Los árboles pasaban a toda velocidad frente a mis ojos y el suave aire veraniego llenaba mis pulmones. Ese tipo de aire no lo encontrabas entre el humo de la ciudad. El sol comenzaba a verse a mi derecha, estaba de un color rojo-anaranjado, una de las muchas cosas que aprendí de mi abuelo antes de que muriera fue que cuando el sol está así en las mañanas signifcaba que iba a haber mucho calor el resto del día. Mi madre traía puesto en el auto un disco de Maná, la banda favorita de mi padre: "No te engañes más, ya no te mientas. Ese aire ya pasó, ya pasó". Puse los ojos en blanco al escuchar esa gran ridiculez, aunque el aire ya haya pasado, el recuerdo de que estuvo presente nunca pasará, el dolor siempre va a estar ahí, sólo que con el paso del tiempo se va haciendo soportable, pero sigue doliendo.
Resoplé ante el nuevo significado que le había dado al aire que golpeaba mi rostro y cerré la ventana.
-¿podemos poner el aire acondicionado? -le pregunté desde el aciento de atrás a mi madre.
-¿vas a darme para la gasolina?-respondió.
Hacía mucho tiempo que ella y yo no llevabamos una buena relación, cada quién se aisló en su mundo. Habían días en los que no cruzabamos ni una sóla palabra, pero a pesar de eso no dejaba de ser su hija como para que no pudiera hacerme un pequeño favor. Además, tenía el tanque lleno.
Volví a mirar por la ventana, aún faltaba mucho para llegar a esas cabañas así que no me convenía pelear con ella. Pasamos lo que supuse que era la caseta de salida del estado, a partir de ahí todo el camino sería únicamente curvas, empezabamos a subir las montañas. Metí la mano en la cajuela y busqué a tientas mi bolso, cuando lo encontré saqué una caja de chicles que había guardado para que en el viaje no se me taparan los oídos.
-¿quieres uno, Is?- pregunté a mi hermana menor.
-Sí-respondió sacando la mano de la sábana con la que se tapaba. Puse el chicle en su mano y enseguida se lo llevó a la boca, volteó un segundo por la ventana y luego volvió a taparse con la sábana.
Ella es probablemente la única razón por la cual sigo navegando en este estúpido buque que, según mi psicóloga, se dirige a una mejor vida. No creo ni una sola silaba de lo que me dice, cada palabra que sale de su mal oliente boca es totalmente ridícula, pero como dije, llego para que mi hermana sea feliz, ella cree que llegando a un psicólogo seré feliz de nuevo, pero la verdad es que es imposible ser feliz si sigo en este estúpido buque, y la única forma de salir de él es la muerte, pero si muero mi hermana será infeliz, así que prefiero ser infeliz yo a que sea ella.
-¿Exactamente porqué viajaremos tres horas entre las montañas con los oídos tapados?-pregunté a mi mamá.
-Porque sí, a la familia le hace falta salir, divertirnos todos de una buena manera.
-Ni siquiera estamos completos, Fer está con papá. Pudiste habernos llevado al cine y ya.
Mamá hizo una pausa, como pensando su respuesta.
-Si no querías venir lo hubieras dicho antes.- dijo secamente.
-¡Pero sí te lo dije!-respondí exltandome un poco. "tranquila, respira. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis..."- Te dije que prefería quedarme en casa.
-Si te hubiera dejado en casa justo ahora estaría llena de hebrios tirados por todo el patio.-respondió mi madre con un toque de brusquedad en su voz.
"Paciencia, por favor."
-Eso sólo ocurrió una vez madre- dije poniendo los ojos en blanco.- además todos mis amigos están de viaje en las hermosas playas de cancún. Si me hubieras dejado ir no estaría aquí haciendote pasar un mal rato.- Y estaría bronceandome y deleitando mi vista con los perfectos cuerpos de los turistas.