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-Se solicita contraseña para acceder al sitio. Contraseña aceptada. Bienvenidos sobrevivientes de la Tercera Guerra Mundial.

Killian lo había conseguido; nuestro primer paso para salir al exterior estaba hecho, sólo faltaba averiguar más sobre el bunker. Si teníamos suerte, en unos días, ya no estaríamos en este endemoniado lugar.

-¡Amalia! Mira esto.- Un mensaje titilante había aparecido en la pantalla.- Es un enlace de petición para un mensaje directo, ¿lo acepto?

Asentí temerosa de quién podría estar del otro lado de la pantalla, ¿y si nos habían descubierto?

Aceptó el enlace y la pantalla cambió. Justo frente a nosotros se encontraba un niño, o al menos eso era lo que parecía. Tenía cuerpo de niño y una cara a la cual le faltaba bastante tiempo para llegar a la madurez. Sus rasgos eran tan perfectos que parecía de juguete, pero era en sus ojos donde se encontraba lo anormal. A simple vista parecían comunes: azules, bien intensos y con unas pestañas larguísimas, eran hermosos aunque, si te concentrabas en ellos, podías ver en su interior cables y engranajes, algo que resultaba escalofriante.

-Supongo que ustedes son los que trataban de entrar en el sistema –dijo el niño, con una voz que era más de un adolecente –. Soy Maven. Mi misión es liberar a todos los sobrevivientes de la Tercera Guerra Mundial de los bunkers, una vez que la Tierra sea nuevamente habitable. Pero por su edad, deduzco que ustedes ya son de una nueva generación.

- Así es, nuestros padres sobrevivieron a la guerra, fueron uno de los pocos grupos que lograron llegar a salvo, aunque mi papá...

- ¿Qué eres? - pregunté interrumpiendo la explicación de mi amigo.

- Estaba esperando esa pregunta - contestó Maven sonriendo con picardía. -Soy un robot, bueno, mitad robot. Antes de que se desatara la guerra, los países de América se aliaron y formaron un acuerdo: crear bunkers que, una vez cerrados, nadie pudiera salir si no se les concedía un permiso especial desde afuera, con el objetivo de que no se extinguiera la raza humana; por eso me crearon, necesitaban a alguien que, a pesar del paso del tiempo, se mantuviera con vida. Yo tenía su edad, 16 años, cuando me propusieron llevar a cabo la misión, era el más inteligente de mi clase. Crearon el cuerpo y luego introdujeron mi cerebro haciéndolo inmortal, puede recibir y ampliar información pero no puede envejecer. Me mandaron al espacio y, un año después, se desató la guerra. Desde entonces, investigo las reacciones de la Tierra a las bombas nucleares, y los cambios biológicos que son realmente increíbles.

Dejamos de ver su rostro, pero seguíamos escuchando su voz. A partir de imágenes, nos explicaba los distintos cambios biológicos que se habían producido: árboles azules que brillan en las noches, las conocidas Cataratas del Iguazú llena de pequeños pájaros de todos colores, mariposas del tamaño de un conejo y elefantes tan chicos como las abejas. Nos explicó que no todos los cambios habían resultado muy bien; las imágenes que nos mostró a continuación eran perturbadoras: leones con dos cabezas, alces con manchas violetas y dientes de tiburón e incluso una persona con grandes ronchas rojas por todo el cuerpo y cortes profundos en sus piernas. Al ver esto mis ganas de salir al exterior disminuyeron, pero sin embargo todavía quería escapar de este espantoso lugar.

¨¨¨

Era increíble, lo habíamos logrado. Luego de cuatro días, pudimos salir al exterior, aunque no por mucho tiempo. Maven nos había dicho que no sabía si íbamos a poder sobrevivir, por esto, le prometimos dar una vuelta y luego regresar.

Corrí hacia Killian que estaba unos pasos más adelante observando el hermoso paisaje. Me paré junto a él y lo abracé, nuestro sueño se había cumplido. Divise a lo lejos un mar, y le propuse a Killian ir para allá, quien de muy poca gana acepto.

A mitad del camino, todo empeoró. Mis pies se volvieron cada vez más pesados, mi garganta empezó a secarse y, paso a paso, se dificultaba mi respiración. A pesar de esta situación, seguimos caminando. No le quería decir nada a Killian porque de veras tenía ganas de llegar al mar, pero él notó que algo ocurría.

Cinco pasos, solo cinco pasos y llegaba. Uno... dos... tres... cuatro... no podía más. Paré, mi vista se nublaba, Killian me preguntaba qué me pasaba pero yo no podía responderle, tenía la boca muy seca. Intenté llegar al agua, pero caí. Killian me agarró justo a tiempo y me ayudo a avanzar. Mis pies descalzos tocaron el agua, estaba helada, tanto que no sentía los dedos del pie. El frio empezó a subir, primero a mis tobillos, luego a mis piernas, hasta extenderse por el resto del cuerpo.

- Estas morada, Mali – dijo Killian preocupado.- Volvamos.

Asentí, no tenía ganas de seguir afuera, quería volver al cálido bunker, me congelaba.

Emprendimos la vuelta pero, apenas hice unos pasos, me mareé. No sentía mis pies. El frío era cada vez peor ya que paralizaba mi cuerpo entero. Me quedé parada sin poder moverme. Caí. Una mano intentó sostenerme pero no lo logró. En el piso, tendida sobre la arena caliente, cerré los ojos y lo ultimó que escuche fue un grito de desesperación.  

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⏰ Última actualización: May 17, 2020 ⏰

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El exterior perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora