Capítulo 8

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Hemos llegado a mi casa. Le indiqué a Kenny el camino y en cuestión de párpados ya estábamos aquí. Es la primera vez que lo llamo mentalmente por su nombre y no es tan incómodo como pensé; ahora sólo falta hacerlo de manera real. 

Esta vez ha conducido otro carro, y la verdad es que este hombre es un demente detrás del volante.

— Has llegado sana y salva. — Me dice apagando el auto. — Bueno... No tan sana. — Comenta al recordar la lesión en mi tobillo.

— Gracias por todo. No era necesario que vinieras a dejarme. Mi hermano iba a ir por mí.

— ¿Vives con tu familia? — Me pregunta levantando ambas cejas y con una sonrisa casi invisible.

— Sí, ¿por qué la pregunta?

— No lo sé... Imaginé que vivías con tu novio.

No pienso aclararle nada. Es mejor que piense eso.

— Ya ves que no.

— Ya me tuteas. — Menciona él. — Me alegro de que lo hagas.

Me ayuda a salir del auto otra vez.

Me encuentro a punto de cruzar el portón de mi casa, pero no lo hago; estoy esperando a que él se vaya.

No pienso hacerlo pasar. En primera, no creo que pueda; y en segunda, no quiero arriesgarme a que diga que sí.

— Paso por ti mañana a las nueve en punto.

¿Por qué eso no me suena a pregunta?

— No. Lo veré allá. Sé cómo llegar. — Digo tratando de matar su absurdo ofrecimiento.

— Te lo repito. No es una pregunta. — Dice en tono autoritario.

— No. Ya te dije que no. Yo puedo llegar sola a esa hora. Y como dijo usted,  señor Weethford, no fue pregunta. Es mi última palabra y no está a discusión. — Lo miro desafiante.

¿Quién se ha creído para darme órdenes? Bueno, es mi jefe, sí, pero no soy un títere que pueda manejar a su antojo.

Soportar su imprudente dominio sobre mí, no está entre mis obligaciones laborales.

Me mira sin ningún gesto que me permita adivinar qué es lo que está pensando.

— Entonces la veré allá, senorita Ripoll. — Dice luego de varios segundos.

Camina hacia el auto sin mirarme. Lo observo entrar en él y alejarse rápidamente.

Estoy acostada en mi cama pensando en lo que ha sido este día.

He llamado al restaurante para informarles que no podré trabajar hasta en una semana, aproximadamente.

Mis padres se preocuparon por mi tobillo; y al igual que Kenny, querían llevarme a una clínica, pero les dije que no era nada y que en un par de días estaría bien, pero pienso que la que no estará así  será mi cabeza.

Trabajar con el señor Weethford va a ser más difícil de lo que esperaba.

Si Kenny continúa acercándose, yo... No creo poder tolerar su más mínimo contacto.

TU MIRADA: MI PERDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora