— ¿Quieres alzarlo?
— No.
Kenma soltó un sonido estrangulado con la garganta cuando se percató que había sido demasiado brusco al soltar aquella negativa. Podía oír el sonido del televisor a la distancia como un ruido ambiente, al igual que el reloj de pared marcando segundo a segundo. Tic, tac. Tic, tac. Sus ojos ambarinos estaban fijos en Akaashi, sentado frente a él en el sofá de su departamento. Ambos se miraban entre sí sin parpadear, midiéndose.
Aguantó un total de 6 segundos sin respirar hasta que la presión que ejercía la mirada inquisidora y sutilmente indignada de Akaashi fue más fuerte que él.
— Quiero decir, me gustaría. Pero me da miedo.
— ¿A qué le temes? ¿Que se te resbale de las manos o algo así?
— Algo así.
La expresión seria de Akaashi se relajó, una sonrisa sutil apareciendo en sus labios. Kenma retorció sus manos sobre su regazo mientras observaba por el rabillo del ojo los movimientos del bebé sobre la falda de Akaashi, gorjeando feliz.
Se le iba a caer, y se iba a romper. Y lo iban a matar.
— Bokuto-san tenía el mismo temor. Se ponía tieso cuando le tocaba cargarlo, pero luego se acostumbró. Demasiado.— el rostro de Akaashi se contrajo en una mueca extraña que Kenma identificó como traumática. Tragó saliva, no muy aliviado con sus palabras.- Nunca se le cayó, pese a que en ocasiones no presta mucha atención.
—Se mueve mucho.
Kenma soltó aquello como la primera excusa que se le cruzó, desviando su mirada hacia el bebé, su voz saliendo un tanto temblorosa e insegura de lo que él mismo estaba diciendo. Sus ojos se clavaron en el niño sentado sobre las piernas de su madre. Hasta ese momento, Akemi había estado pataleando e intentando aferrarse a las prendas de Akaashi procurando trepar por el torso del Omega, estirando una mano hacia el rostro de la madre que lo ignoraba por observarlo a él, probablemente acostumbrado a su aparente hiperactividad. Su cabello blanco había crecido bastante en esos 7 meses, sus ojos tan parecidos a los de su padre observaban a su madre con la misma devoción, sonriendo y chillando emocionado cada vez que Akaashi desviaba la mirada hacia él o acariciaba su piel en apariencia tan suave...
Al menos hasta que el bebé notó que Kenma había fijado su mirada en él. Parecía haberlo percibido, porque de repente los intentos por escalar el sueter de su madre cesaron, su cuello doblándose y su rostro volteando hacia él. Kenma parpadeó un par de veces cuando sus miradas se encontraron y, pese a que la situación lo ponía bastante incómodo, no pudo dejar de lado la intensa curiosidad que sufría por el niño, el deseo de, al menos, estirar la mano y acariciarlo.
Salvo que el niño se le adelantó. Sus ojos ambarinos se abrieron bruscamente, su cuerpo entero moviéndose sobre las piernas de Akaashi mientras éste intentaba retenerlo en su sitio; de imprevisto, Akemi sonrió e hizo lo peor que podría haber hecho para los nervios de por si ya trastocados de Kenma.
Estiró ambos brazos hacia él, las manos bien abiertas intentando agarrar algo en el aire, intentando alcanzarlo. Kenma se retrajo en su asiento pese a que no había posibilidades reales de que lo lograra, una mesa ratona de por medio.
— Quiere ir contigo.
— Akaashi, en serio, no creo que...
— Mira.
Akaashi lo interrumpió y no admitió réplicas; se incorporó de su asiento y rodeó la mesita hasta sentarse a su lado, en el sofá. Kenma no pudo retroceder porque el respaldo y el apoyabrazos se lo impidieron y, sumado a que Akaashi se había acomodado a escasos centímetros de su persona, se halló de repente sin salida.
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Vainilla
RomanceKeiji Akaashi se vio sorprendido por sus ciclos hormonales irregulares; decidió seguir con su vida cotidiana, después de todo, la persona con la que más se frecuentaba no solía percatarse de ese tipo de detalles...¿o tal vez ahora si? BokuAka, Omeg...