Capítulo 9.

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—¿Qué quieres de beber? —grito desde la cocina.

—Agua

—¿No quieres cerveza?

—Sí, ¡tráeme una cerveza mujer!

Me rio entre dientes y saco dos Estrellas Damm de la nevera. Las abro, pero no cojo vasos porque en mi casa, se bebe la cerveza del botellín. Voy al salón y me encuentro a Rubén tumbado en el cheslong del sofá con la caja de pizza encima.

—¿Te has puesto cómodo eh? —le digo mientras me acerco. Me siento con las piernas cruzadas mirando hacia él y le quito la caja de pizza, que coloco entre nosotros. Le paso una de las cervezas y acerco mis labios al botellín de la mía, dando un corto trago.

—Creo que eres la primera chica a la que veo beber una cerveza. ¿Por qué a las tías no os gusta la cerveza? —me pregunta, agarrando el primer trozo de pizza y dando un mordisco.

—¡Y a mí que me cuentas! A mí me encanta. Son las tías, que son raras.

—¿Eres consciente de que tú también eres una, no?

—Me refería a las típicas tías. A las gilipollas. A las que les soltabas cuatro hostias nada más abrieran la boca. —le digo gesticulando mucho, y haciéndole soltar una enorme carcajada.

—Eres muy bruta, Nora. —me responde pasándose la mano por el pelo.

—Lo sé. —estoy a punto de responderle algo más, cuando “The Kill” suena en mi móvil indicando que tengo una llamada. —Perdona, perdona, perdona.

Saco el teléfono de mi bolsillo trasero de los tejanos y veo que es Rob. ¿Qué quiere este ahora? ¿Solo interrumpirme? Me levanto del sofá, salgo al balcón que recorre todo el lateral de la casa y descuelgo.

—¿Pero qué coño quieres a estas horas? Es casi medianoche.

—¡Diego! ¡No se están acostando, al menos no ahora! —grita Rob al otro lado de la línea, pero sin hablar conmigo, sino con su hermano. No parecen muy sobrios.

—¡Oh dios! Solo somos amigos. Voy a poner el móvil en silencio, ni se os ocurra molestar otra vez para una tontería así. Subnormales. —y dicho esto, cuelgo el teléfono y entro de nuevo a la casa cerrando la puerta corrediza de cristal detrás de mí.

—Lo siento mucho Rubén. —digo sentándome de nuevo.

—¿Alguien importante? —me pregunta curioso.

—La verdad es que no, solo los imbéciles de mis amigos. Como más mayores, más infantiles.

—Seguro que tus amigos me caerían bien. —dice riendo. Su risa me está volviendo loca.

—Quizás algún día te los presento.

—Oh, así que nos volveremos a ver.

—Bueno, no me has espantado todavía.

—Tranquila, queda media pizza. Aún puedo hacer que me odies. No me provoques.

(.......)

—Estoy muy llena. —le digo resoplando y estirándome en el sofá.

—Pues normal, casi no me has dejado cenar. ¿Cómo comes tanto siendo tan poca cosa? —me pregunta sonriente Rubén, girando su cabeza para mirarme directamente a los ojos.

—La práctica, supongo. —sonrío yo también. —Oye, ¿qué te parece una ronda de chupitos de postre? —le digo con una mirada tentadora.

—¿Siempre que nos vemos tenemos que beber?

—En realidad desayunando el otro día no bebimos nada…

—Da igual, llevábamos el alcohol en la sangre de la fiesta del sábado. Bueno, ¿sacas esos chupitos o qué? —dice, dando una palmada y frotándose las manos, deseoso.

Me levanto de un salto y de la cocina saco dos vasitos transparentes. En uno de los armarios del mueble del salón tengo distintas botellas, algunas enteras, y otras casi acabadas. —¿Qué te gusta? Porque yo soy muy fan del Vodka.

—¿Vodka? ¿Qué eres, rusa?

—No soy rusa, soy catalana. ¿A ti que te gusta? —le pregunto, rebuscando en el armario.

—Yo prefiero el Ron.

—¿Ron? ¿Qué eres, un pirata? —le respondo riendo, a lo que él me acompaña con una maravillosa carcajada.

Con las dos botellas en una mano, y los dos vasitos en la otra, me acerco a la mesita que hay delante del sofá y lo dejo todo encima de esta. Lleno mi vasito con Vodka y el suyo con Ron. Cojo el mío y lo alzo mirándole. Él hace lo mismo con el suyo y brindamos. Antes de beber, apoyo el vasito en la mesa un momento, y me interrumpe para preguntarme que hago.

—¿De verdad no lo sabes? Al menos antes en Barcelona y aquí con mis amigos lo hago siempre. Cuando vas a beber un chupito, el chupito se apoya. Porque el que no apoya no folla.

—¿Me lo dices enserio? ¡Que gilipollez más grande y como mola! A ver si así follo más…—me dice para seguidamente apoyar su vaso también en la mesa.

—¡Salud pirata!

—¡Salud chica peligrosa!

Siento el calor del alcohol bajando por mi garganta y cierro los ojos fuertemente. Me encanta esta sensación. Cuando ya me lo he tragado, miro por encima del vaso hacia Rubén y me sorprendo al ver que él hace lo mismo. Nuestras miradas se cruzan y sus ojos verdes me atrapan. Después de unos segundos en que mi corazón late a mil por hora, ambos nos echamos a reír como locos a la vez. Como si estuviéramos sincronizados.

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¡Hola a todos! ¿Adivinad quien esta tan enferma que no ha ido a clases estos ultimos dias? CORRECTO, yo. 

¿Es deprimernte verdad? Me podria haber puesto mala cualquier dia, pero me tuve que resfriar los ultimos dias del trimestre. Puta vida.

Bueno, solo que intentaré ir subiendo capítulo pero no sé cuando porque estoy demasiado mal para escribir... Buaaaah...TT

¡Muchos besos, abrazos y ornitorrincos para todos!

-Pea.

Tu tan de Ron y yo tan de Vodka. [Rubius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora