte llegaban a la Capital. Los boletos se comenzaron a vender dos días antes del concierto y horas después comenzaron a aparecer los innumerables personajes del mercado negro empañando los vidrios de los carros para ofrecer lo que era el espectáculo del año. No había persona en Tegucigalpa que no hablara sobre los jefes de jefes, los fines de semana sufrían esperando la llegada del concierto y era imposible evitar escuchar en las bocinas de los autos, casas, restaurantes y bares lo que en el momento era el éxito de los Tigres, "La Manzanita". Todo estaba listo, el Chochi brillaba, el escenario montado, las colas se alargaban y la desesperación aumentaba. Eran las cuatro de la tarde y mi celular vibro, era Macuto.