Juliana bebía de su chocolate caliente recién hecho mientras miraba por la ventana de su nuevo departamento. Había aprendido dos cosas ese día, en primero que la leche en Suecia extrañamente es amarilla y en segundo que Suecia era país mágico.
La vista por su ventana era sencillamente hermosa, la arquitectura alpina de las casas. Su barrio, Djurgarden, era casi un suburbio por lo que lograba ver a lo lejos sobre los edificios, las montañas con picos blancos de nieve a la distancia debido al invierno.
En México nunca había gozado de tal vista, todo era muy distinto, la aglomeración de la ciudad, la contaminación, a lo mejor Estocolmo no era tan ecológica pero tenía su encanto en tanta naturaleza al rededor. Y amaba eso, amaba estar apartada de la gente, tener su propio espacio, amaba la soledad.
El viaje había sido sido ameno, pero la diferencia de los horarios la tenían algo desubicada. Había llegado hace dos días y aún tenía mucho por hacer, por limpiar, por desempacar, por acomodar.
Le dio un sorbo a su chocolate caliente mientras pensaba en lo próximo que haría.
Mientras esperaba tres horas en el aeropuerto y se despedía de sus amigas, mientras estaba en su asiento del avión veía por la ventana a esa gran ciudad de México y miraba hacia adelante, nunca hacia atrás, tuvo varias ideas nuevas para escribir más historias nuevas y no veía la hora de encender su computadora para comenzar. De todos modos, a eso había llegado a Suecia.
No tenía claro si estaba de paso, o si se quedaría ahí a vivir cómodamente, en realidad en algún momento le haría falta el clima cálido de México y volvería de visita. Había ganado una beca para terminar sus estudios de literatura en la prestigiosa universidad de Estocolmo Así que tenía que aprovechar esa gran oportunidad al máximo.
Repasó en su memoria sobre los grandes escritores suecos de los que había investigado durante su viaje y también tiempo antes de este. La verdad desde que supo la noticia de la beca había hecho una gran investigación de aquel país.
Su celular sonó, sacándola de sus ensoñaciones, era su madre y rápidamente contestó.
—Hola, ma.
—Mija, ¿Cómo estás?, ¿Ya saliste a conocer?, ¿No me has enviado ninguna foto?
—Estoy algo cansada. Perdón. Luego saldré y te mando muchas fotos, este lugar es hermoso, deberías venir algún día.
—Luego miraremos cómo. ¿Estás cansada?, ¿Pasó algo en el viaje?
—No, Lupe, el viaje estuvo bien, es sólo el cambio de horario que me tiene así, ya se me pasará.
Juliana terminó su chocoltate y se levantó para dejar el pocillo en el lavaplatos.
—Juli, te dije que tienes que descansar bien, nunca habías hecho un viaje tan largo, ni siquiera esa vez que nos vinimos de San Antonio.
—Lo sé ma, pero tengo mucho que desempacar aún... Este departamento está genial y quiero hacer que se sienta más como mi casa. —Juliana miró una vez más el lugar y su estilo rústico algo añejado.
—Me alegro mucho de verdad, estoy muy orgullosa de ti, por aquí nos haces mucha falta.
—También los empiezo a extrañar. Pero ya sabes que volveré.
—Lo sé, mija, cuidate mucho, te llamó más tarde tengo que colgar, Panchito me está quiere que lo ayude en algo.
—Mándale saludes.
—Bueno, portate bien.
—Adiós, ma.
Juliana colgó y volteó a mirar a sus espaldas encontrandose con un montón de cajas, a lo mejor descansaría después.
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Golden Light [Juliantina]
Short StoryJuliana se mudaba a Suecia para cumplir su sueño y convertirse en una escritora profesional, sin embargo el destino le tenía preparados otro planes.