Capítulo tres

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Capítulo tres.

Trató de enfocar en las sombras confusas en las que estaba sumida la tienda, reconocer las formas de los muebles y las herramientas. Por el olor a encierro y humedad podía deducir que hacía bastante tiempo que nadie abría las puertas de aquel lugar.

—Siento el desorden, esto fue todo improvisado... Aquí está el interruptor.

Un foco de luz titiló un par de veces antes de iluminar débilmente la tienda. Antonio sonrió encantado. Era pequeña, pero tenía un toldo para abrirse completamente al exterior, había macetas y cajas por todos lados. Una puerta en la pared del fondo daba a la habitación de la trastienda. Ludwig, el hermano menor de su amigo, lo había recibido en la puerta y después de trastabillar con varios juegos de llaves había dado con el correcto y habían entrado.

Fue hasta la puerta del fondo y luego de forcejear un poco logró abrirla para observar el interior. No había mucho que detenerse a ver dentro, sólo había un escritorio desvencijado, una cama deteriorada a la que le faltaba el colchón y las sábanas y una cocina pequeña, todo comprimido en un espacio minúsculo. Ludwig se preguntó si algo de eso funcionaría aún.

—Esto es bastante... —trató de buscar una palabra adecuada para la miseria de las condiciones del local pero no supo cómo describirlo—. Mandaré a alguien con las cosas que faltan —suspiró—. Mi hermano tiene ideas que a veces son algo desprolijas. Disculpa la hora a la que te ha citado pero necesitaba que nadie te viera entrar con un oficial —le tendió las llaves tratando de entender la mirada de ojos verdes que paseaban por todo el lugar en silencio—. Si me hubiesen avisado con tiempo hubiese mandado a alguien a limpiar pero... Ya conoces a mi hermano, es un desastre —resopló.

Antonio tomó las llaves y apresó la mano de Ludwig entre las suyas para estrecharla con entusiasmo.

—Es perfecto —rió de sí mismo—. Mucho mejor que dormir en la calle, seguro ¡Hay mucho por hacer! ¿Van a traerme flores? Porque todo está muerto aquí por lo que puedo ver ¡Oh, incluso hay una cama y un anafe! ¡Podré cocinar! —dio vueltas alrededor de Ludwig inspeccionando todos los detalles con alegría creciente.

—Ah, sí, sí —frunció el ceño sin comprender aún por qué su hermano había tenido esa idea—. Cerca del mediodía vendrá el camión con un cargamento de lo básico, bueno, eso me informaron, yo no entiendo de estas cosas —suspiró y fue hasta la mesa que servía como mostrador sacando una libreta y una lapicera—. Te dejaré mi número personal y el de Gilbert por si acaso. También el del proveedor del cuartel. El presupuesto te lo pasara Gilbert en estos días y... Antonio —lo llamó ya que no le estaba prestando atención levantando macetas e investigando las herramientas.

—Lo siento, lo siento —con su sonrisa grabada en el rostro se acercó a Ludwig para ver qué hacía—. Es todo tan nuevo, me recuerda a cuando manejaba mi propia tienda, la mía era un poco más espaciosa y algo más iluminada pero no soy exigente; se pueden hacer muchos arreglos para que este lugar tenga una imagen más alegre, estoy seguro. Lleno de flores será otra cosa. Estamos en la estación de los tulipanes ¿Van a traer de varios colores? Sería fantástico ¿Y qué pasó con la tienda? ¿Por qué estaba cerrada? Esta calle está llena de locales, debe ser un buen lugar para un negocio. Parece que nadie haya estado aquí hace años ¡No! Décadas ¿Es de propiedad de tu familia, Ludwig?

Ludwig se pellizcó el puente de la nariz tratando de organizar mentalmente todo el parloteo de Antonio que hablaba con una rapidez y con un marcado acento español al que no estaba acostumbrado.

—No sé qué flores van a traerte, lo tendrás que arreglar luego con el proveedor, eso es tu trabajo ahora —respondió con voz seria a la primera pregunta—. Esta tienda estuvo involucrada en un caso, no conozco los detalles todavía no trabajaba aquí. Asesinaron al dueño y fue clausurada por el cuartel hasta que se definieran los pormenores del caso. Pasó demasiado tiempo hasta que se resolvió cerrarlo y, a pesar de que investigamos al respecto, el dueño anterior no tenía familiares que se hicieran cargo de la tienda así que quedó en manos del cuartel...

—Oh, es la casa de un fantasma, entonces —bajó la voz y volvió a observar a su alrededor con otros ojos ahora.

—Err... No lo creo —carraspeó Ludwig.

¡Lo siento, señor Fantasma! —Antonio habló en español mirando hacia el techo y Ludwig dio un paso hacia atrás por el repentino cambio de volumen sin entender una palabra— Voy a hacer que tu querida floristería vuelva a la vida, si estás ahí seguro estarás contento ¡Ayúdame a lograrlo, por favor!

Ludwig carraspeó incómodo tratando de volver a la seriedad profesional de su trabajo, cada vez más convencido de que su hermano había perdido la razón en enviar a alguien así para trabajar en una misión oficial de semejante importancia. Antonio le sonrió a Ludwig nuevamente, estaba totalmente encantado con aquella pequeña floristería.

—Entonces —buscó en su bolsillo y le tendió un fajo de billetes—. Gilbert te envía esto. Cree que será suficiente para empezar —carraspeó hasta que Antonio recogió el dinero sorprendido—. No puedo darte un recibo ni nada porque tu trabajo para el cuartel es extraoficial, espero que puedas entenderlo.

—¡Pero si es un montón! —alzó las cejas contando los billetes— ¿Estás seguro?

—Tendrás que comprar varias cosas, no sé si va a alcanzarte, de hecho —metió la mano dentro de su tapado y le tendió lo que Antonio reconoció como un revólver y su rostro se puso pálido—. Tómala, Gilbert insistió en que necesitarías una.

—No, no, no —negó con la cabeza dando un paso atrás—. Nada de armas, no puedo aceptar eso...

—Es por tu seguridad ¿Seguro que sabes en qué te estás metiendo? —suspiró y guardó el revólver en el cajón del mostrador cerrándolo— Gilbert no te ha explicado nada ¿Verdad? —Antonio negó con la cabeza despacio todavía pálido— Ven.

Ludwig salió de la tienda seguido por Antonio muy de cerca. Afuera recién comenzaba a amanecer. Algunos faroles en las esquinas iluminaban la calle empedrada de aquel barrio lujoso, había varias casas ostentosas a los lados y algunos negocios pequeños y pintorescos, como la floristería y un café, que a esa hora aún estaban cerrados. El sonido de sus pasos hacía eco en la callada mañana. Ludwig se aseguró de que le prestara atención y le señaló una casa de dos plantas con un un amplio balcón que daba justo frente a la floristería, del otro lado de la angosta calle. Las luces dentro de la lujosa casa de paredes blancas estaban apagadas y no había ningún auto estacionado en la puerta como en las demás.

—Mi hermano quiere saber todo los movimientos de los dueños de esa casa. Tienes que anotarlos en la libreta que dejé adentro. Las horas de las personas que entran, todo lo que escuches y si puedes conseguir nombres los dejas anotados, él te contactará para saber tus avances.

—¿Pero qué sucede allí? —preguntó aún afectado por la visión del arma.

—Nada que podamos confirmar —suspiró y lo miró con sus serios ojos celestes—. Mi hermano tiene la corazonada de que ahí viven los dos cabecillas de la mafia italiana. Hace años que insiste en ello. La investigación está estancada y los problemas que nos ocasiona este grupo criminal van cada vez en aumento. Pero todos los informantes que ponemos tras su rastro desaparecen... O más bien aparecen flotando en el río y la peor parte es que no tenemos pruebas para acusarlos de eso tampoco, ni de nada en realidad —volvió a echar una mirada a la casa con cierta incertidumbre.

—¿Tu crees que Gilbo tiene razón? ¿Realmente son los jefes de la mafia? —pensó en las acusaciones falsas que lo habían obligado a huir a él mismo.

—No puedo estar seguro. Al principio dudaba de las acusaciones sin fundamento de mi hermano, pero los numerosos agentes que perdimos tratando de investigarlos me han hecho desconfiar seriamente. Todos dicen que tiene el olfato de un perro guardián. Por eso mi hermano insistió en que te deje un arma, por tu seguridad ¿Sabes cómo usarla?

—Claro que sé usarla —negó con reprobación entendiendo la magnitud del problema en el que se estaba metiendo—. Pero aceptar una fue lo que me hizo entrar en este problema en un principio —suspiró.

—Sabes, si no quieres hacer esto... Entiendo que Gilbert a veces puede atropellar a todos con sus decisiones pero puedes negarte, yo se lo diré por tí.

Antonio volteó a ver la pequeña tienda que, con las primeras luces de la mañana, tenía una imagen mucho menos abandonada que al llegar. Sonrió de lado y volvió la vista a Ludwig.

—Descuida, no habrá ningún problema. Puedo manejarlo ¿A qué hora dices que llegará el camión con las flores?

¡Es miércoles de actualización!Voy a estar actualizando miércoles y sábado.¡Nos leemos!:D

El lenguaje de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora