TRAS EL FUEGO - LUIMELIA

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No podía dormir. En aquel sofá en el que una vez había vivido uno de los mejores momentos de su vida, ahora mismo le parecía que aquello había pasado en otra vida.No sabía exactamente qué hacía allí, habían salido tarde del hospital y por inercia había acabado allí, en casa de los Gómez. Su corazón todavía galopaba y solo sintió una leve calma cuando Manolita entro al salón diciendo que Luisita estaba descansando. Ella había permanecido con el resto de la familia, eran muy buenas personas pero un torbellino de impaciencia y alboroto, que no ayudaban a que todos los sentimientos que Amelia intentaba contener no sé desbordasen de un momento a otro a través de sus ojos.

Una madre lo sabe, siempre lo sabe, mando a todos a dormir y volvió con Amelia, no hizo falta mucho cuando sintió sus brazos alrededor y un susurro suave "todo va a estar bien, hija"; Amelia se rompió entre sus brazos. Su relación con Manolita había empezado bien, muy bien era una chica trabajadora, puntual, alegre... pero todo cambio en que Luisita pronuncio aquellas palabras "Mamá, me he enamorado de Amelia" no podía entenderlo, no quería, no iba a permitir q su hija sufriera, no quería que le hicieran daño y no comprendió hasta mucho después que el dolor que no esperaba que le provocaran los demás se lo estaba ocasionando ella. Manolita había sido injusta con Amelia varias veces, y sabía que no era ella la q la causaba dolor a su hija, le gustaba Amelia, era fuerte, valiente, sincera (con ella misma y con los demás)... cualidades q admiraba, y sabía porque su hija no podía dejar de pensarla. Esta vez no iba a cometer errores del pasado, estaría a su lado, al lado de ambas. Manolita no supo en qué momento cesó el llanto, sabía q no estaba dormida pero la dejo allí tranquila con sus pensamientos. Sabía que lo necesitaba.

La cabeza de Amelia era un hervidero; la cárcel, los rechazos, los cuchicheos, las humillaciones, todos esos hombres que se había creído alguna vez con derecho sobre su cuerpo, sus padres, el psiquiátrico, las amenazas, la librería en llamas... todo se agolpaba en su mente y Ella, siempre ella, cuando la vio a través del cristal rodeada de llamas y no recordaba mucho más de aquel momento, solo que dejo escapar el poco aire que aun contenía sus pulmones al oírla toser cuando la saco de allí. Cuántas veces le iba a tener q advertir la vida que NO, que ella no podía ser feliz, (y realmente quería arrastrar a Luisita a aquel lugar con ella), le costaba resistirse había rozado la felicidad con la punta de los dedos... y otra vez se le escapaba.

Si no hubiera vuelto... Si no hubiera vuelto, su cabeza repetía... Luisita estaría con Sebastián que sabría protegerla (que va, ni si quiera haría falta, eso la atormentaba), tendrían una casa, una familia, podía verla sonreír en su cabeza. Y ella que podía ofrecerle, es más que le había ofrecido hasta ahora, él podía cumplir sus sueños y ella le había regalado una pesadilla. Había estado a punto de morir por su culpa (eso la torturaba, una vida sin ella), sabía q estaba siendo irracional, estaba dejando salir a todos sus fantasmas que la machacarían sin piedad, y ella no era culpable de nada, solo de quererla en su vida de la forma que fuera, ya sabía lo q era vida sin ella y no es que no pudiera, es q no quería una vida en la que ella no formara parte... ahora q se había conformado a q fueran socias, amigas, a mirar de reojo esa sonrisa q iluminaba todo, a q no podría volver a besarla... así al menos podría sobrevivir, porque eso era lo único q había hecho desde q abandonó la plaza hacia tantos meses.

Sumida en sus pensamientos derrotista, no se había percatado q Luisita la observaba desde el umbral de la puerta desde hacía unos minutos. Sabiendo la batalla interna que se estaba jugando en la mente de la morena, la conocía, demasiado. Luisita se había levantado, solo necesitaba ver que respiraba, la había oído llorar, era triste q reconocería ese llanto en cualquier lugar, y otro pellizco más encogió su corazón, hacia un rato que ya no oía nada y así se decidió a salir, no soportaba la idea de se hubiera ido y esta vez para siempre. La luz de la ventana ilumina la cara de Amelia, podía observar el reguero silencioso q ahora dejaban unas lágrimas en sus mejillas, que Amelia siquiera trataba ya de detener. Podría observarla toda la noche, allí con esa camisa azul de pijama q su padre le había prestado, su preciosos ojos hinchados de tanto llorar... y aún así era la persona más bonita en la que jamas había depositado su mirada. Se acercó a ella por inercia, siempre les pasaba cuando estaban cerca, esa atracción magnética contra la q había luchado tantas veces, pero estaba cansada de luchar contra ella misma, esta noche al menos.

Amelia ya la había visto acercándose, pero no sabía q decir, ya no quedaban palabras... a veces tampoco hacían falta. La rubia se arrodilló a su lado y limpio las lágrimas, cuantas lágrimas más iba a tener q apartar de su cara, las q hicieran falta y ese fugaz pensamiento la atravesó. El semblante de Luisita era apacible, Amelia quería tocarla pero no se atrevería por si se desvanecía como tantas otras veces... pero en esta ocasión Luisita se incorporó y le tendió la mano, acompañado de un suave "vamos a dormir". Se dejó llevar, iría con ella a cualquier lugar, a cualquier destino.

Entraron en su habitación como si volvieran a "ayer" donde habían compartido esa cama, Amelia se tendió en su lado y Luisita no tardo en instalarse en su pecho, no hubo palabras, tampoco lo necesitaban habían hecho eso un millón de veces, cuando Amelia se estaba recuperando y tenía pesadillas en las que Luisita no podía rescatarla, se levantaba empapada en sudor y desesperada por no encontrarla. Esta fue la única manera q encontró para apaciguarla de sus demonios. Pero ahora ella era la necesitaba ser apaciguada, escuchar su corazón, sentir q latía, como una vez le había dicho a Amelia "late por ti, siempre por ti", habían estado a punto de perderse y no sabía q hacer con todos esos sentimientos que se agolpaban en su pecho; si lo sabía lo había sabido siempre, desde ese día cenando con su familia en el que había descubierto q estaba enamorada de Ella. Pero el miedo, siempre el miedo, esa piedra q nosotros mismos ponemos en el camino y q nos impide ser felices (pensó q algún día tendría q contarle a Amelia porque se había marchado de Paris, pero eso ya es otra historia).

Metió su mano por el borde la camisa necesitaba sentirla, descanso la mano en la calidez de su abdomen, mientras Amelia acariciaba su cabello y seguramente la felicidad no era eso, pero todo lo que ella deseaba desde hacia demasiado estaba ahora mismo en ese pequeño colchón.

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⏰ Última actualización: May 20, 2020 ⏰

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