En un centro social de una ciudad cerca de un conocido bosque del país (conocido por las extrañas desapariciones y extrañas muertes que has sucedido), las víctimas de este tipo de sucesos se reunían para poder afrontar sus traumas. Se les asignaba una habitación a las víctimas de un mismo año. Las de aquel año se reunían en la habitación seis del segundo piso. La habitación intentaba ser lo más agradable posible para que las víctimas de estos sucesos no sufriesen ningún ataque al estar en ella o recordar los sucesos. Se trataba de una habitación luminosa que daba a una concurrida calle en la que no se podía ver ni un árbol adornándola. Allí había una cafetera, una nevera y un microondas para que pudiesen hacerse lo que quisiesen. Había unos sofás naranja y una mesa de café. Allí se reunían todos los días con una psicóloga, si ellos querían. Al principio de ese año, nadie iba a pesar de que hubiese víctimas. Prácticamente al final del año, se animaron a ir tres personas. Primero llegó un hombre de mediana edad, grande y fuerte junto con un joven que se agarraba a su brazo como si su vida dependiese de ello y se escondía detrás de él si alguien se le acercaba. El joven no era capaz de separarse del hombre mayor, hasta el punto en el que tenían que dormir juntos o sino el joven no dormía.
En las sesiones, quien más hablaba era el hombre pero sin decir nada importante. El joven ni si quiera miraba a la psicóloga.
Con el tiempo llegó una joven que se quedaba parada al lado de la cafetera y, de vez en cuando, soltaba algún comentario sobre la conversación que tenía el hombre y la psicóloga. Al cabo de un mes, llegó una mujer de unos treinta años.
-Hola, soy Sasha Zhurova- se presentó al entrar. Ella ni si quiera preguntó si era aquella la habitación en la que se hacían las reuniones. Entró y fue a hacerse un café.
-Hola, yo soy Michael Brog Alm y este es mi sobrino Jacob Alm García- comentó él intentando ser amable y cordial.
- Meral Yenal.
-¿Y la psicóloga no tiene nombre?
-¿Importa?- preguntó Meral.
-Por supuesto, ¿cómo sabemos que no es una de ellos sino?
-¿Una de ellos?
En aquel momento apareció por la puerta otra mujer y dijo, después de mirar a la psicóloga de arriba a abajo:
-No te preocupes, esta mujer es mi hermana.
-Demuéstralo.
-Escondía el plátano que nos daban para merendar en sus calcetines- dijo la psicóloga.
-Es cierto- comfirmó la mujer.
-Por si acaso me quedo con la navaja.
La mujer de la puerta rodó los ojos y se marchó. Después de que cerrase la puerta, Sasha se relajó un poco y se sentó en el sofá. Se instauró un incómodo silencio en el que solo se escuchaban los sorbos que daban a sus bebidas.
-¿Os quedáis callados durante una hora cada día?- preguntó finalmente Sasha.
-Yo no quiero que una perra escuche lo que me pasó y se vaya a su casa a hacerse pajas imaginándoselo- respondió Meral.
-¿Tú no vas a protegerte?- preguntó Sasha mirando fijamente a la psicóloga. Sasha no apartaba mucho la mirada de la psicóloga.
-Diga lo que diga, ella va a seguir con lo mismo. Ya se abrirá y contará sus problemas. Todos los que están aquí han pasado por situaciones... anormales, y ellos tampoco quieren contarme sus problemas- contestó la psicóloga.
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Grupo de apoyo
TerrorCuatro personas sufrieron ataques que cambiaron totalmente sus vidas y quieren volver a la normalidad.