VI

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Ya es muy tarde, el alumbrado público pronto se encenderá y el reflejo del sol apenas puede reflejar a las teclas del piano. La silla en la que estoy se mece de un lado a otro y el cojín que puse debajo de mis pies me empieza incomodar; pero sigo ignorando todo eso porque amo tocar.

Es como si la dulce melodía transformara mi tarde, me paralizara la mente y entrara en mi corazón y lo sintiera recorrer por mis venas. Es como si flotara en el fondo de mi interior, así como flota un barco en el mar.

De pronto sonó mi celular.
—Ok iré hacer la cena me dije, al no querer irme y seguir tocando.

Cocinar en las noches ya se había vuelto cotidiano, pero dejar de tocar es como si arrancar mi corazón.

Nuevamente oí el sonido de mi celular, sentí a la cólera darme una bofetada. Quedé congelada mirando el número que aparecía en la pantalla, el corazón se aceleró en ese momento.

—¿Aló? —Deslicé para contestar.
Al otro lado solo se escuchaba las respiraciones acompañado de fuertes latidos cardíacos, no sabía de quien era el número. Entonces pregunté;
¿Con quién hablo?
—Soy Axel, ¿cómo estás? —Preguntó y  subiendo su voz gradualmente.
—.Hoy en la tarde estuve en tu casa, pero solo estuvo tú hermana; así que, pedí tu número.
—Estoy bien, muchas gracias. —sentí mucho dolor y rabia en el interior, fue como si una aguja me pinchara y traspasará mi tórax.
—¿Qué haces ahora?
—Nada. —Contesté instantáneamente siendo muy fría.
—¿Podemos salir a tomar un café?
—Me ofreció.
—Sí. —asevere maliciosamente pensando que no cocinaré —.bien entonces pasas por mi casa. —Genial, más tarde te veo. —dijo él.

Recordé su linda sonrisa, suspiré muchas veces mientras me maquillaba y lisaba el cabello en frente mi gigantesco espejo. No sentí el tiempo que pasó y entre silencios iba cerrando los ojos.

Escuchaba pronunciar mi nombre varias veces. Era Ariana, estaba moviendo la cama. —Axel te está esperando en la sala. —Me informó.

Tomé mi chaqueta negra que tanto amaba. Ariana me observaba sentada sobre mi cama, también pude escuchar algunas carcajadas.
—Que tengas suerte, hermanita, pero irás con esos horrendos jeans super sueltos y ese polo sobre el ombligo.
—Preguntó cuando estaba saliendo. Me di media vuelta, pero no me atreví decir nada.

Cuando bajaba por las escaleras, ví a él sentado en el sofá; estaba observando su celular. Por un momento sentí arrepentimiento y al mismo tiempo quería salir con él. Las manos sudaban por los nervios que tenía y me quedé contemplando lo que hacía; luego caminé hasta donde estaba.

—Hola Axel —Kathleen, dijo besando mi mejilla. —.¿Nos vamos?

—Está empezando a lloviznar, hace bastante frío.
—Sí, las personas ya se están yendo, cuidado se cae su niño. —.Tan lindo y una linda madre. —.Exclamé recordando a mi madre cuando yo estaba pequeña.
—Kathleen, siéntate un momento, disfrutemos de la llovizna. Es como sentir el aire soplar entre frío y caliente, soy el tipo de personas que disfruta de la naturaleza, el olor de la tierra y el sonido de las aves; es como si me teletransportaran de un mundo de tristeza a un mundo de felicidad, me hacen sentir que estoy vivo, que puedo moverme, respirar; que tengo la paz por un momento.

No conocí a alguien así, era como si me invitara a ser feliz en su mundo, un mundo donde olvidé que vivía por querer vivirlo de un modo diferente; eso me estaba empezando a gustar.

Sentía la llovizna caer sobre mi, era tan especial, sentía su calor al estar cerca de él. —¿Te puedo abrazar?
—Preguntó. —Sí. —replique dudosamente y acercándome aún más a él.

—Amé salir contigo. —mencionó él dando un largo suspiro. —sí, muy especial.
—sonreí poniéndome en pie.

Me miró fijamente a los ojos y me cuestionó si querría ir algún restaurante. Me negué rotundamente; sin embargo, pidió al chófer de un taxi que nos traslade.

Sentía correr electricidad por todo mi cuerpo, temblaba de nervios al estar cerca de él; solo me sonría y eso me hacía temblar aún más.

Aquí es dijo al chófer del auto. Miré el gigante letrero que tenía por nombre "American Coffee" y sonreí conmigo misma.

—Dos capuchinos y una pizza Americana, por favor. —Ordenó él.
—Ok, ¿algo más, joven Axel?
—No, solo eso. —contestó.
—Está bien. —Dijo el mesero encaminandose por el pedido.

—Su nombre es Marcos es un amigo de mi padre, él es el dueño de esta cafetería.
—Sustentó.

No me mencioné nada al respecto, porque los nervios invadían mi mente, estábamos sentados frente a frente.

—¿Cómo te ha ido en el cole?
—Preguntó rompiendo el silencio en el que estábamos. —.La verdad es que te echado de menos, siempre estabas sentada en la primera carpeta y yo al otro extremo, pero podía ver tu actitud hacia los estudios y el buen trato de los docentes por ser una buen estudiante. Extrañado todo este tiempo la hora de receso, porque te veía pasar frente a mí y pronunciar mi nombre.

Estaba un poco desconsertada, y mirándolo con tal cautela pregunté:
—¿Porqué no te gusta tú nombre?
—Te estaba preguntando cómo te ha ido en el colegio todo este tiempo.
—Dijo él empezando a reírse por lo que había preguntado.
—Perdón, todo bien e igual. —. ¿Porqué te trasladaron de colegio?
—Bajó la mirada, y por un momento pensó lo que contestaría.
—Mi familia estaba pasando por problemas, no podíamos quedarnos, mi padre buscó trabajo en Lima y nos mudamos allá.

—Entiendo. —Le dije sin darle importancia.

Vi que su rostro de tornó rojizo al ser tan fría con él y mirándome fijamente a los ojos dijo: —Sabes, cuando me contaron lo que sucedió con tu madre, quería venir a verte, pero mis padres no me permitieron.

Y con el inefable dolor que sentía por dentro respondí:
—Aún no puedo superar su muerte; a veces siento como si estuviera ahí, cuando llego a casa, cuando cocino, siempre la tengo en mi mente. Recuerdo cuando me abrazaba todas las mañanas antes de ir al colegio. Lo más doloroso es que siempre tengo en mente aquel día cuando lo tenían que internar en el hospital. Fui al colegio como todas las mañanas, pero la sentí un poco mal, su piel pálida y su cuerpo decaído. Le comenté a mi padre, él dijo que la llevaría al hospital. Al regresar a casa busqué por todos los cuartos, pero no encontré a nadie. Tenía un mal presentimiento, sentí un dolor intenso en mi interior, fue como si me arrancaran un pedazo de mí.
Me senté un momento en él sofá para que me pase mientras llamé a mi padre.  Intenté varias veces, pero no me contestó. En eso pensé llamar a Ariana, ella dijo que estaban en el hospital. Corrí desesperada, cuando llegué vi a mi madre en una camilla, Ariana lloraba abrazada de mi padre y también vi la preocupación y la tristeza en él.
Mi madre estaba muy pálida, la tomé suavemente sus manos.

—Empecé a llorar desesperada, sin embargo Axel trató de calmarme. —Sé que te sientes mal, pero ya no estés así, por favor. Eso te hace mucho daño. Soy tu amigo y estaré para apoyarte.

Le agradecí pod sus palabras de aliento, mientras intentaba secarme las lágrimas con ese pañuelo bastante mojado. Lo noté que estaba un poco incómodo y preocupado, miró el reloj.
—Sé que estás mal, tengo que llevarte a tu casa. —Aseveró.

La Magia de Haberme Encontrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora