3. Pequeña esperanza

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Jongin no podía entender las palabras de Kyungsoo, no importaba que tanto tiempo pasara, no conseguía entenderlo. Ambos se habían levantado del suelo, empezando a caminar en silencio hasta la sombra de un árbol. El mayor entendía la confusión, él se había sentido así al "despertar" en aquel lugar, confundido, atemorizado. Le tomó varios minutos entender la situación, llegando a la conclusión de que se encontraba muerto, era lo único que se podría imaginar en ese tipo de situación. Al principio no pudo evitar llora, mayormente del enojo que le causaba el que se le haya arrebatado la oportunidad de pasar el resto de su vida con Jongin, pero no había nada que pudiera hacer, era imposible. Su confusión actual era el menor, ¿acaso los dos habían muerto? ¿o él estaría soñando mientras lo operan?

La primera tenía más sentido, nadie soñaba mientras le operan.

¿O sí?

—No puedes morir, Jongin. Tú mismo me dijiste que tu papá te encomendó cuidar a tu mamá y hermanas —habló finalmente el chico, suspirando.

—No creo que sea yo el que toma ese tipo de decisiones —murmuró el contrario, acercándose al mayor y acurrucándose, buscando algo de cariño—. Aparte, tú tampoco puedes morir, no quiero que me dejes.

El pelinegro prefirió mantenerse en silencio, permitiéndose acariciar el cabello del menor, sintiendo lo suave que este era. Le gustaría poder hacer esto en la vida real, poder ir a un parque junto al chico, sentarse bajo un árbol y hablar durante horas, todo mientras le acaricia el cabello. Era algo bastante relajante, quería quedarse así por siempre, no le molestaría, nunca le molestaría mientras este con Jongin.

—¿Me contarías de tu infancia? Ya veo que eras un niño muy tierno.

—Mi infancia no tiene nada del otro mundo, era bastante aburrida. Los profesores no creían en mi condición y me fracasaban en todo lo que hubiera que pintar —un suspiro salió de Kyungsoo, no gustándole recordar aquello que le frustraba tanto.

—Es muy feo por parte de ellos, son unos tontos —Jongin cruzó sus brazos, haciendo un leve puchero, dándole un toque más tierno a su apariencia.

—No me empezaron a creer hasta que llegó una profesora al colegio con el mismo problema, era gracioso porque nos daba arte —soltó una risita—. Fue la mejor profesora, me enseñó a reconocer los colores, los veíamos del mismo tono. No hay mejor profesora que ella

—Una profesora de arte incapaz de ver los colores, suena raro y divertido. La admiro.

—Yo también, mucho —suspiró, cerrando los ojos y dejando una de sus manos quietas, sintiendo algo extraño en su cuerpo.

—Cuando yo era pequeño me llamaba mucho la atención el baile, pero mi padre no quería que fuera bailarín, hasta que me vio bailando en la sala, copiando lo que veía en la televisión. Esa misma tarde me llevó a una academia de danza —el menor sonrió ante su recuerdo, acomodándose para así mirar al mayor, sorprendiéndose al notar que hacía muecas de dolor—. ¿Qué sucede? ¿Algo te duele?

Jongin se levantó rápido al oír a Kyungsoo gritar, poniéndose frente a él y revisándole, sin tener idea de que podía hacer para hacerle sentir mejor. De repente el pelinegro se había puesto bastante pálido, al igual que sudaba. ¿No se suponía que estaban muertos? Los muertos no podían sentir algún tipo de dolor, ¿o sí? Los nervios le ganaban al menor, no sabía que hacer, eran los únicos ahí, no había quién les pudiera ayudar.

—Kyungsoo, aguanta, estarás bien, ¿sí? —tomo la mano del chico, acariciando la misma. Un chillido escapó de sus labios, pues el pelinegro se había desmayado—. ¡Kyungsoo! —rápidamente se puso de rodillas, tocando su frente, sumamente preocupado. Se quedó quieto al sentir un pinchazo en su pecho, cayendo inconsciente tras ello.

Atravesados |KAISOO/SOOKAI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora