Parte única

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Whitechapel, Londres. 1888.
10:55 a. m. del viernes 9 de noviembre.

Las calles frías de Londres estaban iluminadas por la tenue luz del sol de mañana que se filtraba por las espesas nubes de tormenta. El otoño estaba siendo espacialmente cruel ese año y traía consigo un frío arrasador. Los vagabundos y prostitutas morían de frío, aferrandose a la debil y casi inexistente esperanza de que alguien se apiadase de ellos y les diera un mísero pedazo de pan.

En esas calles frías de Londres, una sombra se paseaba.

La silueta de una persona alta y robusta caminaba apresuradamente por las calles de Whitechapel dejando rastros de sangre.

Jimin se encontraba en una antigua posada abandonada que se caía a pedazos al final de un desolado callejón. En ese mismo lugar hasta hace poco más de un mes le practicaba sexo oral a sus ex-clientes.

Lo había dejado definitivamente por insistencia de su pareja. A pesar de que podían sobrevivir con el dinero que su amado recibía, siempre era bueno tener una reserva; principalmente para complirle los caprichos a su madre y hermanos menores.

Se disponía a salir y caminar hasta la avenida principal para comprar algunas frutas a su madre en el mercado. A ella le encantaban las mandarinas y la granada, pero se percató de unos ya conocidos pasos detrás de la puerta y  firmes golpes en la madera podrida.

Se acercó a la puerta lentamente y la abrió con cuidado.

Ante él se encontraba un bello hombre de robustos hombros y grandes ojos. Su nariz era levemente prominente y sus labios finos eran preciosos. Su cabello negro parecía brillar mágicamente con los debiles rayos de luz.

-Pasa Jungkook.- Le susurró apartandose de la puerta para dejar que el alto hombre ingresara rápidamente en la posada abandonada. -Te voy a curar esas heridas.- advirtió observando sus manos ensangrentadas y las pequeñas heridas abiertas en su labio inferior y ceja mientras iba de camino al baño a buscar su fiel botiquín.

Jungkook se sentó pacientemente en la recién acomodada cama que apenas se mantenía en pie. La sangre en sus manos no era de él, sino de su última víctima, Mary Jane Kelly; una ramera, ex-compañera de oficio de Jimin, a quien se había encargado de destripar y mutilar sobre la cama de su recámara en Miller's Court, Spitalfields.

Desde que Jimin había dejado su indigno trabajo, esa mal nacida que se hacía llamar Fair Emma, y varias prostitutas más habían traicionado la amistad y confianza de su amado, intentando apuñalarlo por la espalda.

Había sido muy facil su cometido, pues la joven de veinticinco años vivía sola y alejada de su familia, que aparentemente habitaba en Irlanda.

Originalmentes estaba dudoso, no sabiendo como abordarla, pero solo le bastó invitarla un par de tragos y coquetearle desvergonzadamente un poco para sacarle hasta el último detalle.

La ramera se ponía violenta y acalorada cuando se emborrachaba. Así que la acompañó hasta su alojamiento con la excusa de que era peligroso que una chica tan joven vagara por las calles sola.

La chica aceptó con gusto. Fatal error.

Le había hecho un corte que iba desde la garganta hasta la espina dorsal, le había extraído todos los órganos abdominales y el corazón y por último le mutiló el rostro por completo. Posteriormente escapó por la ventana.

La primera vez que cometió tales asesinatos, se asustó muchísimo, la sangre y el miedo de ser atrapado por la policía lo caló hasta los huesos. Pero lo que más lo aterrorizada era que atraparan a Jimin, acusándolo de cómplice. El delicado joven lo ayudaba curando las leves heridas que le proporcionaban sus víctimas al intentar resistirse. Si algo malo le llegaba a pasar al amor de su vida, él mismo se encargaría de aniquilar a la raza humana de ser posible, y luego suicidarse.

Denouement[ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora