Capítulo 8

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Cuánto tiempo tardaría Rubí en dar el siguiente paso? Tenía que hacerlo ese mismo día porque, conociendo el itinerario de viaje de Regina, creería que volvía esa misma noche. Sólo de pensarlo se ponía nerviosa. Hacia mediodía estaba destrozada. Era de esperar que Rubí eligiese la hora del almuerzo de Belle para poder pillarla a solas o, en todo caso, su propia hora de almuerzo, cuando fuera al café. Saber que August Booth la protegía resultaba de lo más relajante.

Emma miró el reloj y sugirió a Belle que saliera a comer. Durante esa hora hubo clientes y llamaron por teléfono, pero Rubí no apareció. A cada minuto que pasaba, se iba poniendo más nerviosa. Después salió al café y pidió una ensalada, pagó y eligió una de las tres mesas dispuestas en la calle para comer.

Apenas podía probar bocado. Emma estuvo esperando más de media hora. Después, pidió una botella de agua y la bebió lentamente, a sorbos, durante un cuarto de hora. Rubí no apareció. A las diez y dos minutos Emma cruzó la calle, husmeó en un quiosco y eligió una tarjeta para Lily. Por último volvió a la boutique.

Belle se marchó a las cuatro, y una hora más tarde Emma echó los cierres, conectó la alarma y cerró, dirigiéndose hacia el aparcamiento. Entró en el Porsche y arrancó, e inmediatamente se vio sorprendida por alguien que abría la puerta del copiloto y se inclinaba hacia ella. Era Rubí, que dejó un sobre grande sobre su regazo.

—Pensé que deberías de tener esto —dijo irguiéndose, dispuesta a marcharse—. A propósito, Perth ha sido de lo más divertido, querida.

¿De dónde había salido? Emma se volvió al oír el ronroneo de un motor. Rubí, en su coche, se dirigía a toda velocidad hacia la salida. Segundos más tarde aparecía August Booth.

—¿Está usted bien?

—Perfectamente.

—Hablaré inmediatamente con la señora Mills.

Emma trató de sonreír. August marcó el número en un tiempo récord.

—La sospechosa ha dejado el paquete. El contacto ha durado apenas un minuto. Sí, su mujer está perfectamente. La seguiré a casa —terminó August, que enseguida cortó la comunicación—. ¿Lista para marcharnos?

—Claro.

Segundos después se alineaban tras una enorme fila de vehículos en Toorak Road.

¿Perth? ¿Por qué habría mencionado Rubí la ciudad de Perth? Emma tardó varios minutos en girar y entrar en el barrio residencial en el que vivía. El Jaguar de Regina estaba aparcado frente a la puerta. Emma dejó el Porche al lado.

Nada más entrar en el vestíbulo vio a Regina esperándola. La morena la observó, pero su vista se desvió inmediatamente hacia el sobre. Regina se lo quitó de las manos, la tomó de la barbilla y la besó.

—Vamos al despacho —dijo tomándola de la mano—. Creo que nos vendrá bien una copa.

Emma observó a Regina abrir una botella de vino blanco frío que tenía preparada en el despacho. Sirvió dos copas y le ofreció una.

—¿Es que no vas a abrirlo? —preguntó Emma señalando el sobre.

—Enseguida. Primero quiero decirte algo.

—Creo que preferiría no saberlo —alegó Emma sosteniendo su mirada.

—Según parece, Rubí ha averiguado que he estado en Perth, y no solo ha tomado un avión hacia allí, sino que ha hecho una reserva en el mismo hotel.

—Comprendo —contestó Emma con amargura—. Entonces en ese sobre no solo hay copias de las fotos de ayer, sino además otras del hotel, quizá con la fecha impresa. ¿De qué serán? ¿De ti, saliendo del hotel?, ¿de Rubí, en el pasillo, mostrando el número de habitación por si quiero comprobarlo?

¿Conveniencia o Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora