El secuestro

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Cada día que la veo entrar por la puerta del salón, el ritmo de mi corazón se acelera y me enamoro aún más de ella. Contemplo su gracia al caminar a su asiento, un deleite puro para mis ojos, mientras que pienso en las miles de cosas que me gustaría decirle. Debo guardármelo todo, nunca llega el momento adecuado.

Es una joven ejemplar. Jamás llega tarde, es aplicada en sus estudios y ha sido seleccionada para representar a su clase en eventos académicos varias veces, si no es que siempre. Se le tienen muy altas expectativas, y no falla en alcanzarlas. Yo seguramente soy el único que no le exige nada; sé que es perfecta, no tiene que probarlo.

Su belleza es otra razón por la que es tan popular. Inigualable e inalcanzable, despierta los celos de las mujeres y el deseo de los hombres. Ya muchos le han confesado sus sentimientos, pero ella nunca aceptó a ninguno, pues es tan inteligente que puede darse cuenta de su falsedad. No soy como ellos, mi amor es sincero, yo la merezco.
Son pocos años por los que la he conocido, y sin embargo sé más de ella que nadie. Sus flores favoritas son las rosas azules; lo encuentro tan ideal, al parecerse tanto a su persona. No pueden conseguirse en la naturaleza, por lo que su hermoso color es artificial. Las grandes cantidades de tinte y el excesivo maquillaje son la misma cosa cuando se trata de fingir unicidad. Belleza de mentira, es lo que ella posee. Pero no me importa, ya que cuando finalmente sea mía, la haré real.

No me podrían interesar menos las palabras de otros. Estoy cansado de recostarme sobre mi cama y lamentarme de mi soledad. El espacio reservado a mi lado no seguirá vacío. Debe pertenecerme, sin importar que sea una alumna y yo un maestro. Me necesita en su vida, al igual que yo la necesito. Nada me impedirá estar con ella desde ahora.

La noche envuelve a la calle en oscuridad, siendo las únicas luces presentes los amarillentos faroles. El frío que recorre mi cuerpo no me impide colarme por la ventana de su habitación, con todo el silencio que puedo permitirme, y observarla dormir de por sí hace que mi ánimo vuele por los cielos. Estoy listo. Mi bella rosa azul, te resguardaré entre mis brazos, acariciaré tus pétalos, y no volveré a dejarte ir.

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