Capítulo 6.

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[Descontrol]

Makis.

La sangre retumbaba en mis oídos, y la horrible sensación de que alguien estaba en peligro me estaba quebrando de a poco por dentro; era terrible, y lo peor es que ya parecía un lobezno recién manejando el cambio. Pero no podía hacer nada, parecía sinceramente imposible controlar ese repentino descontrol que me abordaba desde que ese nuevo olor había aparecido en mis dominios y parecía rodear también a Natalia.

Esta noche no era la excepción a las de toda esta semana. Me había despertado con un calor desesperante quemando mi piel, luego, había comenzado a sentir el estiramiento de mis huesos y fuerte golpeteo de mi corazón subiendo a mis oídos. No recordaba en qué momento exacto había remplazado los jadeos por gruñidos tenues que simbolizaban el cambio completo.

Alfa. — Escuché en mi cabeza. — Alfa, ¿qué ha pasó?

No quería hablar, independiente de que fuese mi manada y que escuchara sus pensamientos acelerados, yo solo quería llegar a ella. Luego lamería las heridas y me redimiría por las faltas cometidas ante el juramento.

—Natalia. — Informé vagamente. — No me busquen, ella es mi responsabilidad.

Escuché los lamentos llenos de desesperación que lanzaban mis subordinadas, sufriendo las consecuencias de que su alfa estuviera completamente descontrolada porque aún no podía proclamar como suya a la chica que había marcado cada pequeña como propia. El lobo rugía cada vez que sentía su olor, mi lívido blasfemaba cuando su hermoso cuerpo paseaba distraídamente frente a mis ojos, y, mi conciencia se volvía mínima cuando ella sonreía infantilmente por los chistes de su mejor amiga.

Quería que ella se riera por mí, quería que ella se moviera por mí, que me deseara y que me lastimara con el paso abrasador del deseo y que simplemente sucumbiera entre mis brazos hasta que no quedara atisbo alguno de conciencia que nos permitiera ser una sola; así como estábamos destinadas desde su nacimiento.

—Alfa, no puede ir sola.

Lancé un alarido fuerte, un rugido que estremeció hasta los árboles más pequeños del bosque y entonces, recién entonces encontré el silencio que necesitaba para encontrar directamente los sueños de Natalia Afanador. Estábamos conectadas, por fin estábamos siendo quienes estábamos destinadas a ser.

Tenía miedo, podía sentirlo en su olor, en su esencia; Natalia estaba siendo vulnerable y había dejándome entrar por primera vez desde que su aroma tenía un rostro con el cual obsesionarme.

Mi lobo salivó expectante ante la idea de encontrar su piel cuando vi la ventana entreabierta. Necesitaba sentir su calor, sus manos suaves acariciando mi pelaje y cada curva de su cuerpo acomodándose hasta el más pequeño músculo de mi cuerpo transformado.

Alfa. — Un gruñido gutural había salido de la izquierda. No era nadie a quien conociera. — Un alfa imprimado de un humano, es un alfa débil.

Un gran lobo, casi de mi mismo ancho había aparecido entre los arbustos que acunaban su casa. Era de un fuerte color plateado, casi tan brillante como el color de la luna que bañaba esos fríos páramos desprovistos de la gracia de dios cuando de normalidad se trababa. Increíblemente, sus ojos eran rojo brillante, pero no igual al mío. Ese lobo era un alfa, uno que había adquirido su poder por los fríos deseos de un asesino innato.

Aléjate. — Gruñí amenazante. — Ella es mía. — Di dos pasos llenos de irá para espantarlo, pero no retrocedió. — Ella me pertenece como yo le pertenezco. No te puedes acercar a mi mate.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora