Capítulo 2

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San Fransokyo, una ciudad con tantos recuerdos llevados por el viento y desaparecidos por el tiempo desde aquel día. Todo se desvaneció desde ese entonces, principalmente mi historia y los acontecimientos más importantes de ella; sin embargo, eso ya no debía tener importancia.

Tomé el teléfono, aún habían cosas pendientes en ese lugar que debía arreglar. 

- ¿Tía?

- ¿Sí? ¿Quién es?

- Soy _________.

- ¡Hija! Ha pasado tanto tiempo... ¿A qué se debe la agradable llamada? -preguntaba, tan entusiasta como la recordaba.

Al parecer, algunas cosas aún permanecían igual a pesar del tiempo transcurrido.

- Estaré unos meses en San Fransokyo, y me preguntaba si podía ir a visitarte...

- ¡Por supuesto! Sabes que siempre eres bienvenida. ¡Él estará muy feliz de saber que volviste! Le avisaré apenas regre-

- No tía, no le avises por favor. -interrumpí, suplicante.

Ella inmediatamente comprendió todo.

- Entiendo.

- Gracias, tía. Nos vemos.

Colgué el teléfono después de pronunciar esas palabras. Intentaba escapar de mi pasado, pero este aún me atormentaba. Algún día tendría que enfrentar todo de lo que alguna vez huí, mas el solo pensar cómo lo haría, era angustiante y frustrante. ¿Cómo se suponía que repararía todo el daño que causé? Jamás hallé una repuesta.

Caminaba por las gélidas calles de mi ciudad natal; en cuatro años, muchas cosas habían cambiado en San Fransokyo: Altos y modernos edificios, paneles luminosos, calles brillantes y muy decoradas; se había convertido en una ciudad muy tecnológica, o al menos más de lo que ya era. Apreciaba cada vista que tenía ante mis ojos, todo era muy precioso.

Anduve entre las multitudes; mientras observaba, pude divisar, a una prudente distancia, a un joven esbelto, cuya mirada se dirigía hacia mí. Él, al percatarse, volteó y continuó su rumbo. Tan solo atiné a correr tras él.

"No puede ser". -pensé.

"Tengo miedo". -me repetía.


"Entonces, ¿por qué lo hago?" -me cuestionaba a mí misma.

Logré alcanzarlo. Tomé su brazo impulsivamente; no quería que se fuera. Él me observó, desconcertado.

- _________. -Pronunció, inexpresivo.

- Hiro...

Su frialdad, su actitud distante, sus ojos vacíos me atemorizaban. ¿Qué debía decirle ahora que estaba frente a él? Había pensado muchas veces en este día, desde hacía 4 años... pero jamás pensé que llegaría tan rápido aquel momento.

_________ y Hiro; 18 años de edad.



No quiero olvidarte (Hiro Hamada y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora