Sé amado

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Que el final de esta historia, enésima autobiografía de un fracaso no te sirva de ejemplo... Hay quien afirma que el amor es un milagro.

Pasó el cuarto día de la ausencia de sus padres. Para él, no significó un gran cambio, su vida dentro de esas paredes había sido igual que siempre. El verdadero cambio se había presentado cuando salía de ahí. 

Todas las mañanas, encontraba al chico de siempre esperándolo para seguir el camino rumbo a la escuela. Cuando atravesaban por ese sendero poco transitado, Taehyung tomaba su mano con delicadeza y sin hacerlo ver como la gran cosa. A pesar de no hablar mucho en el trayecto, se sentía más conectado que nunca con él, y sólo por el simple hecho de compartir un toque tan mínimo como ese.

Su séquito de la tortura tampoco se aparecía más, temerosos de su nuevo acompañante, quien ya le había propinado un puñetazo a alguien que lo empujó un día al entrar a la institución. No pasó a mayores, simplemente una nariz sangrante y una mirada disgustada, pero con eso bastó para que todos decidieran que fingir que no existía parecía una mejor opción que acosarlo directamente.

Como ese día, que al salir de clases, no logró ubicar a Taehyung con la mirada y simplemente caminó solo hasta el gran portón de salida. Todos abrían paso apenas verlo acercarse, temerosos de estar a cierta distancia, como si alguna enfermedad se les transmitiera al simplemente rozarse contra él. Lejos de causarle dolor tal rechazo, un sentimiento extraño de alegría burbujeó en sus adentros. Taehyung llegó momentos después, y pasando un brazo por sobre sus hombros lo invitó a caminar lejos del edificio.

Su destino, sorpresivamente, fue la casa del mayor a la que nunca había entrado, y supondría que esta vez sería así. Sin embargo, Taehyung lo invitó a pasar, y pudo descubrir en su interior todo lo pulcro y distinguido que por la simple fachada nadie se imaginaría ver.

Una pared estaba tapizada por un sinfín de diplomas, todos en nombre de Kim KwonBaek, quien probablemente sería el padre de su mayor. Ahora entendía que el adjetivo prestigioso no había sido impuesto al azar por la gente del lugar. Lo peculiar estuvo, cuando había un reconocimiento por participar en una cumbre sobre discusión de políticas exteriores de la Universidad Nacional de Seúl, y definitivamente, por la condición del papel no parecía ser algo de la época del señor Kim. Taehyung se acercó en medio de su inspección.

– Ese es de mi hermano. –Comentó sin siquiera preguntarle nada–. Papá lo decidió enmarcar porque fue seleccionado a asistir en su primer año. Un gran mérito, según todos.

– Kim Namjoon... –Mencionó el nombre, luego miró al joven a su lado, suspirando y mostrando una sonrisa cansada.

– Él es alguien muy listo, lástima que abandonó la universidad poco después de eso. –Taehyung respondió, aunque parecía una charla más consigo mismo que una respuesta formal–. Ahora no sabemos qué pasó con él.

Él quería preguntar más, pero comprendía que tras el silencio que llegó luego de ese corto intercambio, se escondía mucho dolor. Quién era él para recordar las cosas dolorosas de los otros, cuando se escondía de las propias.

– Sujeta esto. –Dijo el otro, rompiendo el incómodo silencio y extendiendo una caja de cartón. Sin poder evitar la curiosidad miró dentro, encontrándose con varias botellas de vidrio, rellenas de refresco, de diferentes tipos y tamaños–. Me di cuenta que aquí no hay nada de esto. Voy a tomar los que trajimos de mi otra casa.

Luego de decir eso, salió del lugar y volvió por donde había venido, que ahora sabía era la cocina. De regreso cargaba consigo una bolsa con algo desconocido dentro, y una botella más, que era obvio que contenía licor.

– Estos duraznos son deliciosos, seguramente nunca has probado nada igual. ¡Y este! –Alzó la botella alargada–. Es vino de arroz tradicional de la familia Kim. Fermentado desde el año pasado, es el último que hizo la abuela.

– ¿Podré verla? –Dijo entusiasmado, recordando lo mucho que su amigo hablaba de ella.

A diferencia de cuando mencionaba a sus padres, el tono cálido con el que se refería a su abuela daba a entender muchas cosas. La describía como una anciana encantadora, llena de sabiduría y con un sentido del humor mejor que el de cualquier humano en el planeta.

– Está en el hospital de mi padre, mamá la llevó. –Taehyung sólo se encogió de hombros al decir aquello, y caminó rumbo a la salida.

Tomaron la bicicleta aparcada en el jardín. No se subieron a ella, era imposible para los dos, pero usaron estratégicamente la canasta trasera para guardar todo lo recolectado en el hogar del mayor. Esta vez se animaron a hablar, el tema principal se centró en la forma en que habían huido del guardia costero la noche pasada. Se habían escapado a media noche para lanzar piedras al mar. Eligiendo la zona más alejada de todas, o eso creyeron, porque a los minutos se encontraron siendo perseguidos por el hombre y riendo sin control.

Esto era habitual entre ellos, hablar de las cosas de ya habían vivido, y quejarse de algunas decisiones tontas que habían tomado. Por ejemplo, en la travesía de esa noche, ambos perdieron sus medias, porque no tuvieron tiempo de recogerlas, el culpable de ello fue él, por convencerlo de sacárselas para sentir la arena fría y reconfortante.

Casi todos los momentos vividos ya habían sido recapitulados y comentados, menos uno, la noche de la celebración de cumpleaños. Y realmente parecía que fue un mutuo acuerdo no comentarlo, porque como si nada hubiera ocurrido, todo siguió normal, a excepción de cada beso de despedida que recibía de Taehyung, cuando partía por las noches de su casa.

Entraron por la misma puerta trasera, y si alguien los vio, no dijo nada. Subieron las elegantes escaleras principales, y se encerraron en su pieza. Apenas llegaron, Taehyung sacó de su mochila el casete de siempre, y encontrando el reproductor hizo sonar a los Key Boys. Bailando terriblemente al son de My love is distant se acercó con nula gracia hasta él, arrebatándole la caja de refresco, y después jalándolo del brazo para invitarlo a bailar.

Simplemente no pudo evitar reír y dejarse mover de un lado a otro por el chico frente a él. Taehyung sonreía brillante como siempre. Más radiante que el mismo sol. Y él se perdió entre los balanceos a destiempo que daba. Cuando ambos pararon de reír, se dejaron caer en el suelo alfombrado, sentados con las cabezas reclinadas en la pared, y mirando a la ventana abierta. Una melodía tradicional, viejísima, sonaba. Taehyung imitó a la señora que con fervor cantaba sobre desgracias de amor, y al mismo tiempo destapaba con las llaves de su casa una botella de refresco.

Entre música y cantos desafinados, miraron cómo la luz, y la comida que habían traído, desaparecían. El chico a su lado, con los ojos cerrados, bebía sin prisas de la botella de vino. Encontró divertido la mueca de asco que puso segundos después, pero al ser atrapado riendo, Taehyung se la pasó a sus manos.

– Tienes que beberla, mocoso. –Dijo con voz aún rasposa por el trago–. Mi chico no puede quedarse sin esta iniciación familiar.

El mi chico resonó en cada rincón de su cuerpo, estremeciéndolo. Miró la botella con detenimiento, y luego el rostro expectante del otro, dio un trago profundo, sintiendo el calor en su rostro y el ardor en la garganta, escuchó la risa ajena.

Con la idea instalada en su mente, tomó el rostro del otro, estampando sus labios juntos, besando y mordiendo con furia. Taehyung respondió, besando con vigorosidad.
– Tu chico. –Susurró apenas recuperó el aliento. La brillante sonrisa de siempre se ensanchó.

– Mi chico. –Confirmó–. Tan mío como soy suyo.

Y nuevamente se besaron.

[TK] Love, be loved. Leave, be left.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora