Un jugador del equipo posicionó el balón nuevamente en el círculo central y al escuchar el pitido, le pasó a Carlos, que estaba justo enfrente. En cuanto le llegó el balón, lo elevó haciendo que éste llegase hasta Hugo, que se encontraba en la banda derecha.
“No, por favor, no lo hagas…” - Pensé sabiendo lo que pasaría si echaba a correr.
Pero en ese momento, esas fueron sólo palabras que se cruzaron por mi cabeza, porque Hugo empezó a subir por la banda con el balón en los pies, esquivando a cualquiera que en ese momento se le pusiera por delante, teniendo presente sólo y únicamente que no quedaban más de cinco minutos para que el partido llegase a su fin y el marcador todavía reflejaba el 2 a 2.
No había dado más de diez pasos cuando vi su cuerpo caer al suelo. Como si de un acto reflejo se tratara, salí disparada escaleras abajo.
- Marina, ¡espera! – Gritó Lucía desde arriba.
Pero yo ya estaba abajo, y ella no tardó en hacer lo mismo y posicionarse a mi lado.
El entrenador y el asistente médico que lo acompañaba también abandonaron rápidamente el banquillo en cuanto le vieron caer, y ahora ya se encontraban arrodillados al lado de él, con el resto de los jugadores formando un corro a su alrededor.
- Está inconsciente. – Dijo el entrenador dándole unas palmadas en la cara para que despertara.
El asistente sacó unas tijeras del botiquín y comenzó a cortar la camiseta que llevaba puesta para que pudiese respirar mejor y así intentar que volviera en sí. Al hacerlo, dejó a la vista su perfecto abdomen, por el cual corrían gotas de sudor, el mismo que en esos momentos le empapaba todo el rostro.
Las chicas de las pancartas miraban embobadas su torso tonificado y sus pectorales tan bien definidos, pero yo no tenía ojos para ellos, porque en ese momento mi mirada se encontraba perdida en los ojos de Hugo, que se encontraban cerrados.
Carlos estaba situado detrás de nosotras y nos agarraba con fuerza las manos, intentando transmitirnos esa seguridad que quizá en ese instante nos había abandonado.
Despierta Hugo, vamos…despierta. – Dije susurrando.
No era de noche, ni atravesó el cielo ninguna estrella fugaz, pero como si de un deseo que se pide cuando soplas las velas de tu cumpleaños se tratara, Hugo abrió los ojos y, en cuanto lo hizo, le solté la mano a Carlos y fui corriendo hacia donde estaba. Me abalancé sobre él haciendo que el asistente se echara a un lado y lo abracé con todas mis fuerzas.
- Dios, me has dado un susto de muerte. No vuelvas a hacerme esto.
- Ni que hubiera estado secuestrado por una banda de asesinos a sueldo, enana. – Rió. - ¿Qué ha pasado? – Dijo mientras intentaba recomponerse.
- Te has desmayado. – Se me adelantó su entrenador. – Vamos a llamar a tus padres.
- Hey no, no vais a llamar a nadie. – Empezó a decir Hugo, nervioso. – Míster, tú sabes perfectamente que esto no es nada y tampoco es la primera vez que me pasa, así que haz lo que has hecho otras veces, dame una dosis de vitaminas y déjame descansando en la camilla que hay en el vestuario, pero no marques ningún número ni pulses ninguna tecla. Por favor.
- Vamos a llamarles, Hugo. – Insistió el entrenador.
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No te olvido.
Fiksi RemajaÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...