“¿Cómo te atreves?” “No tengo tiempo de discutir con niñatos, ya dije que lo siento, ahora aparta”, oía voces de chicos discutiendo y el murmullo de la gente anunciaba pelea. Aun así, eran voces muy, muy lejanas. No prestaba atención, caminaba sin rumbo alguno, creo que me dirigía a clase. Si, lo mas seguro fuera eso, estábamos en el instituto.
Un empujón me sacó de mis pensamientos e hizo que mi mente reaccionara ante el mundo real. Me encontraba tirada en el suelo mientras el cuerpo de un chico, al que no conocía de nada, impedía que respirara correctamente. Ese estúpido estaba tirado encima mía como si nada.
De repente se levantó y avanzó rápidamente hacia otro chico parado frente a nosotros. Y fue entonces cuando lo comprendí todo.
El círculo humano formado por alumnos curiosos, y nosotros en medio de él... “mierda” pensé. “¿Me había entrometido en una pelea? Genial Claudia, eres increíble”.
-La has cagado- dijo el chico que hasta hace un momento me aplastaba.
-Adelante- dijo el otro. La verdad, daba miedo. Tenía la piel dorada por el sol, un pelo oscuro que parecía no haber conocido nunca un peine, y sus ojos... Eran oscuros, pero a la vez brillaban. Sí, brillaban como si fueran mágicos, como si te hipnotizaran. Me abrumaban, me ponían tensa, pero a la vez era incapaz de apartar la vista de ellos.
Un empujón vino por parte del caballero oscuro. Sí que parecía uno, y su cara de pocos amigos reforzaba mi percepción de él. Un puñetazo siguió dicho empujón. No se que toma este chico, pero al parecer le partió el labio al otro. Joder, me salpicó un poco de sangre.
Algo en mi estómago cosquilleaba. Sentía náuseas. Parecía que una fuerza superior a mí me hacía levantarme. “¿Pero qué?”, solo era capaz de escuchar mis propios pensamientos.
-¡Basta!- sin saber como, estaba entre los dos luchadores. Imposible, hace un segundo estaba tirada en el suelo -es...es suficiente.
-¿Qué está pasando aquí?- oí como una voz masculina, obviamente de un profesor, se abría paso entre los alumnos -increíble. ¿Por qué no vais al despacho del director? Creo que le gustará saber la historia- dijo indiferente mientras nos asesinaba con la mirada. Sí, yo incluida.
-Pero si yo no tengo nada que ver...
-No me importa- me interrumpió -puede que evites que estos dos- señaló a los dos chicos entre los que me encontraba, sosteniéndolos a ambos. Enseguida los solté -se maten por el camino.
Sin más se giró y comenzó a caminar. “¿Desde cuando los profesores son así de...de...imbéciles?” pensé.
-¡Jaden!- una chillona se acercó a nosotros, bueno, al chico que me tiró al suelo -¿estás bien? ¿Por qué tienes que ser siempre así?, no es necesario que siempre estés a la defensiva con todos los chicos.
No podía creer que el motivo de su pelea fuera una chica. Una estúpida chica. La odiaba.
El chico misterioso parecía estar tan asqueado con tal situación que comenzó a caminar. No sabía si ir tras él, o esperar a que el otro terminara su escena de Romeo y Julieta e ir acompañada de él a dirección. Opté por la segunda. No quería morir tan joven, sólo tenía 16 años y muchos planes, y el otro tipo era la clase de persona que disfrutaba chafando planes.
-¿Vamos?- el tortolito me sacó de mis pensamientos. ¿Se llamaba, Jaden?
Asentí. La verdad, no tenía ganas de hablar en estos momentos. Estaba irritada y de muy mal humor, no estaba en situación de soltar cualquier estupidez de la cual me arrepintiera luego.
Caminamos a un paso más bien rápido, no sabía a que se debía tanta prisa por su parte. Yo desde luego no quería estar cerca del otro chico, y mucho menos hacer de niñera y evitar que se dieran de ostias.
Llegamos a la entrada de la dirección. Hacía mucho que no venía, pero sigue igual de...fea.
Jaden se dispuso a entrar, mientras el otro estaba apoyado en la pared continua a la puerta, mirándome con una expresión de indiferencia que me ponía nerviosa. ¿Cómo puede alguien ser tan frío? No podía encontrar ningún signo de, prácticamente nada, en su rostro. Era algo inhumano.
Abrió la puerta sin separar su espalda de la pared, y con gesto de cabeza me...¿ordenó que entrara? No podía creerlo, ¿pero quién se cree es? Aún así, estaba cansada, y no me encontraba al cien por cien para entrar en discusión con un chico al que probablemente no volvería a ver. Porque así era, nunca antes lo había visto en este instituto, y no creo que permitan que un alumno cambie de centro a mitad de curso. De todas formas, era algo mayor que yo, no creo que fuéramos a la misma clase. Así que entré y un portazo detrás de mi me provocó tal susto que solté un pequeño gritito. Patético, lo se, pero sufro de ligirofobia. Miedo, irracional, a los ruidos fuertes. Podéis reiros.
El director estaba sentado en su despacho y Jaden ya estaba sentado en una silla frente a él. El señor Brown me hizo una seña con la mano, indicando que podía pasar.
-Señorita Smirnova, se que no tiene nada que ver en todo este lío, el señor Parker me ha expl...
-¿Puedo irme entonces?- lo interrumpí. No tenía ninguna gana de estar allí, la verdad era que ni si quiera sabía porque había aceptado ir.
-Me gustaría que se quedara aquí, para escuchar la versión de cada uno sobre este... incidente- también él parecía cansado, y por un lado lo entendía. Así que como soy tan idiota, me senté en el sofá que tenía en una de las esquinas del despacho.
Mientras el señor Brown y Jaden hablaban sobre la pelea, yo no podía dejar de mirar al otro chico a través de la ventana. Parecía tan calmado ahora. Se encontraba apoyado sobre su costado en la ventana, y se había acomodado su capucha.
Observé como giraba su cabeza delicada y suavemente, manteniéndola apoyada sobre el cristal. Movió su boca, al parecer la estaba abriendo un poco, por no decir nada. Sus ojos estaban clavados en los míos. Lamió sus labios, dejándolos brillantes. Eran dos finas líneas rosadas, bastante apetecibles. “Basta Claudia, ¿estás oyéndote?”. Entonces, mordió su labio. ¡Ah!, sentí una como algo punzaba mi labio inferior. Palpé con mi lengua para encontrar alguna anomalía, y el sabor metálico de la sangre hacía cosquillas sobre esta. Inmediatamente puse mi mano sobre mis labios y efectivamente mi dedo se tiñó rojo.
Busqué rápidamente al chico, pero ya no estaba. ¿Cómo era posible? Sin dar explicaciones me levanté y salí corriendo. Solo quería encontrarlo, era lo único en mi mente. Corrí sin saber lo que hacía, solo me dejaba llevar. Era como si algo me guiara.
Acabé en la azotea del edificio. Incluso el recuerdo de cómo llegué era borroso. Todo era muy raro. Ya ni siquiera me preocupaba lo que estaba buscando. En realidad, no me acordaba.
Estaba dispuesta a marcharme y me giré hacia la puerta, cuando él apareció.
-Tú...- mi voz era apenas audible.
-¿Me buscabas?
Oh Dios, tenía la voz más grave y ronca que había escuchado en mi vida. Era como si mis oídos estuvieran muriendo de placer. Comenzó a acercarse a mi, y aunque estaba asustada y quería salir de allí, mantuve mi semblante serio y despreocupado, pero a él no parecía engañarle.
-Eh- susurró agachado hacia mi cara. Era alto si, pero sólo me sacaba una cabeza -deberías tener más cuidado- miró la herida de mi labio. “¿Cuidado?, creo que de alguna manera tu eres el responsable de esto listillo”, dije en mi mente -tienes unos labios mu...
-Creo que deberíamos irnos- lo interrumpí. Miré al cielo. Mierda, la chica del tiempo no se equivocaba, habría tormenta -en la tele han dicho que habrá tormeta y...
-¿Te da miedo?- me interrumpió mientras sonreía misteriosamente. Se separó de mi y caminó hasta el borde -es un miedo bastante absurdo, ¿no crees?- de un saltó subió a aquel bordillo.
-¿Qué?- estaba bastante confusa -¿p-puedes por favor bajar de ahí?- me sentía bastante débil en ese momento. No sabía que me ocurría.
-Claudia, ¿cómo puedes temerle a unos simples ruidos?- su risa inundó toda la atmósfera.
-¿C-cómo sabes...cómo sabes mi nomb...- en ese momento, todo se volvió negro.