Viernes, 17 de mayo de 2019
Melissa cogía todos los días el mismo tren, con el mismo destino a la misma hora. Se sentaba junto a la ventana, en el mismo asiento, con un libro entre las manos y, a veces, se ponía a fantasear como sería la vida de la gente que vivía en esas casas que miraba todos los días. Tenía la pequeña manía de inventarse una historia cada día diferente intentando adivinar como sería aquella persona, su forma de ser y pensar por la forma en la que iba vestida o por el color de su pelo, ojos y coche.Cuando el trayecto terminaba se dirigía a su puesto de trabajo y se quedaba horas trabajando, sentada frente a su ordenador durante horas, a veces, sin descanso. Normalmente le suele encantar su trabajo, pero últimamente sentía como que algo faltaba, o algo fallaba en su vida.
Ese día al terminar su jornada laboral Violeta se dirigió, como siempre, al tren que la llevaría de vuelta a su apartamento compartido.
-Su billete, señorita.
-Gracias.
Melissa cogió el billete y entró en su vagón correspondiente. Vivir lejos de su trabajo la resultaba algo cansado, levantarse a las seis de la mañana para estar trabajando hasta las diez de la noche hacía que sintiese un peso en la espalda durante toda la semana.
Se sentó en el asiento de siempre y cuando se dispuso a sacar un libro para leer durante el viaje algo cambio su rutina de todos los días. Un chico, algo perdido, se dispuso a sentarse a su lado.
- ¿Estos son los asientos 9, fila A-B?
-S-Sí.
Melissa estaba desconcertada. Nadie solía coger estos asientos salvo ella. El chico se sentó con aire aliviado y se giró hacía Melissa para mostrarle una agradable sonrisa. Melissa, por el contrario, seguía con una mirada desconcertada, sorprendida y curiosa.
El chico estuvo todo el viaje de vuelta a casa observando para todos los lugares, menos para el sitio de Melissa. Ella había estado leyendo su libro hasta que llegaron ya a la frontera de su pueblo. Se puso a mirar por la ventana como solía hacer de costumbre para ver cómo la gente hacía su vida y ella, mientras tanto, se inventaba lo que podría estar sucediendo.
-Me encanta ver como la gente anda por la calle, cuando voy en el metro intento adivinar como es la persona que tengo al lado y cómo será su vida. –escuchó Melissa a sus espaldas, sobresaltándola.
-Yo... esto... yo...
-Lo siento. Quizás te es extraño hablar con un desconocido. –Melissa se quedó perpleja ante la confianza que mostraba su acompañante. –Me llamo Klein. ¿Y tú?
-¿Yo? –Melissa aun no era capaz de articular palabra. –Yo me llamo... Melissa.
El chico le volvió a sonreír. Cuando sonó la primera parada en Cercedilla Klein se bajó del tren, dándole una nueva sonrisa a Melissa, esta vez, haciendo que esta se sonrojara. Ella aún tenía que esperar a llegar a Navacerrada, así que se levantó para ir a coger el bus, era la única forma de llegar.
-¿Vives por aquí, en Cercedilla?
-No. Navacerrada. Pero la única forma de llegar es...
-Cogiendo el bus. –Dicen los dos a la vez.
Klein acompaña a Melissa hasta la parada de autobús y decide no dejarla sola hasta que este llega y Melissa se monta en él. Cuando esta ya sentada mira por la ventana y Klein está despidiéndose de ella con su sonrisa tan particular.
"Que chico tan extraño" pensó Melissa.
"Que chica tan misteriosa" pensó Klein.
Estaba claro que ninguno de los dos volvió a su rutina habitual, y Klein estaba encantado de que su hermana se hubiera confundido de billete habitual y le hubiera cogido uno de una hora diferente en un vagón diferente.
"Probablemente vuelva a coger este tren" pensó Klein de vuelta a su casa que compartía con su hermana.
Melissa llego a casa y su compañera estaba esperándola impaciente para empezar a cenar. A Rosan, la compañera de Melissa, no la gustaba, y sigue sin gustarle, cenar sola. Melissa vacilaba con comprarle un gato y así no tendría que esperar a que ella llegase de la oficina, porque sabía que Rosan llegaba a casa muy cansada.
-¿Por qué hoy llegas tan tarde? –Le pregunto Rosan a Melissa. –Normalmente sueles llegar más temprano.
Rosan y Melissa cenó tranquilamente en silencio mientras Melissa le daba vueltas a lo que acababa de ocurrirle en el tren. Para ella había sido tan sumamente sub-realista aquel encuentro que empezó a pensar que solo había sido un sueño y la semana que viene no lo iba a volver a ver y volvería de nuevo a su rutina, lo que ella no sabía es que Klein tenía pensado volver a ese tren de nuevo en vez de volver al de su hora habitual.
Mientras tanto en Cercedilla, Klein estaba acostado en su cama pensando en la misteriosa chica del vagón número 7, en su misteriosa mirada y en como no paraba de ver por la ventana a la gente que paseaba por los paisajes.
-"Tengo que volver a verla, necesitó saber los misterios de..."-pensó Klein, pero le costaba recordar su nombre. –Melissa. Ese era, se llama Melissa.
Tras ese pensamiento, Klein se metió en cama y apagó la luz. Su perra se acurrucó junto a él en la cama y ambos se quedaron dormidos, él pensando en Melissa y su perra en por qué su dueño estaba hoy tan feliz.
Rosan y Melissa terminaron por irse a la cama demasiado tarde para el gusto de Melissa, se quedó planificando su fin de semana para que pudiera hacer todos los proyectos que en su trabajo la habían mandado.
Se quedó mirando por la ventana durante unos minutos, parejas de adolescentes pasaban por la calle seguramente para ir de fiesta o quizás alguno volvería de ella ya y se iría de nuevo para casa. Vio una sombra cerca de la venta y se sobresaltó, tenía miedo de abrir la ventana por si era algo indeseado pero un tenue maullido la saco de sus dudas:-"Miau"
Melissa tenía la sensación de que esto ya lo había vivido antes.
ESTÁS LEYENDO
El vagón número 7
Short StoryMelissa coge todos los días el mismo tren a la misma hora en el mismo asiento, de lunes a viernes su vida seguía una rutina continua. Klein solía coger el mismo tren a la misma hora en el mismo asiento, pero un día su hermana es quien tiene que co...