ocho.

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Cogí a San de la mano y lo llevé corriendo hacia la cabaña

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Cogí a San de la mano y lo llevé corriendo hacia la cabaña. Corríamos y nos reíamos.

Nos sentíamos cómo niños, felices y sin preocupaciones.

Una vez llegamos a la casa, abrí la puerta con el código que nos habían dado.

Nos adentramos a la casa aún riendo. Me giré y le besé con fuerza. Apoyé su espalda en la puerta para así cerrarla y le abracé con fuerza.

Comenzamos a andar hacia el sofá, donde entre risas y besos me senté con San sobre mi regazo.

Volvimos a besarnos pero ahora estábamos haciendo uso de nuestros lenguas, creando así una batalla entre estas.

Mis manos estaban sobre su delgada cintura donde me dediqué a acariciar con mis dedos. Mientras tanto, San tenía las manos sobre mis hombros los cuales también acariciaba.

No sabía muy bien cómo continuar ya que nunca había tenido relaciones y menos con un chico. Que era algo nuevo para mí.

-Wooyoung, ¿estás seguro?

-Sí. Pero no sé cómo hacerlo -me reí nervioso y le miré.

-Solo de-.

El sonido de la puerta interrumpió a San y ambos nos separamos con velocidad asustados ante el ser pillados.

Nos arreglamos la ropa y me dirigí a la puerta, la cual abrí.

Había un hombre de edad avanzada. Tenía una sonrisa amable en su rostro y sus ojos eran bastante pequeños. Su pelo estaba repleto de canas por la edad y vestía con una camisa de cuadros junto unos pantalones anchos y marrones.

-¿Jung Wooyoung?

-S-sí. ¿Quién es? -pregunté observándole.

-Mi nombre es Ikeda Kano. Un gusto -hizo una breve reverencia-. Escuché que iban a pasar aquí unos días y quise acercarme a saludar.

Sonreí.

-Muchas gracias. El chico de atrás es Choi San, un... amigo -dije un tanto nervioso.

El hombre amplió su sonrisa.

-¿Quiere pasar? No tenemos la mejor comida pero esperamos que le guste -dijo San tímido.

El hombre se adentró a la casa con pasos lentos, haciendo que la madera sonase con cada paso que daba.

-Las mejores cosas son las que se hacen con cariño, no importa el material que tan bueno sea. ¿Nunca te lo han dicho, muchacho?

San hizo otra reverencia.

-Lo siento. No volveré a comportarme de ese modo -dijo nervioso.

-No hace falta tantas reverencias. No me gustan las formalidades -sonrió aquel hombro.

Había algo en él que hacía que recordase mi niñez. De la cual sólo tenía recuerdos borrosos y apenas visibles en mi mente.

Aquella forma de sonreír, de hablar, todo me recordaba a mi niñez.

-¿Quién es el que cocina? -preguntó Kano observándonos.

-Yo suelo cocinar, señor Ikeda -contestó San.

-¡Pues a cocinar, muchacho! Mientras yo me sentaré a hablar con Wooyoung.

El hombre me agarró del brazo y me llevó hasta la gran mesa de madera que había en el comedor. Se sentó en la silla de enfrente y me miró con una sonrisa.

-¿Qué os ha traído aquí? -preguntó.

-Descansar y conocernos más. Para así ser grandes... amigos -contesté.

Me miró con una sonrisa mientras apoyaba sus manos sobre la mesa.

-Las personas que mienten nunca son buenas. ¿Quieres ser cómo HyeMin y Heesok?

Le miré sorprendido. ¿Cómo sabía que mentía? ¿Cómo sabía quienes eran las dos mujeres?

-Disculpa, pero, ¿qué? -dije incrédulo.

-Aunque hayan pasado años, esos recuerdos siguen vivos en mi mente -dijo un poco más serio-. Fue una pena todo lo que ocurrió. Me gustaría ayudarte pero no puedo. Pero se que lo conseguirás, eres un chico listo.

Con cada palabra que salía de su boca más desconcentrado estaba. No era capaz de entender nada. Aquello era confuso.

Él había estado en mi niñez y de eso estaba seguro.

Ahora venía la pregunta. ¿Por qué?

Ikeda Kano.

-¿Puede ser más claro? -pregunté mirándole.

-Por desgracia he dicho más de lo que debía. Pero espero que ayude -sonrió-. ¡Mira las hamburguesas que buena pinta tienen!

Me di media vuelta, viendo a San con un plato lleno de minis hamburguesas. Sonreía tímido y se acercaba a la mesa para así dejar el plato.

-Espero que lo disfrute -dijo San sentándose al lado mía.

-Si lo has hecho con amor y cariño lo disfrutaré como un rey -sonrió mientras cogía una de las hamburguesas y se la introducía en la boca-. ¡Están muy ricas!

-Muchas gracias, señor -agradeció San mientras comía una de las hamburguesas.

La cena transcurrió normal, la mayor parte de esta eran anécdotas de Kano cuando era más joven. San y yo agregábamos algún que otro comentario pero no hablábamos mucho.

-¿Y dónde vive usted? -pregunté.

-Pues al otro lado del lago. Es un lugar muy bonito y...

Mi cerebro dejó de escucharlo, ya que comenzó a idear un plan. Un plan para comenzar a descifrar el rompecabezas.

La primera pieza era Ikeda Kano.

La primera pieza era Ikeda Kano

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NO CONTROL ;woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora