capítulo XXIV

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—Hermano, ¿me permitías hacerte unas preguntas? —. Preguntó Juan curioso. 

El joven asintió sin problemas. 

—¿conociste al antiguo párroco, el que estuvo antes de nosotros? 

—¿nosotros? 

—si, de mí y de mi ayudante, tengo un ayudante, es un sacerdote alemán, se llama Berger Müller. 

—pues… ¡que bueno! Mmm verá… si, lo he conocido, pero nunca fue tan amable como lo es usted. Siempre que me veía aquí, me gritaba y quería que me fuera. Traté de explicarle que debía cumplir mi penitencia, pero él solo me lanzaba agua bendita. Me gritaba como si yo fuese un demonio. Nunca lo logré entender. 

Una noche ya no lo volví a ver. Luego apareció un joven, quizás de mi edad, el era muy alto y rubio. Me dijo que pronto vendría usted y que me ayudaría. Luego pasaron dos noches y usted apareció.

—¿cómo? Perdón hermano, no entendí —dijo confundido —.¿cuanto tiempo pasó desde que el anterior padre desapareció hasta que yo aparecí? 

—ya le dije padre, pasaron dos noches y luego apareció usted. 

—¡pero, es imposible! Cuando llegué, es decir, cuando llegamos esta iglesia estaba deshabitada hace más de un año. 

El joven monje, una vez más dejó de limpiar y observó preocupado al sacerdote. 

—no padre, debe estar equivocado —volvió a restregar el altar. 

Juan permaneció callado por algunos segundos. 

—¿entonces todos nos mintieron? La hermana Emilia, la gente de la florería… ¿todos mintieron? No entiendo. 

—no sé exactamente de lo que habla, pero la respuesta es que sí, hay muchas personas mentirosas en este mundo padre Juan. 

—hermano, entonces… ¿no sabés nada más sobre el antiguo párroco? 

—me tendrá que disculpar, pero ese sacerdote nunca quizo tener trato conmigo. 

—si, si, entiendo —se frustró Juan. 

—ahora, de verdad tengo que agradecerle padre, gracias a sus oraciones, este altar se ve cada vez más limpio, es increíble… —decía muy alegre. 

Juan sonrió

—cada noche pido al señor por vos, me alegro mucho. Emm… vos ¿me mostrarías  el camino que usas para venir acá? Tengo curiosidad. 

—¡oh sí, sin preocupaciones padre Juan, cuando termine mis labores, con gusto se lo mostraré! 

Un amor inmenso se apoderó del corazón del padre Juan, sintió un gozo como nunca antes. 

—hermano ¿querés rezar un Santo rosario junto a mí? —preguntó de repente

El joven lo observó sorprendido y se alegró sobremanera. 

—¡oh sí, sí padre! ¿Es en serio? Me encantaría —.dijo al tiempo que dejaba de limpiar y tomaba su Rosario, el cual tenía colgado a un costado de su hábito. 

Ambos se sentaron, uno junto al otro y con rosario en mano, comenzaron a rezar. 

Una vez finalizado el rezo, el joven monje suspiró con mucha tranquilidad. 

—por hoy es suficiente, estoy listo para mostrarle el camino. ¿Me acompaña? 

—por supuesto —dijo Juan poniéndose de pie. 

El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora