Duodécimo día: Un toque de picante.

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Yerin y Sinb habían salido a almorzar juntas, no tenían ganas de cocinar o preparar algo en casa.

Aparte, deseaban salir a conocer un poco a las afueras de la ciudad.

Oficialmente Yerin se había mudado al departamento de Sinb. Al menos por ese tiempo antes de que viajen a China.

— ¿Vas a ordenar pasta? Creo que iré por un curry.

—Está vez quisiera probar un Fetuccini con camarones.

— ¿Y eso? Pensé que no te gustaban esos platillos.

—Quiero innovar. —Respondió Yerin.

Esperaron alrededor de diez minutos hasta que sus platillos llegaron a sus lugares.

—Hace mucho no comía comida italiana. —Dijo Sinb. —Últimamente prefería optar por la comida rápida.

—Con razón esos rollitos.

—Amas este cuerpo.

—No lo sé, hace mucho no he tenido el privilegio de ver.

—No me provoques, Jung Yerin. Sé que te negaras.

—Me conoces tan bien. —Yerin introdujo un poco de su comida a su boca. — ¡Zeus! —Gimió. —Esto verdaderamente está delicioso.

—Más delicioso es lo que me gustaría hacerte en estos momentos.

— ¿Comenzamos? —Yerin sonrió ante el atrevimiento de Sinb. Los tiempos no cambiaban.

Terminaron sus platillos satisfechas de la obra de arte que recibieron sus paladares.

—No, no, no, no. —Yerin se interpuso antes que le entregará la tarjeta de débito a la camarera. —Hoy me toca a mí.

—No, linda. Déjame hacerlo yo. Total, fui yo quien te invitó a comer.

—Pero fui yo quien tuvo hambre primero, así que pago yo.

Yerin le entregó su tarjeta a la camarera para que proceda a hacer su trabajo. Escribió su clave y pagó la cuenta.

—Espero les haya gustado la comida. —La camarera hizo una reverencia ante la pareja sin antes darle una sonrisa a Sinb.

Cosa que no pasó por desapercibido ante los ojos de Yerin.

—Creo que tienes fans. —Dijo Yerin al ya no tener a la joven en frente suyo.

— ¿Tú?

—Aquella chica que se fue, te dio una sonrisa coqueta y no dudo que en unos momentos te de su número.

Yerin mágicamente adivinó las intenciones de la joven, al regresar por los platos dejó caer un papel en dirección a Sinb.

—Tienes razón. —Dijo Sinb con una sonrisa al leer lo escrito en el retazo de papel.

— ¿Qué dice? —Preguntó Yerin con cierta molestia.

— "Llámame, salgo a las once de la noche" —Respondió Sinb mostrándole el conjunto de dígitos que formaban un número celular.

— ¿Lo harás?

— ¿Celosa? —Sinb preguntó con una notoria sonrisa.

—No, no estoy celosa. Solo me gusta informarme.

—Mejor vámonos de este lugar.

—Concuerdo.

Ambas mujeres salieron en dirección al coche de Sinb. No tenían un lugar específico al cual ir, así que se limitaron a manejar por la zona.

Treinta días para recuperarte | SinrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora