Plan maestro

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Los primeros días de septiembre siempre son un poco caóticos. El verano parece haberse evaporado en un suspiro entre montones de trabajo en un Madrid asfixiante y desierto y unas vacaciones a medias en las que al menos Luis y Alba pudieron respirar vida en Galicia, acompañados por Aitana solo un fin de semana debido a sus compromisos laborales.

Volver a la rutina del curso escolar siempre trae las dos caras de la moneda. A Alba le viene bien tener horarios fijos y estar envuelta en una rutina. Esas primeras mañanas de colegio no suelen las más sencillas y a todos les cuesta arrancar y ponerse en marcha, lo cual sumado al ánimo irritable de la pequeña hace que Luis necesite un segundo café cuando llega a la oficina.

No tiene demasiado trabajo estos días pero le cuesta avanzar con él debido a que su cabeza anda más centrada en descifrar cada gesto y palabra de su hija en busca de una pista que pueda indicar que algo no va como debería en el colegio. Así que está durmiendo menos, fumando más y algo irritable.

Sin embargo, todo parece estar bien. Es agradable llegar a casa y saber que las semanas que Alba no está en casa no volverán a comérsele las paredes y el silencio. 

Hace un par de semanas que Aitana vive en casa con ellos y lo único que ha cambiado es que despierta acompañado todas las mañanas. Y no puede negar que ha sido fácil acostumbrarse a ello.

Pocas explicaciones han tenido que darle a Alba, a la que no se le hace raro que de vez en cuando su padre y Aitana se abracen o se besen. Más bien al contrario, la presencia de Aitana en casa es lo que ha calmado un poco a la niña la primera semana de colegio.

Por otro lado, Luis nunca ha sido muy de secretos, y guardarle uno de tal calibre a Roi le pesa como una losa. No ha podido negarse a su escudero en su plan maestro. Es imposible no haberse contagiado de la ilusión que irradia Roi, trazando al milímetro su estrategia. La presión  de ser su seguro en ese plan le ha impedido pensar con claridad si Aitana estará de acuerdo con la parte que la involucra a ella. 

Los últimos días la ha notado algo rara. Nerviosa, demasiado pensativa, algo ambivalente.

Observa cómo marea el trozo de pescado alrededor del plato mientras comen antes de volver a preguntarle si de verdad le parece bien que Roi y Miriam les dejen a Gael esa noche para poder celebrar su cumpleaños.

Ella asiente con la cabeza y una sonrisa despreocupada antes de levantarse y meter ambos platos en el lavavajillas. Aunque una sonrisa no demasiado sincera le delata, pero no quiere ser ella quien le estropee la noche a su mejor amiga.

Así que Luis confirma a Roi que vengan a casa sobre las ocho para llevarles a su hijo, dando el pistoletazo de salida a su plan. Aitana se deja caer sobre el cuerpo de Luis en el sofá en el que sus anatomías enseguida encajan y, mecidos por las caricias y un rayito de sol de septiembre, se dejan llevar por el sueño después de una semana larga.  

Encuentran tres sonrisas radiantes cuando abren la puerta. Gael balbucea y alarga los brazos hacia Aitana entusiasmado cuando la ve.

Aitana se reconoce en el nerviosismo de Miriam al dejar al niño por primera vez a pasar la noche fuera con alguien que no sean sus abuelos. Les invitan a pasar mientras Roi le da una y mil intrucciones a Luis sobre cómo prepararle la cena al niño, mientras al más mayor de ambos le cuesta reprimir la risa. 

Mientras tanto, Aitana acompaña a Miriam a dejar las cosas de Gael en el dormitorio de Alba y despliegan la cuna de viaje que Roi ha insistido en llevar. Aitana tranquiliza a su amiga con una sonrisa, deseándole suerte en un susurro que ni Luis ni Roi llegan a oír cuando despiden a sus amigos ya en la puerta. 

A Aitana y Gael apenas les da tiempo a jugar un rato para cuando Luis les avisa de que la cena está lista. Aitana recoge en compensación porque Luis haya preparado la cena mientras calienta un biberón para que el niño se tome antes de acostarse. 

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora