Diario 14

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Los recuerdos son un recurso extraño, un fantasma de eventos pasados, de logros y errores algún día cometidos.

Últimamente la historia se repite, por una u otra razón el insomnio regresa y ahuyenta el sueño como un amuleto ahuyenta el miedo.

La misma historia relatada en otro lugar, como si esa novela leída en trasnoches supiera exactamente lo que pasaba, relatando todo al pie de la letra.

Es una de las cosas que debo enfrentar en las largas noches, cuando el sueño no llega, tendido en la cama, con mis conservadores pijamas azules y las gafas bien dispuestos en la mesilla, junto al vaso de agua que siempre pongo allí por si despierto con sed durante la noche. Así, tendido en la oscuridad, mientras bebo sorbitos de agua, me preguntó cuánto recordarán ellos, si algo recuerdan.

Y entonces la ficción deja de ser ficción por un breve instante, se convierte en realidad al menos para mí.
Recuerdos.
Son extraños

Eventualmente en noches así los recuerdos se agolpan y esperan tener su momento de protagonismo repitiéndose frente a mis ojos como una cinta cinematográfica. Un segundo, 5 segundos, un momento. Eso son los recuerdos, solo un momento, un momento que nunca se repetirá aunque intentes revivirlo.

Una vez que algo se vuelve recuerdo muere para siempre, aunque nos aferremos a la idea de que no es así; muere y solo espera que el tiempo lo borre de la cinta.
Una película no puede durar demasiado o aburre a los espectadores.

Parece que a las 3 de la madrugada todo el mundo se vuelve poeta, yo no soy la excepción, salvo que mi poesía no es de amor o desamor, es de algo intermedio entre la locura y la cordura, un punto muerto, un umbral.

Los recuerdos vuelven, pero esta vez en una elegante fila india, cada uno esperando su turno para pasar en frente y repetir la misma cinta casera hasta que sea turno del siguiente.

Algunos es grato verlos de nuevo, recordar lo que se sentía, pero en su mayoría te recriminan las decisiones erróneas, los malos entendidos o la cobardía, trayendo también consigo una fuerte presión en el pecho y el nudo repentino en la garganta, el cual es aviso que las lágrimas están a la vuelta de la esquina.

Pero antes de verter los sueños rotos y las penas sobre la almohada regresa la soñolienta señal de que pronto el cuerpo va a ceder.
Por fin sueño de nuevo.
Hace mucho que ya no hay descanso, solo sueño.






King, S. (1986) It, México; Debolsillo; décima octava reimpresión, pág 203.

Relatos de un corazón dolidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora