Capítulo Dieciséis.

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Alisson.

- ¿Cómo te sientes? - me preguntó.

Un poco sorprendida, supongo.

- Bien. - mentí. Tenía un gran dolor de cabeza, pero fuera de eso me encontraba perfectamente.

- No sabes mentir - dijo entrecerrando sus ojos.

- Estoy bien, en serio.

- Bruja, no me mientas - alzó una ceja.

¡¿Pero quién se cree para hablarme así?!

- Estoy despertando y lo primero que haces es insultar me - mi cabeza retumbaba una y otra vez.

- ¡Ah!, ¡Ah! - gritaba mientras mis manos agarraban mi cabeza, sentía que la cabeza explotaría.

- Tranquila, tranquila - repetía Leila.

- ¿Qué le sucede, Leila?, ¿Porqué esta así? - Elliot preguntaba preocupado.

- No lo se, debe ser por el golpe que recibió al caer, llamaré al doctor.

- Bien.

Me acosté en la pequeña cama blanca, mi cabeza seguía con esa punzada, sentía que clavaban unos pequeños clavos en mi cráneo. Que tétrico a sonado eso, pero no me importa éste dolor me estaba matando.

Minutos después llegó un doctor a revisar me, tenía pinta de meterse algo , pero la abuela siempre me ha dicho que no hay que juzgar a un libro por su portada, así que, seguro era muy bueno.

- Hola, chica que se desmaya - me guiñó un ojo.

Primera opción: me estaba coqueteando ó dos, así trataba a todas sus pacientes.

- Uh, hola - le contesté.

El dolor se había ido.

- Dime, ¿qué sientes? - preguntó amablemente.

Después de una larga charla obviamente sobre mi salud concluyó en que era dolor producto de la caída que recibí, nada grave.

Ah, y fue la opción dos, realmente me caía muy bien, y como siempre las frases de Mi nonna tenían razón.
Se retiró mientras se despedía de Leila.

- Me avisas si algo le sucede, ¿está bien? - le dijo a la pequeña enfermera de cabello oscuro.

- Sí, no se preocupe doctor - dijo firme.

- Adiós, principessa - Se despidió.

Bufé, me encontraba con muchos italianos, con mi familia tengo suficiente.
Después de eso se fue.

- Ahora si, ¿Me puedes explicar que haces aquí? - pregunté poniendo mi vista en el rostro pálido de Elliot.

- En tu estado no es bueno que tengas tus dramas de chica histérica - dijo con una sonrisa descarada.

- E' un porco - lo insulté en italiano.

- No se qué me hayas dicho pero, te digo lo mismo.

Reí.

- Te lo dejo de tarea.

- Saukerl - me contestó.

Oh, con que esas tenemos.

- ¿Qué rayos significa eso?

- Te lo dejo de tarea - imitó mi voz.

- ¡Ey!, yo no hablo así - le reclamé.

- Lo que tu digas - alzó la mano con desdén - ahora estamos a mano, bruja.

- Stupido.

- ¡Eso sí lo entendí! - gritó.

- Bravo, bravo - le dije en español mientras le aplaudía.

- Odio hablar en diferentes idiomas.

- Pienso lo mismo. ¿Has estado con mi hermano? - le pregunté.

- Sí, somos muy buenos amigos.

¡Esperen!, ¿está hablando del mismo Tyler Rude Ruzzo?, ¿el qué nunca habla con nadie?, woah, era algo sorprendente saber que se llevaba bien con alguien.

- Estoy sorprendida - le confesé.

- ¿Por? - preguntó con la boca llena. Sí, se estaba comiendo mi comida.

- Porque él no es nada sociable, y deja de comerte mi comida.

- ¿Quieres? - volvió a hablar con la boca llena y extendiendo el plato.

- Pft, que sucio eres y tu saliva debe ser asquerosa - le dije.

- ¿Porqué?, ¿Quieres probarla? - dijo guiñando me el ojo.

- ¡Cállate! - le iba a aventar mi pequeña almohada que parecía piedra pero al parecer alguien lo había salvado.

- Oh gracias a dios, me ha salvado de ser brutalmente asesinado - le dijo Elliot a mi madre.

- No hay de qué, sé que mi hija puede ser un poco, ahm, exasperada - río mamá.

- ¡Má! - grité.

- ¿Qué? - rió - es la verdad, dulzura.

No pude evitar girar los ojos.

- Elliot - se dirigió hacia él - te he traído comida, cariño - le ofreció lo madre.

- Muchas graci... - lo interrumpí.

- ¡No!, él acaba de comerse toda mi comida, así que eso me corresponde a mi - señalé la bolsa de comida.

¡Aléjate de mi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora